Nicaragua, tras los pasos de Cuba
Un año después de que estallaron revueltas callejeras por una impopular reforma de la seguridad social, Nicaragua ha tratado de superar la crisis, primero a través de un diálogo mediado por los obispos, que fracasó, y luego mediante una negociación que tiene como testigos al Vaticano y la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos (OEA), que tampoco ha dejado consensos en temas claves.
El compromiso del gobierno con la opositora Alianza Cívica consistió en respetar las libertades civiles, terminar con la represión, permitir las manifestaciones, desarmar a los grupos paramilitares, liberar a los presos políticos y hacer reformas para un posible adelanto de las elecciones. Sin embargo, 24 horas después de lo prometido, reapareció la violencia contra las protestas en Managua. Este hecho de violencia, a menos de un día de lograda la tregua, confirma las dudas sobre el real compromiso de Daniel Ortega y Rosario Murillo, su esposa y vicepresidenta, acusada de instigar las represiones. Tampoco se ha logrado aún la liberación total de los manifestantes que se encuentran detenidos ni se ha levantado la prohibición de las movilizaciones opositoras ni se ha desmantelado a grupos de civiles armados afines al gobierno. Es claro que el gobierno nicaragüense utiliza el diálogo como una táctica dilatoria.
Organismos supervisores de los acuerdos de paz, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), han sido expulsados del país el año pasado, tras responsabilizar a las fuerzas del gobierno por crímenes de lesa humanidad.
Sin señales claras sobre el futuro de su aliado venezolano Nicolás Maduro, Ortega se ha resistido a discutir el anticipo de las elecciones, apostando a que la oposición se desinfle.
El deterioro económico experimentado en 2018 y el que se espera en 2019 no se pueden revertir con medidas económicas, porque su origen radica en la crisis política y socioeconómica que vive el país. Según la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), durante el año el producto bruto interno (PBI) de Nicaragua se contraerá entre un 7,3 y un 10,9 por ciento.
De la colaboración y voluntad política del gobierno dependerá que el diálogo sea el principio de un proceso hacia la transformación democrática de Nicaragua o hacia un retroceso político, social y económico con dimensiones desconocidas, pero con rasgos bastante parecidos a los que en la actualidad vemos en Venezuela.