El 18 de noviembre de 1978, 914 miembros de la secta estadounidense del "Templo del pueblo", murieron en la selva de Guyana, por voluntad propia o víctimas de uno de los más dramáticos suicidios colectivos de la historia contemporánea.
"Debemos suicidarnos... Nos volveremos a encontrar en otro lado", aseguraba Jim Jones desde un altar hace cuarenta años. Al lado suyo, una olla de metal llena de líquido rojo, una bebida de fruta mezclada con cianuro, esperaba ser consumida por sus obedientes seguidores.
Cuatro décadas después, aun se desconocen con exactitud las motivaciones del suicidio colectivo, más allá de la acción emprendida por el "reverendo" Jim Jones sobre los fieles, la mayoría de ellos negros estadounidenses pobres, que un día se fueron de California para construir un mundo ideal en la selva.
Jonestown
El carismático reverendo, que se solía presentar como la reencarnación de Lenin, Jesucristo y Buda, decidió transferir "la iglesia" que fundó en San Francisco a la colonia británica situada entre Surinam, Venezuela y Brasil .
En un terreno de 10.000 hectáreas, fundó en 1973 "Jonestown", una sociedad, según él, "auténticamente socialista, por fin liberada de todo racismo, de todo sexismo y de toda forma de discriminación contra los viejos".
Su autoridad sobre sus discípulos se basaba en una mezcla de cultura hippie y de vago socialismo. Sin embargo, exadeptos de la secta hablaron de drogas, de hambre y de sometimiento sexual. Jim Jones les exigía que trabajaran desde el alba hasta el anochecer seis días por semana.
Además, sometía a los integrantes de Jonestown a una "noche en vela" semanal, un extraño ejercicio en el que debían tragar y hacer que sus hijos se tragaran un veneno falso. Para el líder, el suicidio era la única salida a la guerra que el gobierno estadounidense declaró un día contra él.
Fue en esta atmósfera de sospechas que un miembro del Congreso estadounidense, Leo Ryan, desembarcó el 17 de noviembre de 1978 en la selva de Guyana, a raíz de las denuncias de los padres de los "fieles". Al día siguiente, cuando se disponía a subir a su avión, fue asesinado junto a tres periodistas por hombres de Jim Jones.
Jeringas y veneno
Al mismo tiempo, Jones convenció a sus fieles de que Ryan era un agente de la CIA y de que "Jonestown" iba a ser asaltada por los Marines estadounidenses. Un registro de 45 minutos encontrado cerca de su cuerpo reveló algunos detalles al respecto que luego se darían a conocer el 9 de diciembre de 1978.
La banda magnética empieza con la difusión de música religiosa y la reunión de fieles. En tanto, Jones declara que la secta fue 'traicionada' y que no se recuperará de lo que ocurrió en el aeropuerto.
"'No propongo que cometamos un suicidio, sino un acto revolucionario", afirmó animando a los adultos a administrar el veneno a los niños con jeringas. "En mi opinión, hay que ser bueno por los niños y los viejos y tomar la poción como lo hacían en la antigua Grecia, e irse tranquilamente'", alentó a los fieles.
En el interín una mujer pide a los fieles que se pongan en fila y rapidamente se comienzan a oír llantos de chicos. Jones da muestras, de repente, de nerviosismo: "Morid con dignidad. No os deshagáis en lágrimas. ¡Dejad esta histeria! Esta no es forma de morir para los socialistas-comunistas'".
En la grabación se puede escuchar como numerosas personas protestan, mientras que una madre grita que acepta la muerte pero pide un indulto para su hijo. La hecatombe termina en una cacofonía de aullidos y dolor, de gruñidos, de gritos de menores que agonizan y de protestas, mezcladas con los aplausos de los fanáticos de Jones.
Sin embargo, varios centenares de adeptos huyeron a la selva, pero algunos fueron capturados y abatidos u obligados a tomarse el veneno. Jones fue encontrado con una bala en la cabeza, sin que se sepa si alguien lo mató o si se suicidó.
Un escenario desolador y detenido en el tiempo
Enviado a "Jonestown" cuatro días después, el periodista de la AFP Marc Hutten describió escenas dignas de una película de ciencia ficción cuyo tema sería el apocalipsis, envuelto en un decorado exuberante pero petrificado
"Desde el helicóptero [...] se veía una brusca eclosión de colores vivos, como un campo de flores. Eran las piezas de algodón que vestían a los cientos de cadáveres [...]", describió el periodista. Y agregó: "Las flores se convierten en cadáveres y su olor, primero insidioso, se vuelve nauseabundo. Solo los sepultureros profesionales del ejército estadounidense avanzan entre los cuerpos hinchados [...]".
El reportero describió con asombro el entorno natural que acompañaba la escena desoladora. "De pie en medio de este amasijo de restos humanos, una percha, con dos papagayos que pían como si nada hubiera pasado. Más allá, una inmensa jaula de madera en la que yace el cadáver de un gorila, la mascota del 'obispo' loco, el cráneo perforado por una bala".
Un pequeño puente de madera conduce hacia la casa del difunto jefe espiritual. "Dentro, diez cuerpos [...] tirados en algunas camas o por el suelo entre montones de libros y de dosieres", explicaría el periodista sobre una de las masacres más inexplicables de la historia.
Agencia AFP
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