Coronavirus. Timothy Snyder: “Hay una tendencia mundial contra la democracia”
Historiador y profesor en Yale, Timothy Snyder escribió el libro Sobre la Tiranía en 2017 y era un referente obligado para analizar la Europa contemporánea y los desafíos que afronta la democracia. Entonces bordeó la muerte por una infección avasallante. Pero sobrevivió para narrarlo en otro libro, Nuestra enfermedad: lecciones de libertad en un diario de hospital, que le permitió dar otro paso en su intento por replantear la agenda pública.
-¿Cómo está? ¿Se recuperó?
-Sí, me recuperé. "Recuperación" es una buena palabra. No significa lo mismo que volver a como estaba antes, porque el solo hecho de haber estado muy enfermo significa que soy una persona diferente, con suerte una persona más sabia y, tal vez, en cierto sentido una persona más saludable. También pienso en esto políticamente. Si Estados Unidos u otros países se van a recuperar, no significa que volverán a algún punto en que creemos que todo estaba bien. Significa aprender de la experiencia para hacer mejor ciertas cosas.
Esa es la esperanza de Snyder, quien plantea a LA NACION desde New Haven que percibe "una tendencia mundial contra la democracia" y un notable desinterés por la verdad en muchos que están dispuestos a arriesgar sus vidas por creencias en desmedro de datos ciertos. Pero aun así mantiene cierta esperanza. Para eso, dice, será clave la educación ciudadana en valores.
-¿Qué es lo que más le preocupa de esta pandemia?
-La politización de la ciencia. Nos cuesta ponernos de acuerdo sobre hechos de vida y muerte, y me preocupa que la gente esté dispuesta a arriesgar su propia vida por mentiras. Eso es característico de la política autoritaria o incluso fascista: ser vulnerable a las mentiras que ponen tu propia vida en riesgo. Es un ejemplo de una tendencia más amplia, que es la indiferencia hacia los hechos y la falta de respeto por las personas que trabajan para producir datos.
-Por ejemplo, cuando el uso de una mascarilla deviene en una discusión entre republicanos y demócratas…
-Sí. Todos tenemos cuerpos y vulnerabilidades similares, por lo que la salud debería ser un tema que ayudase a las personas a unirse como sociedad o nación. Sabemos que una reacción exitosa a una pandemia o la creación de un sistema nacional de salud puede ayudar a las personas a sentir solidaridad entre sí. Pero en el caso de las mascarillas, hemos permitido que nuestras emociones e impulsos reemplacen una idea más amplia de lo que es la libertad en un país libre. Porque no puedo hacer lo que quiero si eso te afecta. No tengo derecho a golpearte en la cara. Tampoco tengo derecho a exhalar mis patógenos en tus pulmones. Si lo hago, toda la idea misma de libertad no tiene sentido. Pero esto es parte de un problema mayor. Si crees que la libertad es lo mismo que emoción, terminas en un país que no es demasiado libre porque es muy fácil para un líder autoritario o para un algoritmo de Internet manipular tus reacciones emocionales. Por el contrario, si crees en los hechos, tienes una forma de defensa. Si todos sabemos que hay contaminación en el agua o si todos sabemos que afrontamos el calentamiento global, entonces podemos defendernos de eso.
-¿Pueden los estadounidenses aprender de su pésima experiencia con esta pandemia y reformar su sistema de salud?
-Creo que sí. Pero la pandemia solo hace la mitad del trabajo, mostrando a los estadounidenses que las cosas no funcionan muy bien. La otra mitad es decir: "En realidad, las cosas podrían ser mucho mejores". Porque el problema con el sistema de salud de Estados Unidos no fue la pandemia. Fue que el sistema médico ya era tan deficiente que la pandemia expuso sus problemas. Si [Joe] Biden es el próximo presidente, tendrá que argumentar que podríamos tener un sistema mucho mejor que el actual. Pero uno de los problemas con los estadounidenses es que no somos muy buenos para aprender de otros. No somos muy buenos para decir, "Oh, hagámoslo como lo hacen los holandeses, los alemanes, los ingleses". Necesitaremos que las personas a cargo digan: "Podemos tener un sistema de salud donde la gente viva más tiempo y que cueste la mitad que éste". No es algo seguro, pero es posible.
-Hablando de aprender de los errores, ¿será diferente esta elección presidencial? ¿O teme que Vladimir Putin ayudará a Donald Trump otra vez?
-La interferencia electoral es otro tema que no debería politizarse, pero lo está, y Trump y los republicanos se han negado a promulgar cualquier legislación federal desde 2016 que pudiera haber cambiado las cosas. Por el contrario, ahora sabemos que Trump solicitó personalmente la ayuda de líderes extranjeros en la contienda electoral.
-Alude a lo ocurrido con el gobierno de Ucrania, al que Trump le pidió que acuse a Biden…
-Sí, Trump afrontó un juicio político por ello. Y no olvide a Roger Stone, uno de los enlaces entre los rusos y su campaña. Trump conmutó su sentencia. Básicamente, lo sacó a Stone de prisión, con lo que dio una señal de que cualquiera que quiera trabajar ahora para Rusia saldrá indemne si él es reelecto. Por eso creo que es obvio que los rusos van a interferir. Más aún, es obvio que están interfiriendo del lado de Trump. Pero no creo que sean tan efectivos esta vez porque, hasta donde yo sé, no tienen correos electrónicos con los que trabajar como la última vez [en alusión al hackeo y posterior filtración de correos del Comité Demócrata Nacional y de la entonces candidata Hillary Clinton]. Y creo que los estadounidenses son quizás un poco más sofisticados esta vez que en 2016. Por eso creo que el peligro real es que los rusos hagan algo nuevo. Podrían intentar cambiar el conteo de votos en un Estado o dos. Según personas competentes en esto, los rusos pudieron hacerlo en 2016 y decidieron no hacerlo. Por eso es muy importante que Biden gane por mucho, porque hará que interferir sea más difícil.
-Brexit, Trump, Jair Bolsonaro en Brasil, Viktor Orban en Hungría. ¿Ve alguna tendencia en todo eso?
-Claro. Hay una tendencia mundial contra la democracia. Durante los últimos 15 años observamos un distanciamiento de la democracia en ciertos países. Hay un giro hacia una política centrada en hombres fuertes, pero no muy ideológicos, hacia una forma de hacer política basadas en las emociones del presente más que pensando en políticas para el futuro. Todas las personas que acaba de mencionar, Trump, Bolsonaro, incluso Boris Johnson, no son líderes que puedan hablarte sobre lo que traerá el futuro. Son muy buenos para mantener tus emociones enfocadas en el presente, a través de la división entre "ellos" y "nosotros". Por eso creo que una pregunta relacionada con este fenómeno que ellos encarnan es ¿cómo entendemos que no hay nada natural en la democracia? Porque la democracia requiere mucho trabajo. ¿Cómo la reconstruimos? Esa es la pregunta importante aquí.
-¿Cuáles son las preguntas que deberíamos habernos planteado hace mucho tiempo y no nos hicimos? ¿Cuáles son las preguntas que deberíamos hacernos ahora?
-Deberíamos haber recordado lo que han planteado varias personas muy sabias sobre la desigualdad, desde Platón hasta George Orwell. Si la desigualdad se vuelve demasiado extrema, la gente ya no vive en la misma sociedad. El lenguaje se rompe, la comunicación se rompe. Ahora tenemos ese problema. Tenemos una política del espectáculo donde, en lugar de compartir una realidad común, ciertos líderes nos distraen constantemente con espectáculos. Un segundo tema relacionado con ese es el futuro. Hace mucho deberíamos habernos preguntado cómo podemos generar visiones positivas del futuro. La democracia solo funciona si puedes decir: "Mira, así es como podemos mejorar las cosas". Porque ser mejores no solo significa que no seamos horribles. No basta con decir que tenemos que detener el calentamiento global. Tenemos que plantear que cuando detengamos el calentamiento global tendremos mejores tipos de energía y que las ciudades serán más hermosas y así sucesivamente. Y un tercer eje que deberíamos habernos preguntado hace mucho tiempo es cuáles son los requisitos intelectuales y morales de la democracia. Porque la democracia no es automática, ni toda la gente la quiere. Si quieres una democracia, tienes que educar a las personas para que les importe tomar decisiones. Eso significa no solo educación tradicional, implica pensar en cómo funciona Internet porque Internet es básicamente autoritaria. Te entrena para que tengas una serie de respuestas emocionales a las cosas y eso facilita la vida de los autoritarios.
-¿Tienes esperanzas, de todos modos?
-Mi posición es que es mucho mejor ver el peligro por lo que es que negarlo. Porque cuando lo ignoras, lo siguiente que haces es normalizarlo. Y cuando lo normalizas, lo siguiente que haces es participar en él. Y fortalecerlo. Por eso es importante sacar un peligro, cualquier peligro, a la luz lo más rápido posible, enfrentarlo y obligar al resto a enfrentarlo también. Porque solo entonces tenemos la oportunidad de comenzar a pensar en cómo resistirse o crear opciones ante ese peligro. Por eso sigo pensando que la democracia es una muy buena idea y que las soluciones a los grandes problemas como la desigualdad o el cambio climático están realmente disponibles en términos técnicos y que no estamos condenados. Creo también que es posible, incluso en Estados Unidos, pasar con bastante rapidez de una situación en la que todo parece catastrófico a una situación en la que comencemos a construir cosas otra vez. Mucho puede cambiar muy rápido y para mejor si gana la oposición. Recordemos que hubo períodos en la historia de la democracia que fueron mucho peores que éste. En 1944 Europa se veía mucho peor y, sin embargo, la democracia se recuperó, reformulándose, con nuevos elementos, con cooperación internacional, con Estado de bienestar. Creo que la democracia va a prosperar tras el desastre actual porque se reinventará a sí misma e incluirá nuevos elementos. Eso tendrá que pasar para que la democracia tenga un lugar en Estados Unidos, y deberá incluir alguna forma de Estado de bienestar. No creo que la democracia estadounidense pueda sobrevivir a más desigualdad de la que ya tenemos.
-¿Por qué su énfasis en la decencia a lo largo de su obra?
-Porque no se puede hacer política sin valores. Una de las cosas que resultan tentadoras de la idea de progreso es creer que hay procesos mecánicos que hacen el trabajo político por nosotros. No es así. La democracia depende de que los humanos creen virtudes. Si el pueblo va a gobernar, el pueblo tiene que tratar de ser ejemplar y debe intentar ser merecedor de gobernar. No intento ser un idealista, pero si demasiada gente es indiferente a las ideas de moralidad, caeremos en el autoritarismo moderno porque todo lo que importa será quién es más capaz de generar emociones o quién ofrece el mejor espectáculo. Es muy importante que un ciudadano en una democracia sea consciente de que sus acciones individuales, no solo su voto, influyen en si la gente llega a gobernar y cómo.
-¿Cree que podemos los periodistas aportar algo al resurgir de la democracia, acaso actuando de manera diferente?
-Es necesario que haya más reporteo de los que hay, pero ustedes, los periodistas, no pueden resolver ese problema por sí mismos. Mucho es estructural. Volviendo a una pregunta suya anterior, uno de los cambios que debería habernos preocupado antes fue la muerte del periodismo local. Porque los hechos no salen solos a la luz. Toma trabajo. Y las sensaciones no son lo mismo que los hechos. Toma un largo viaje llegar a los hechos. Los gobiernos que quieren ser democráticos tienen que ayudar para que el periodismo sea posible y mejor. No creo que se pueda hacer periodismo sin un compromiso moral con la verdad y eso es algo diferente al compromiso práctico de representar todas las voces que hay en una sala. Porque a veces los que están en la sala están allí por su riqueza o su poder y no porque representen algo o alguien. Una de las lecciones que los periodistas han aprendido en Estados Unidos durante los últimos cuatro años es que no es suficiente con aplicar la técnica de reporteo "por un lado; por otro lado". A menudo la verdad no se encuentra en un punto intermedio entre dos posiciones que por algún motivo accedieron a tu micrófono, está en algún tercer lugar, hay que buscarla y hay que creer en ella. Tienes que decir: "No somos solo árbitros en un juego que no tiene reglas. Estamos del lado de los hechos".
Biografía
- Nacido en Dayton, Ohio, en 1969, completó su licenciatura en Historia y Ciencias Políticas en la Universidad de Boston, para luego doctorarse en Historia Moderna en la Universidad de Oxford
- Tras pasar por el Centro Nacional de Investigación Científica, en París, las universidades de Harvard y Stanford y la London School of Economics, entre otros claustros, es profesor de Historia en la Universidad de Yale
- Dúctil en ocho idiomas, ganador de múltiples premios y reconocimientos, es autor de cinco libros –entre ellos, Sobre la Tiranía. Veinte lecciones del siglo XX-, se desempeña en el Institute for Human Sciences, en Viena, e integra el Council on Foreign Relations.
Recomendaciones para aprovechar el tiempo
-Dado que millones de argentinos deben permanecer en sus casas desde hace meses, ¿qué libros, películas, música u otra actividad les recomienda para distraerse o "aprovechar" el tiempo? ¿Qué hace usted en su tiempo libre?
-Creo que es muy importante tratar de mantenerse en buena forma física; si no, nuestro estado de ánimo empeora. Lo segundo que intento hacer es hablar con la gente por teléfono. No por Zoom, ni otras opciones como Face Time, sino por teléfono. Se crea una atmósfera diferente cuando alejas a la gente de la computadora, otro tipo de conexión, y una llamada puede ser en realidad mucho más. Por supuesto que una llamada no es tan buena como ver a alguien en persona, pero es mejor que la computadora y es más impredecible lo que sucede. A veces tienes conversaciones más íntimas e interesantes. Y lo tercero es leer libros. Si tenemos más tiempo, no lo gastemos solo en la pantalla. ¡Leamos libros! De hecho, tengo espacios en mi casa donde las computadoras y los teléfonos no están permitidos. Creo que todo el mundo debería leer buenos libros de historia, que son aquellos que resultan sorprendentes, te dicen cosas que no sabías y te plantean preguntas en las que no habrías pensado.
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