Reformulación educativa integral
Cumplir con el calendario -aunque exiguo- de 180 días de clases y terminar con el excesivo ausentismo de docentes y alumnos. De lograrse estos objetivos durante 2020, culminaríamos un ciclo lectivo positivo como parte del largo recorrido que la Argentina tiene por delante en materia educativa. Se trata de un camino con muchas dificultades, pero con una orientación clara: la ley de educación sancionada en 2006. Aunque entonces se asumieron compromisos muy loables, la mayoría sigue aún pendiente. Por ejemplo, la obligatoriedad de la escuela secundaria, ya que de cada 100 niños que ingresaron en primer grado en 2006 se registraron 41 graduados secundarios en 2017. Asimismo, debería repensarse el calendario escolar, que es relativamente corto con sus 720 horas de clase anuales. En los países miembros de la OCDE, el promedio de horas anuales llega a 799. Y hay países con mayor carga horaria, incluso en América Latina: Costa Rica, con 1147 horas anuales; Chile, con 1039, y México, con 800. La cantidad de horas en el aula no es garantía per se de mejores aprendizajes, pero su deficiencia sin dudas consolida el atraso educativo comprometiendo el futuro de los alumnos. Es momento de dejar de lado las frases hechas y las discusiones provocadoras. Quizá una política educativa renovada, con asesoramiento de expertos y con proyección y políticas de Estado a largo plazo pueda ser un hito para reunir a todos los argentinos. Si logramos dar un salto de calidad en educación, seguramente redundará en un cambio significativo en el mundo del trabajo.
Revista Criterio