El gran fracaso del chavismo: subestimar la protesta y aplicar la estrategia del garrote
CARACAS.- Así pensó el gobierno: a estos chiquitos blanquitos e hijos de ricos los metemos en cintura con un poco de garrote y mucha zanahoria; adelantamos el Carnaval regalándoles dos días más de fiesta, disfraces y playa. Pero no resultó, pues fracasa quien subestima al adversario. Fracasó por demasiado infantil. Fracasó también el cuento del lobo feroz del golpe de Estado , dirigido por el imperio y el ex presidente colombiano Álvaro Uribe.
La gran mayoría no se lo cree, aunque es obvio que Uribe y ciertos círculos estadounidenses celebrarían la caída del gobierno venezolano.
Llama la atención que hasta sesudos analistas cayeran en la simpleza de devaluar las protestas porque se limitaban a estudiantes y clase media. El marxismo sabe que de esos sectores y actores sociales se nutre la "vanguardia del proletariado" y que Lenin y Trotsky no eran vendedores ambulantes de Carapita. ¿Pero, acaso Bolívar, Sucre y José Félix Ribas eran peones de las haciendas de Panaquire, y el Che Guevara y Fidel Castro guajiros cortadores de caña?
¿El Carnaval de la Generación del 28 que sembró el fin de la dictadura de Juan Vicente Gómez (aunque el desenlace tardara una década) no fue obra de pocas decenas de jóvenes privilegiados acompañados con menos de 1000 universitarios? Una cosa es quién activa el detonante, y otra qué malestar encarna esa protesta y de qué esperanza está preñada.
La táctica de que el agua y las bombitas de Carnaval son nuestras primeras necesidades "revolucionarias" no apagó el fuego de la protesta, y el gobierno decidió radicalizar la represión con el chorro violento de la "ballena" y del "rinoceronte", las bombas de lágrimas y las balas de muerte con guardia, Policía Nacional y paramilitares juntos. La disciplinada actuación de éstos a las órdenes del gobierno mereció que éste se felicitara por el "comportamiento ejemplar de los colectivos".
Pasados 40 días y 40 noches de desierto y penitencia, con una treintena de muertos, con 300 heridos y más de 1500 detenidos, el gobierno continúa semiparalizado y deteriorándose por los cuatro costados.
¿Para qué reprimir? La Cuaresma no es solo ayuno y privaciones, sino reflexión y cambio de vida. El gobierno tiene adelante opositores de tres tipos: los millones que son imprescindibles para que esto sea una democracia y para producir soluciones a la gravísima y creciente emergencia, cientos de miles que están legítimamente en la calle exigiendo cambio de gobierno o en el gobierno y una minoría que ve la violencia como imprescindible para el golpe de Estado necesario.
Si el gobierno convoca al "diálogo" a unos líderes de la oposición para dividirlos, fotografiarse con ellos y despacharlos vacíos y desprestigiados ante millones de irritados opositores, los demócratas inteligentes no se prestarán a esa comedia. Con represión brutal, violaciones permanentes y sistemáticas de la Constitución y la falta de respeto y criminalización de la protesta, el gobierno bloquea toda posibilidad de diálogo, sigue echando combustible al fuego y fortalece a la minoría violenta.
Mientras hablan las armas, la represión y las violaciones de derechos humanos, disminuyen los espacios de diálogo que el gobierno afirma querer abrir para trabajar soluciones y quitar fuerza a la desesperación violenta.
En España, antes de la Guerra Civil, la falange fascista, de jóvenes armados para el choque callejero, era una pequeña minoría opositora y en el otro lado los comunistas tenían muy poco peso en el gobierno de la república.
Pero la guerra polariza, alienta los extremos y bloquea todo diálogo, y a los dos años de guerra, los militares y la Falange dominaban en la derecha y los comunistas con el apoyo de Moscú en el gobierno; en ese momento dialogar con el enemigo era exponerse al paredón por traidor.
Así fue hasta la derrota total y rendición incondicional de la república, con medio millón de muertos en la guerra y la posguerra, otros tantos exiliados y 30 años de dictadura con miseria. Todo por falta de visión en el inicio, de diálogo tolerante y negociación madura con resultados.
Fracasó en estos días la táctica gubernamental de "zanahoria y garrote" porque los estudiantes no son burros y en un mes han logrado más que en los cinco años anteriores en inteligencia política, movilización y solidaridad de la población, que los afirma cada vez más como representantes de sus aspiraciones. Cambiar democráticamente es de vida o muerte para el gobierno y para el país.
Luis Ugalde