Superar fronteras
La historia del mundo, desde Caín y Abel, puede leerse como una suma de episodios de atávica división y enfrentamiento entre los hombres. Sin embargo, también puede observarse como el resultado de un juego de pulsiones en el que la humanidad como conjunto ha prevalecido, confirmando una vez más el principio gestáltico de que el todo es mucho más que la suma de las partes.
Por diferentes motivos, muchas sociedades expulsan de sus entornos a millones de personas que día a día se ven obligadas a lanzarse a la dolorosa aventura de un futuro fuera de lo conocido. Guerras, virulentas convulsiones políticas, impiadosos fenómenos naturales, usinas de desplazados, exiliados, familias enteras, víctimas de distintos tipos de segregación, ávidos por afincarse y levantar nuevos hogares. La distancia, al igual que las penurias, parecen insalvables cuando el dinero para el salvoconducto es insuficiente o las aguas embravecidas de un mar amenazan con hacer naufragar, literal y fatalmente, toda esperanza.
¿Qué nos conmueve? ¿Cuántos somos capaces de construir un cerco de felicidad al margen de la realidad sin reconocer la distancia y el sufrimiento que le imponemos al otro? Lamentablemente, muchos; convencidos equivocadamente de que al levantar muros logramos alejarnos de nuestros propios miedos y ponernos falsamente a salvo.
Ronald Rael y Virginia San Fratello son profesores californianos de arquitectura y diseño. "Muros fronterizos como arquitectura" es el manifiesto que editó Rael examinando el estado actual de las 650 millas de barreras físicas que separan a los Estados Unidos de México y proponiendo cómo podrían ser. La publicación no solo encierra una protesta, sino, sobre todo, una proyección sobre un futuro posible a partir del reconocimiento de la oportunidad de desarrollo económico y social que implicaría el desmantelamiento de la frontera física. Los muros dividen naciones, regiones, ciudades, vecindarios, familias e incluso, más recientemente, separan a los padres de sus hijos, una realidad triste y extrema a la que la insensibilidad de algunos ha conducido a la humanidad.
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Con la colaboración de un grupo de artistas, el 28 del mes pasado, instalaron unos llamativos subibajas fucsia en el límite físico que separa Sunland Park, en el estado de Nuevo México (EE.UU.), de Ciudad Juárez (México). Un lugar desértico y gris, que remite a la violencia fronteriza, se tiñó de colorida diversión. Niños a ambos lados de la frontera se acercaron espontáneamente con sus familias a jugar en ellos. La escena fue muy emotiva y simbólica respecto del peso que las acciones en un lado adquieren con efecto o consecuencia directa del otro.
La Patrulla Aduanera de Frontera reportó el hecho y dio cuenta de que un grupo de universitarios ubicó unas "tablas" y registró cómo jugaban con los residentes mexicanos, para luego desmantelar la instalación, sin incidentes ni cruce de personas ni bienes.
Apenas un episodio breve y acotado en un mundo que debe seguir apostando a superar las divisiones con creatividad. Un llamado a aprender de los errores del pasado. Un esfuerzo en la dirección correcta que nos llama a la reflexión y a la toma de conciencia. Celebrémoslo.