Cómo sostener las demandas y la atención, el dilema de la calle
La falta de líderes que coordinen los reclamos entre los manifestantes amenaza con diluir sus logros
SAN PABLO.- Los brasileños lograron la atención del mundo y la derogación del aumento en las tarifas del transporte que había encendido su furia en un primer momento. Pero ahora, dicen muchos, su verdadera tarea apenas comienza.
Los manifestantes creen que el desafío para los brasileños es mantener vivo el espíritu político que se despertó en estos días, después de décadas de apatía. Esperan que surjan líderes para encabezar un movimiento de masas ecléctico y presentar reclamos concretos a los gobiernos nacionales y estatales.
En resumen, quienes salen a las calles dicen que es hora de organizarse en torno a la oleada de quejas, que van desde acabar con la corrupción del gobierno a mejorar la educación pública, la salud y la seguridad. "Creo que los líderes surgirán, pero en grupos más pequeños'', dijo Juliane Furno, una secretaria que marchaba anteanoche en San Pablo con un cartel que decía "Sólo luchar cambia la vida"'.
"Todos estamos llevando las experiencias de la semana pasada a nuestras universidades, comunidades y lugares de trabajo. Creo que las cosas se calmarán, pero ahora hemos politizado a Brasil y no hay vuelta atrás. No vamos a volver al Brasil de la semana pasada'', agregó Furno.
A pesar de tanto entusiasmo, los manifestantes de Brasil se enfrentan a un dilema que acosa a los movimientos sociales modernos en América latina y otros lugares. Si las protestas se concentran demasiado en cuestiones concretas como las tarifas del transporte, se arriesgan a perder fuerza cuando el tema se resuelve. Y si tienen un espectro demasiado amplio, entonces sus movimientos pueden convertirse en algo indefinido que sirve para las quejas de todo el mundo.
Occupy Wall Street, por ejemplo, no pudo convertir su indignación por la corrupción en el mundo de las finanzas en una fuerza política. Los manifestantes en Egipto lograron derrocar al dictador Hosni Mubarak, pero desde entonces tienen problemas para mantenerse unidos.
Además, Brasil aún no tiene grupos cívicos nacionales fuertes capaces de convertirse en líderes naturales de las protestas. Las marchas son frescas y aún las impulsa la adrenalina. Sólo un grupo organizado mostró algún tipo de control de las movilizaciones, el Movimiento Pase Libre, que lucha desde 2006 por un transporte público gratuito en todo el país.
Pase Libre levantó una sola consigna y obtuvo su reclamo, al poner al frente a líderes que podrían negociar con los gobiernos. Al resto de los manifestantes sólo los une un descontento general por el estado lamentable de los servicios públicos frente a los altos impuestos que pagan los ciudadanos, así como los miles de millones de dólares gastados en estadios para la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos.
Pero cuando se les pregunta cómo convertir la frustración y demandas dispares en resultados concretos, pocos en las calles podrían describir un camino a seguir. En Salvador, anteanoche, unos 5000 manifestantes no pudieron ponerse de acuerdo ni siquiera sobre una sola ruta para la marcha, y en lugar de lograr un consenso se dividieron en dos grupos.
A raíz de estos desvíos, el Movimiento Pase Libre anunció ayer el fin de las convocatorias a manifestaciones, por entender que las protestas se contaminaron por una agenda de sectores conservadores que objetan el sistema democrático, con consignas "como el rechazo a los partidos políticos, no tan sólo los oficialistas, o el reclamo para reducir a menos de 18 años la edad de imputabilidad penal".
Ricardo Hammem, un abogado de 37 años que asistía a un marcha en San Pablo vestido de traje y corbata, dijo que a pesar de la naturaleza amorfa de las protestas y la falta de dirección a nivel nacional, ya se dio el paso más importante. "Lleva mucho tiempo gestándose. Aquí todo el mundo está insatisfecho, pero nadie se queja", señaló. "Todo el mundo espera a que otros comiencen."
Leonardo Avritzer, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Belo Horizonte, dijo que quedaba poco tiempo para aprovechar el impulso de las protestas. "Este movimiento es como una cebolla -dijo Avritzer-. En el centro están estos grupos bien organizados y politizados alrededor de los cuales hay muchas capas externas. Esas capas exteriores se van a dispersar rápidamente, especialmente si el movimiento no encuentra una manera de convertir sus demandas en una agenda de acciones concretas y sobre todo si mantienen este ritmo de protestas diarias''.
Para el taxista Roberto Amorim, lo que los brasileños necesitan ahora es paciencia y no perder la esperanza si las protestas se calman.
"Hay muchas caras y voces por aquí, ellos protestan a gritos contra el mismo sufrimiento que la mayoría conoce en Brasil", dijo. "Nadie está esperando profundos cambios hoy, mañana o la próxima semana."
Detrás del estallido, muchas causas
Las masivas protestas sorprendieron al gobierno brasileño
1
El detonante
El alza de la tarifa del transporte público, que ya era caro en relación con los sueldos y ofrecía un servicio de mala calidad, desató la primera protesta y resultó ser apenas el síntoma de un malestar latente contra la marcha general del país
2
Declive
Detrás de las luces de la nueva potencia mundial se ocultaba una desaceleración de la economía de 7,5 a 0,9% en los últimos tres años y una inflación anual de 6,5%
3
La copa amarga
Al inseguro rumbo de la economía se sumaron los gastos para el Mundial de fútbol, vistos en detrimento de la salud, la educación y la vivienda
4
Dilma "traidora"
Para muchos brasileños, la presidenta Dilma Rousseff se distanció de los sectores más humildes de la sociedad, de los que años atrás surgió como militante y que decía representar, al igual que el Partido de los Trabajadores al que pertenecen ella y su antecesor, Luiz Lula da Silva
5
Corruptos, afuera
La sociedad se cansó de la corrupción estructural en las altas esferas del poder y entabló una cruzada para dejar atrás esas prácticas que desvían miles de millones de dólares –que deberían asignarse, entre otras cosas, a mejorar los servicios públicos– a los bolsillos de los funcionarios
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Corruptos, afuera
La sociedad se cansó de la corrupción estructural en las altas esferas del poder y entabló una cruzada para dejar atrás esas prácticas que desvían miles de millones de dólares –que deberían asignarse, entre otras cosas, a mejorar los servicios públicos– a los bolsillos de los funcionarios
7
Más reflexión
La clase media, que se fortaleció en los recientes años de esplendor, tomó conciencia de las muchas grietas del modelo social y económico
Jenny Barchfield
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