El drama cotidiano de vivir en Ramallah
Sus habitantes se sienten "asfixiados" por el muro hecho por Israel y el boicot internacional al gobierno
RAMALLAH.- El rezo del muecín se mezcla con las bocinas de los autos y los gritos de los comerciantes en el atardecer bullicioso del centro de Ramallah. El trafico caótico y los abarrotados puestos callejeros de esta ciudad famosa por ser uno de los puntos calientes de la intifada -levantamiento palestino- parecen los de cualquier capital latinoamericana. Pero Ramallah, como otras ciudades palestinas, esconde el drama diario que viven sus habitantes.
Ellos dicen que se sienten "asfixiados". Y motivos no les faltan: la barrera construida por Israel a su alrededor, el boicot internacional impuesto al gobierno del grupo extremista Hamas y la violencia entre milicias rivales hacen que la vida en esta golpeada región sea cada vez más difícil. La crisis económica provocada por los embargos financieros y la detención de la ayuda de Estados Unidos y la Unión Europea elevaron la pobreza, que alcanza al 64% de la población, según el informe de una agencia de las Naciones Unidas. A esto se suma el boicot de Israel, que este año suspendió la transferencia de impuestos aduaneros que cobra en nombre del gobierno palestino (unos 600 millones de dólares), con los que se pagaban los salarios de unos 150.000 empleados públicos. Ayer, el premier israelí Ehud Olmert prometió aliviar las medidas contra los palestinos (ver aparte).
En un recorrido por esta ciudad, LA NACION oyó a la gente hablar de pobreza, desempleo, "guetos palestinos", racismo, ocupación militar. Y de la única esperanza que les queda a muchos: la de irse al extranjero, en busca de una vida mejor. "Este último tiempo nos cambió la vida. El muro ya era algo trágico, pero ahora, con el boicot, nos quedamos sin trabajo y sin sueldos", dijo Jihad Samara, de 30 años, mientras atendía su puesto de frutas en la calle Al-Quds. "Yo antes tocaba en una banda, pero ahora no me queda más que vender naranjas", dijo Samara, que se prepara para emigrar a Estados Unidos a buscar trabajo.
Todos coinciden en que los problemas comenzaron con la construcción de la barrera ("cerca de seguridad", para Israel, y "muro de la vergüenza", para los palestinos) en Cisjordania, que tendrá unos 720 kilómetros, la mayoría de vallas alambradas. En las zonas consideradas más peligrosas, tendrá muros de hormigón de unos ocho metros de alto. Según el gobierno israelí, la barrera busca evitar la entrada de terroristas en su país. Pero como su trazado muchas veces ingresa en territorios palestinos, aquí afirman que los israelíes quieren quedarse con sus tierras. Y dicen que la barrera separa familias.
"El muro les cambió la vida a muchos aquí", dijo Susan Shalabi, que vive en Ramallah y trabaja en la cancillería palestina. "Muchos perdieron sus tierras e Israel se quedó con sus cultivos y su acceso a fuentes de agua. Lo peor es que el muro no tiene sentido, porque si alguien quiere cruzar al otro lado, lo va a hacer, sea como sea", agregó. "Esto es literalmente una cárcel. La gente no puede salir sin permiso de Israel", dijo Javier Abu Eid, quien trabaja con ella.
Sulaiman Khalib, un desocupado de 34 años, contó que, al levantar la barrera, Israel se quedó con todos los campos que su familia tenía en la vecina aldea de Aram. "Ni siquiera nos pagaron una indemnización. Mi padre se enfermó de la tristeza y está a un paso de morir", dijo. Agregó que, en Aram, como en otros lugares, a ambos lados del muro viven palestinos. "Esto demuestra que no lo hicieron para separarse de los palestinos, sino para quedarse con nuestras tierras -concluyó-. Esto ya es como Sudáfrica con el apartheid: hay calles en Cisjordania por las que los palestinos no podemos pasar. Para mí hoy es mas fácil ir a Estados Unidos vía Jordania que cruzar a Jerusalén."
Sumado a estos problemas, la gente sufre la violencia entre Hamas y Al-Fatah, que aquí atribuyen a la desesperación por la ocupación israelí y el boicot internacional. Según Shalabi, la gente se siente "humillada" por el boicot impuesto contra un gobierno que eligieron democráticamente, pero también desafiante. Por eso, dice que pese a la pobreza que provocó la llegada de Hamas al poder, si hay nuevas elecciones este grupo extremista volvería a ganar. Algo que, de cumplirse, augura más días difíciles para los palestinos.
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