Multiculturalismo y educación
Educarse en las claves culturales de otros pueblos redundará en relaciones más justas y comprensivas para todos
Como consecuencia del proceso de globalización que está viviendo la humanidad, muchos países enfrentan hoy escenarios de una extremada diversidad cultural. Ello crea en ciertos casos situaciones conflictivas que oscurecen el panorama de la convivencia social y determinan que se produzcan enfrentamientos que traban el desenvolvimiento de la vida cotidiana.
Son cada vez más las naciones en las cuales resulta imprescindible realizar un esfuerzo intenso y creativo para alcanzar la necesaria convivencia multicultural, y posibilitar la coexistencia de corrientes que son la expresión de civilizaciones tradicionalmente enfrentadas. Y los ideales de convivencia más generosos y más elevados suelen naufragar por la presión de un antagonismo que adopta formas variadas, cercanas a la xenofobia o la discriminación.
La reaparición de actitudes prejuiciosas de inspiración racista o de odio al extranjero reactivan penosos conflictos que en parte se consideraban superados en razón de los significativos avances realizados por dirigentes y organismos internacionales en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. No basta con los progresos alcanzados en materia diplomática, política y jurídica, ni con las declaraciones de elevado sentido ético cuando se trata de erradicar un mal que exhibe raíces históricas profundas. Los conflictos étnicos, raciales o religiosos se canalizan, en ocasiones, hacia la defensa de las identidades nacionales, se asocian con el poder ejercido por un sector que procura mantener su hegemonía, o bien llevan a que una sociedad pretenda retener para sus nativos los puestos de trabajo mejor calificados y resista el ingreso de aquellos extranjeros vistos como competidores. En los últimos años, el terrorismo ha logrado instalarse trágicamente en el ojo del huracán de los choques raciales. Tal es el caso de los estremecedores hechos de violencia que han desembocado en la guerra que en este momento se libra en Medio Oriente y en sectores de Africa.
Muchos de los males que hoy se viven pueden ser vistos como consecuencias de políticas colonialistas injustas, pero es cierto que muchas de esas realidades fueron modificándose a medida que el humanismo y la conciencia del bien cambiaron en el mundo los paradigmas morales y políticos que presidieron largamente la relación entre los pueblos occidentales y las naciones de Africa u Oriente.
Como dice el gran pensador italiano Andrea Riccardi en su libro Convivir , lo primero que los hombres de este tiempo debemos hacer es plantearnos un gran desafío: ¿cómo podremos los seres humanos vivir juntos en un mundo que presenta tanta diversidad, tanto pluralismo, tanto mestizaje cultural, tanta complejidad? Lo que Riccardi propone es reconocer dónde están los adversarios de los que debemos cuidarnos, dónde los enemigos que nos acechan en cada esquina. Esos enemigos son todos aquellos que vienen a transmitirnos un mensaje pesimista, los que nos dicen que vivir juntos no es posible cuando las diferencias son demasiado grandes y decididamente insuperables. Están equivocados; en este mundo globalizado en el que todo se comunica y todo se transmite, lo imposible es justamente lo contrario de lo que ellos señalan: lo imposible no es vivir juntos, sino vivir aislados, separados, incomunicados.
La demanda de los pueblos reclama relaciones más justas y comprensivas entre comunidades culturales disímiles. La educación es el gran instrumento para acceder a ese objetivo, entendida como un proceso continuado a largo plazo, que va más allá de un plan de estudios renovado. Se trata de promover sistemas de enseñanza que arraiguen en las sociedades cuyos hijos aprenden desde la infancia las pautas que construyen la trama cultural en la que viven, pero que aprenden también las claves culturales de las otras comunidades. Es el camino por recorrer para que las nuevas camadas generacionales puedan crecer dentro de un positivo ámbito multicultural.