Coronavirus: La mejor prevención es actuar sin miedo y como una sociedad organizada
En medio de la preocupación global por el nuevo coronavirus, hay aspectos concretos que se pierden de vista y son tan importantes como los que consumimos perplejos hora tras hora.
Primero, la experiencia que transitamos no es la primera ni será la última en que un germen escapa de su huésped natural e invade al ser humano. Varias pandemias y amenazas frustradas, desde la gripe de 1918 al SARS, ocurrieron anteriormente. Es probable que también hayan existido otros brotes de gérmenes similares al coronavirus. Y que hayan pasado inadvertidos antes de la globalización, las mejoras en tests diagnósticos, y una mayor apertura del tránsito desde y hacia China. Los mercados ofreciendo aves y animales salvajes a millares de clientes no empezaron ayer. Como otras, la epidemia actual también terminará.
Segundo, un puñado de argentinos han contraído el virus en Europa. La chance de que todos hayan encontrado cara a cara a alguno de los más de 6000 infectados italianos y españole durante su visita es infinitesimal. Evidentemente, los números de infectados en Europa son mayores a los registrados, por lo que la mortalidad real del Covid-19 podría ser bastante menor de la que creemos. En otras palabras, al calcular el porcentaje de muertos entre los infectados totales, subestimamos la cantidad de infectados y miramos aterrados mortalidades de 3-4%. Corea del Sur, con índices generales de salud similares a Italia y un programa de testeo muy amplio y eficaz, reporta una mortalidad mucho menor por coronavirus (0,5%). Corea encuentra muchos infectados en mejor estado de salud, obviados por otros países. A menos que deje de testear a buen ritmo, mirar sus estadísticas es útil para mantener la perspectiva.
Tercero, las comparaciones permanentes con la gripe -hoy una pasión- son de utilidad relativa. Entender los porcentajes de riesgo reales de una infección implica que nadie infectado sano sea obviado del conteo porque exagera el peligro (imposible en una crisis como la actual), tener reactivos correctos y personal para detectar el virus (un desafío colosal con un germen nuevo) y considerar la calidad y disponibilidad de atención médica en el sitio de interés (no es lo mismo la atención en un país pobre de Medio Oriente que en una clínica europea). Tampoco es igual infectarse teniendo una dolencia cardíaca a los 94 años que siendo un adolescente sano. Si bien ningún adulto está exento totalmente de riesgo, la mayoría de nosotros debemos cuidar la vida de nuestros padres, abuelos y de nuestros amigos, parejas o colegas con problemas de salud preexistentes. Una responsabilidad enorme que tenemos que asumir con gran compromiso y sin pausa. Los chicos, afortunadamente y a diferencia de la gripe, son quienes menos se enferman.
Desafíos
Finalmente, si bien es preocupante que pronto nos acercaremos al invierno, hay muchos países que hoy lo transitan. Debemos observarlos y consultarlos para vislumbrar lo que seguramente ocurra y pulir nuestras estrategias de prevención. El primer grupo de ciudadanos chinos con catarro, ignorando que tenían un germen nuevo, no protegió a sus contactos ni fue aislado. Esta semana, el primer infectado en la Argentina fue tratado de acuerdo con el protocolo.
También avanzan en el mundo, y de forma mucho más coordinada que en oportunidades anteriores estrategias de prevención y tratamiento que apuntan a hacer de 2020 el único año de alto riesgo.
Evidentemente, no sirve estar obsesionado monitoreando el conteo de casos, porque miramos un tablero histérico y lleno de falencias que se modifica cuando mejora un reactivo, llega a tierra un crucero, o mejora o cambia su política de testeo un país u otro. Tampoco iniciar debates de opinión donde cualquier transeúnte interrogado por móviles periodísticos en la calle propone iniciativas y vocifera sus "opiniones". Dejemos esa tarea a los expertos.
Pero este problema no es una broma ni debe ser ignorado. Es importante estar alerta, ser responsable, y cumplir las indicaciones de las autoridades sanitarias. Quizás un desafío especial para nosotros, los argentinos, ya que hoy nuestra mejor contribución a resolver este problema es actuar como una sociedad unificada y organizada.
El autor es el director científico de la Fundación Infant
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