No más gremialistas a perpetuidad
Son como plantas perennes: sobreviven a todo. Tienen reelección indefinida y no temen quedarse sin trabajo porque, además de haberse hecho millonarios, se han ocupado de blindar los cargos que, en ocasiones, mantienen a fuerza de aprietes y procederes mafiosos. Muchos se enriquecen a costa de sus representados. No dan explicaciones ni rinden cuentas y no colaboran con los gobiernos si no es a cambio de canonjías. No les temen a la ley ni a la Justicia. Cuentan con privilegios inexplicables. Son sindicalistas desde hace décadas. Una docena de los más conocidos llevan, en promedio, 31 años en sus cargos.
Solo por citar algunos casos, Amadeo Genta hace 39 años que está al frente de los trabajadores del Estado porteño (Sutecba); Rodolfo Daer lleva 37 años como secretario general del gremio de la alimentación, al igual que Luis Barrionuevo (hoteles y gastronómicos). Un mínimo escalón por debajo están Armando Cavalieri (comercio) y José Luis Lingeri (obras sanitarias), con 36 años de “reinado”.
Hace 35 años que Hugo Moyano ocupa el puesto máximo de camioneros y van 32 de Gerardo Martínez en la construcción.
Cuando, en 2020, Omar Viviani dejó de ser el titular del sindicato de taxistas llevaba ya 38 años de mandato. Casi el mismo tiempo transcurrió Guillermo Pereyra al frente de los petroleros y Carlos West Ocampo como cabeza de sanidad (37 años).
Las encuestas de opinión revelan un rechazo creciente hacia estas nefastas figuras, pero también un hartazgo pronunciado respecto del rol del sindicalismo, lógicamente refractario a adecuar las perimidas leyes laborales para no perder años y años de privilegios e inmunidades.
El 16 de este mes, la diputada María Eugenia Vidal (Pro-Capital) presentó un proyecto de ley de transparencia sindical, que dispone limitar las reelecciones indefinidas de los gremialistas a dos mandatos consecutivos de cuatro años cada uno, debiendo dejar pasar un período en caso de volver a candidatearse. Considera como primer mandato al que transcurra al momento de sancionarse la norma, que recién acaba de ser girada a comisiones, y exige que cada sindicato sea dirigido por un órgano de cinco miembros sin inhibiciones civiles ni penales, a los que obliga a presentar declaraciones juradas patrimoniales anuales propias y de sus allegados.
Es hora de que los sindicalistas que usufructúan la representación gremial cual señores feudales empiecen a privilegiar el interés general por sobre sus intereses personales, comprendiendo el valor de la alternancia en los cargos. Es hora de que se consagren a la importante función de mejorar la calidad de vida de sus representados.
Como ya hemos dicho desde estas columnas, resulta aberrante seguir asistiendo a la triste realidad de dirigentes gremiales cada vez más poderosos y millonarios junto a pauperizados trabajadores con cada vez menos libertades y derechos.