El viaje humanitario de Enrique Piñeyro a Sudán: “Nos conmueve que alguien venga desde la Argentina a traernos ayuda”
El piloto y filántropo argentino emprendió un complejo viaje con 12 toneladas de asistencia hacia el país africano que vive un drama con una sangrienta guerra civil que ya lleva un año y medio
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PUERTO SUDÁN.- El piloto de aviones y filántropo argentino Enrique Piñeyro definió como “un logro humano y logístico” la posibilidad de descargar finalmente este miércoles 12 toneladas de ayuda -comprada por su propia organización benéfica Solidaire y transportada en su Boeing 787- en esta ciudad portuaria ubicada junto al Mar Rojo, en Sudán, un país que vive lo que es definido por Naciones Unidas como el mayor desastre humanitario de la actualidad.
“La llegada en medio de una guerra civil fue complicada porque por el conflicto se dejaron de actualizar las cartografías y el avión no terminaba de entender adónde estábamos llegando. Finalmente tuvimos que desconectar todo y hacer un aterrizaje manual, confiando más en lo que veíamos que en lo que nos mostraban los instrumentos”, explica a LA NACION desde la cabina de mando de su avión.
“Pero el mayor logro de este operativo fue demostrar que se puede ayudar a Sudán. Esta es una crisis olvidada por muchos grupos humanitarios que invocan dificultades de todo tipo. Pero, teniendo los recursos, pudimos sentar el precedente de que se puede hacer”, agregó.
Al llegar a Puerto Sudán, Piñeyro fue recibido en el aeropuerto por una comitiva encabezada por Aida Elsayed, secretaria general sudanesa de la Media Luna Roja –la filial de la Cruz Roja de los países islámicos-.
“Ni siquiera los países árabes se acuerdan ya de nosotros, y nos conmueve que alguien venga desde la Argentina a traernos ayuda”, comentó Elsayed a LA NACION mientras observaba la descarga de los 45 pallets desde la bodega del avión de Solidaire.
La carga comprada por Solidaire en Madrid, consistía en 3200 frazadas –para un país en gran parte desértico de temperaturas extremas-, 780 bidones de agua, 462 utensilios de cocina (ollas, sartenes, fuentes, etc.), 900 lonas para tiendas de campaña, y 900 redes para mosquitos, debido a las epidemias de dengue y chikungunya.
La guerra civil que comenzó en abril del año pasado a Sudán, en el “cuerno” oriental de África, suma más catástrofes a las crisis interminables que se vienen sucediendo en este país desde el genocidio en la región occidental sudanesa de Darfur en 2003 y luego la sangrienta caída en 2019 de la dictadura de 30 años de Omar al-Bashir, un militar acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad por la Corte Penal Internacional. La crisis sudanesa causa una de las más graves hambrunas de la historia mundial y la peor desde la ocurrida en China hace 65 años.
Los números de Sudán dan espanto y se cuentan por millones. Los combates entre las Fuerzas Armadas de Sudán (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), una milicia rebelde que en su momento tuvo entrenamiento del Grupo Wagner del ruso Yevgueni Prigozhin, provocaron ya que siete millones de personas fueran desplazadas de sus regiones para buscar refugio en zonas más seguras del país. Dos millones huyeron directamente a otros países, sobre todo, Chad, igualmente pobre. El total de nueve millones de refugiados, que es hoy la mayor cifra del mundo, incluye a dos millones de chicos menores de cinco años. Se estima además que unas 20.000 personas ya han muerto en el conflicto.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en una población que hace dos años era estimada en 47 millones de habitantes, hay 27 millones que necesitan asistencia humanitaria y 18 millones sufren de inseguridad alimentaria severa; 14 millones de ellas son chicos. La mayor parte de la infraestructura sanitaria está paralizada y el sistema de salud, que ya de por sí era deficiente, está al borde del colapso. Mientras aumentan las enfermedades infecciosas, más del 70% de los hospitales ya no funciona, dejando a dos tercios de la población sin acceso a la salud.
“La dimensión de la tragedia de Sudán es tan grande que yo sé perfectamente que lo que estoy haciendo es una gota en un mar, pero no puedo dejar de hacerlo si lo puedo hacer”, confesó Piñeyro, conmovido por el drama sudanés.
Por motivos de seguridad y estricta orden del gobierno sudanés, Piñeyro y el grupo de periodistas argentinos que acompañaron la misión, entre ellos LA NACION, no salió de la zona del aeropuerto. Una hora después de la descarga y la recepción de la Media Luna Roja, el avión volvió a despegar y cruzó nuevamente el Mar Rojo hacia la vecina ciudad de Jeddah, en Arabia Saudita, a 300 km de distancia.
En primera persona
Aunque no se puede ver en primera persona el drama, sí se puede conocer a través de la enorme diáspora diseminada por todo el mundo.
Cuando en Occidente se habla de Emiratos Árabes Unidos (EAU), las primeras imágenes son de la glamorosa ciudad de Dubai y el Burj Khalifa -con 828 metros, el rascacielos más alto del mundo-, o de los lujos orientales que ofrece a bordo la aerolínea Emirates. Pero en la región, hablar de EAU es mencionar a un actor político y militar cada vez más importante en los conflictos bélicos de la zona, ya sea en Yemen como en Sudán.
“No hay dudas que detrás de los rebeldes sudaneses de la RSF están los emiratíes. Hay numerosos reportes de aviones de EAU que aterrizan en zonas controladas por los rebeldes. Y a las fuerzas del gobierno las apoya Irán”, dijo en diálogo con LA NACION el sudanés Rahiem Shadad, de 29 años, que era dueño de una galería de arte en Khartum y ahora vive refugiado en Nairobi, la capital de Kenia. Según le cuentan familiares que aún se encuentran en Khartum, su casa y su galería de arte “ya están totalmente destruidas”.
Su denuncia es refrendada por un artículo reciente del diario norteamericano The Washington Post, con un informe del Observatorio de Conflictos de Sudán, un grupo financiado por el Departamento de Estado de Estados Unidos. El grupo dijo que en un año, desde junio de 2023 hasta mayo de 2024, rastreó 32 vuelos a Sudán de EAU y concluyó con “casi certeza” que se trataba de transferencias de armas de los EAU a las fuerzas rebeldes.
Esta guerra acicateada por dos potencias regionales, EAU e Irán, fue la que provocó un desastre humanitario en el terreno. “El mayor drama que vivimos en Sudán es la falta de agua. En un país desértico es mínima la cantidad de gente que tiene acceso al agua y los pozos están secos”, comentó a LA NACION la sudanesa Amal Osman, que huyó primero con su familia al Líbano y actualmente vive en Madrid con status de refugiada, junto a su esposo y su hija de 7 años.
“Nosotros pudimos escapar de Sudán, pero mi familia que vive allá nos cuenta de una situación terrible de falta de agua y alimentos”, afirmó Osman.
Solidaridad argentino-sudanesa
En el largo viaje desde Buenos Aires hasta Puerto Sudán, con escala en Madrid y en Jeddah, Arabia Saudita, LA NACION habló con Piñeyro sobre cómo nació su vocación solidaria y por qué se interesó en este conflicto del cuerno de África.
“Lo que más me impactó cuando supe de la situación de Sudán fue la dimensión de la tragedia y lo rápido que un desastre más glamoroso tapa al otro y el anterior cae en el olvido, cuando todavía hay millones de personas que están sufriendo. Así vimos por ejemplo cómo la guerra en Ucrania fue tapada por la de Medio Oriente. Fue así que junto a Cruz Roja decidimos poner en marcha este operativo en Sudán a comienzos de este año para volver a poner el foco en las crisis olvidadas”, comentó Piñeyro.
El piloto y filántropo pertenece a la familia Rocca -dueña de Techint, una de las más ricas de la Argentina- y tiene como filosofía de vida el “capitalismo disruptivo”. “No puedo entender que en tantos países no haya nada que te limite la acumulación de dinero. Las grandes fortunas no se redistribuyen solas si el Estado no te obliga. Entonces decidí poner en marcha esto de aprovechar objetos icónicos de lujo del capitalismo, como puede ser un avión privado o un yate privado, para dedicarlos al servicio de la gente más vulnerable. Y eso es lo que hice con mis aviones, y también el buque de Solidaire con el que nos dedicamos a rescatar balseros en el Mediterráneo, donde mueren de cinco a siete personas por día intentando cruzar desde África a Europa. Lo que buscamos es aliviar en parte tanto sufrimiento”, explicó.
La vocación solidaria de Piñeyro tomó fuerza a partir de 2017, luego de una amplia trayectoria que incluyó recibirse de médico, después matricularse como piloto de aviones, trabajar de actor y director de cine (con películas premiadas como Whisky Romeo Zulú (2004), Fuerza Aérea Sociedad Anónima (2006), y El Rati Horror Show (2010).
“Es 2017 estábamos en Somalia en una misión solidaria y pude ver que muchas de las compañías aéreas privadas que habían contratado no tenían una adecuada evaluación de riesgos parar moverse en el espacio aéreo de regiones conflictivas. Y sentí la necesidad de aportar mi experiencia. Eso me impulsó a comprar primero un Boeing 737 y luego un Boeing 787 para ponerlos al servicio de misiones solidarias”, explicó el experimentado piloto, que también es un reconocido investigador de accidentes aéreos.
Piñeyro explicó por ejemplo cómo fue su evaluación de riesgos para este viaje al inestable Sudán donde no sabía ni siquiera si le iban a permitir aterrizar en el aeropuerto local. “En Arabia Saudita esta mañana cargamos combustible para ir y volver cuatro veces a Sudán, para el caso de que nos hicieran dar vueltas antes de aterrizar. Junto a los otros pilotos, en el simulador estudiamos las pistas de aterrizajes de Puerto Sudán y todas las maniobras que nos podrían obligar a realizar por las distintas cabeceras, cómo sería el frenado y las alternativas de escape ante una eventualidad”.
“Finalmente, pudimos lograrlo. Estoy muy contento. Esto es un gran antecedente para nuestra tarea solidaria y para que otras organizaciones puedan volver a poner el foco en estos dramas que vive la Humanidad”, concluyó.
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