En un intento por buscar nuevas condiciones de vida, Mouhamed Oualy se emprendió en un viaje en el que la mayoría de migrantes mueren en el trayecto
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El granjero senegalés Mouhamed Oualy nunca ha estado en el mar, pero está a punto de embarcarse en un peligroso viaje en cayuco, uno que ha convertido el Océano Atlántico en una fosa común. “Los muchachos del barco me han llamado, me han dicho que debería prepararme. Les pido que recen por mí, ha llegado el momento”, dice.
BBC Africa Eye ha obtenido acceso al mundo secreto de los migrantes que esperan llegar a Europa a través de la peligrosa travesía entre África Occidental y las Islas Canarias de España. Y Oualy quiere ser uno de esos migrantes que lleguen al archipiélago, cuyo número ha alcanzado un máximo histórico.
El gobierno regional advierte de que lo que les espera en las rocosas costas del archipiélago es un sistema “desbordado” y “al borde del colapso”, pero nada hará mella en la determinación de Oualy.
Amontonado en cayuco abarrotado, una canoa de pesca tradicional de madera, Oualy podría enfrentarse a días, incluso semanas, a merced de uno de los mares más implacables del mundo.
Desde Senegal, se calcula que la distancia que recorren en mar abierto es de entre 1000 y 2000 km, lo que, según el punto de partida, supone unas diez veces la distancia de otras rutas migratorias que cruzan el Mediterráneo.
Los migrantes, que luchan contra las tormentas y las fuertes corrientes marinas del océano, suelen quedarse sin agua y padecen fuertes mareos y un miedo intenso. Por la noche, rodeados de aguas oscuras, la gente suele delirar, abrumada por el pánico y la deshidratación.
Lejos de la costa, en la región oriental de Tambacounda, en Senegal, los hijos y la familia de Oualy dependen del poco dinero que ganaba con la agricultura.
El hombre de 40 años no los ha visto durante casi un año. El tiempo que lleva viviendo en uno de los principales puntos en la costa de donde parten los botes.
Allí ha estado trabajando como conductor de mototaxi y pidiendo dinero prestado a amigos para reunir los US$1000 dólares que le costaría subir a bordo de uno de los barcos que salen hacia las Islas Canarias. Temiendo que le estafen, ha acordado con los contrabandistas que sólo entregará el importe íntegro si el barco consigue llegar hasta el final.
“Tienes que correr riesgos”
“Nadie sabe qué podría pasarme en estas aguas. Los malos espíritus del mar podrían matarme”, le dice a la BBC desde la seguridad de la playa. “El barco podría volcar y nos ahogaríamos todos. Si te caes al agua, ¿a qué te agarras? La única posibilidad es la muerte, pero tienes que correr riesgos”.
Decenas de embarcaciones han desaparecido con cientos de vidas a bordo. Sin sistemas de navegación adecuados, algunas se desvían de su rumbo y terminan a la deriva a través del Atlántico, hasta llegar a las costas de Brasil.
Si Oualy sobrevive al viaje, espera ganarse la vida para cuidar de su extensa familia, pero mantiene sus planes en secreto para no preocuparlos.
Según el Banco Mundial, Senegal registró un sólido desempeño económico durante la década que comenzó en 2010, pero más de un tercio del país aún vive en la pobreza. “Trabajé en todos los trabajos que puedas imaginar, pero las cosas no mejoraron. Si no tienes dinero, no importas. Soy su única esperanza y no tengo dinero”, dice.
Al igual que Oualy, la mayoría de los migrantes en esta ruta son africanos subsaharianos que huyen de la pobreza y los conflictos, agravados por el cambio climático.
Las Islas Canarias se han convertido en una puerta de entrada principal para los migrantes irregulares y los refugiados que esperan llegar a Europa, especialmente después de que países como Italia y Grecia introdujeran medidas para acabar con otras rutas que cruzan el Mediterráneo desde Libia y Túnez.
Casi 40.000 llegaron en 2023, la cifra más alta en tres décadas. En lo que va del año, ya han llegado a sus playas turísticas más de 30.800, más del doble que en el mismo período del año pasado.
A medida que las condiciones meteorológicas mejoran en el Atlántico, el gobierno de Canarias teme que “lo peor” esté aún por llegar.
En una entrevista exclusiva con BBC Africa Eye, Fernando Clavijo, presidente del gobierno de Canarias, describió un sistema de emergencia “sobresaturado” en el que los rescatistas marítimos, la policía y los voluntarios de Cruz Roja están al límite de sus capacidades.
“La consecuencia es que morirá más gente, no podremos atender a los migrantes como se merecen”, explica Clavijo. “En estos momentos, Europa tiene bloqueado el mar Mediterráneo, lo que hace que la ruta atlántica, que es más peligrosa y letal, se haya convertido en la válvula de escape”.
La BBC habló con miembros de los servicios de emergencia españoles, que pidieron permanecer en el anonimato mientras describían su agotamiento. Uno dijo: “Los trabajadores ya no soportan presenciar la muerte y la devastación”.
En El Hierro, la isla más pequeña del archipiélago, el número de migrantes que han llegado desde principios de 2023 ya ha duplicado con creces la población local hasta casi 30.000.
Clavijo dice que los lugareños no pueden utilizar los autobuses públicos porque todos se están utilizando para transportar migrantes, lo que teme que pueda alimentar la xenofobia y crear malestar social. “Todos tendremos que asumir la responsabilidad, desde la Unión Europea hasta el gobierno español, porque no se puede dejar a las Islas Canarias afrontando esta crisis por nuestra cuenta”.
En la casa de los traficantes
En los últimos meses, el fuerte aumento de llegadas ha alimentado un intenso debate nacional en España sobre cómo abordar la migración irregular, y Canarias pide más ayuda estatal para atender a los que llegan, especialmente a los niños no acompañados.
De vuelta en Senegal, Oualy finalmente ha sido convocado por los traficantes de personas para unirse a otros migrantes en un escondite secreto. Su destino ahora está en sus manos. “Somos muchos, hemos llenado la casa. También hay gente de Mali y Guinea. Nos llevan en pequeñas embarcaciones de 10 a 15 personas hasta que llegamos al barco grande, luego nos vamos”, dice.
Para sobrevivir al largo viaje, Oualy solo ha llevado unas pocas botellas de agua y un puñado de galletas.
Durante los dos primeros días, está constantemente enfermo. Se mantiene de pie la mayor parte del tiempo por la falta de espacio y duerme en agua de mar mezclada con combustible. También se queda sin agua y tiene que beber del mar.
Algunas personas en el barco comienzan a gritar y deliran. La tripulación les dice a los demás que los sujeten para que no se caigan por la borda o empujen a alguien más.
Según datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la ruta del Atlántico se está convirtiendo rápidamente en la travesía migratoria más mortal del mundo.
Se estima que 807 personas han muerto o desaparecido en lo que va de 2024, lo que supone un aumento del 76% en comparación con el mismo período del año pasado.
Pero es probable que el número de víctimas sea significativamente mayor, porque los accidentes mortales tienden a no registrarse en esta ruta. “Cada 45 minutos, un migrante muere tratando de llegar a nuestras playas. Esto significa que las mafias del tráfico son cada vez más poderosas”, afirma Clavijo, haciendo referencia a datos procedentes del grupo español de derechos humanos “Caminando Fronteras”.
US$150 millones al año
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito estima que los delincuentes ganan alrededor de US$150 millones al año en esta ruta.
“Las mafias que organizan los viajes se han dado cuenta de que esto es como el tráfico de drogas, con pocas posibilidades de ser detectados”, explica a la BBC el teniente Antonio Fuentes, de un equipo de la Guardia Civil española creado para luchar contra los contrabandistas.
“Para ellos, un migrante es una mera mercancía. Transportan personas como podrían transportar drogas o armas. Son simplemente víctimas”.
Para entender mejor estas redes criminales, la BBC habló con un contrabandista senegalés que organiza viajes en barco, que pidió permanecer en el anonimato. “Si coges un barco grande, uno que puede llevar de 200 a 300 personas, y cada uno de ellos paga alrededor de 500 dólares, estamos hablando de mucho dinero”, dice.
Cuando se le pregunta sobre su responsabilidad penal como traficante, en un viaje que ha matado a muchas personas en su comunidad, el contrabandista no se arrepiente y le dice a la BBC: “Es un crimen, quien sea atrapado debería ser encarcelado, pero no hay solución”. “Verás gente en el agua que ha muerto, pero los barcos siguen avanzando”.
Durante cinco días, la BBC no recibe noticias de Oualy. Entonces, una noche, llama. “El motor se estaba calentando y el viento era tan fuerte que algunos de los pescadores sugirieron que nos dirigiéramos a Marruecos. Pero el capitán se negó. Dijo que si nos movíamos lentamente, estaríamos en España a las 6 de la mañana”.
A Oualy le faltaba menos de un día para llegar a las Islas Canarias cuando el motor del barco empezó a fallar y muchos de los migrantes, temerosos de que los vientos fueran más fuertes una vez que se adentraran más en el océano Atlántico, se rebelaron contra su capitán. “Todos empezaron a discutir y a insultarse. El capitán cedió y regresó a Senegal”.
Oualy sobrevivió al viaje, pero sufrió heridas y tiene graves problemas de salud. Padece dolores constantes y se mueve lentamente.
Después de un año planeando el viaje, Oualy ha vuelto al punto de partida y ha regresado con su familia. Intenta ahorrar suficiente dinero para otro pasaje. “Deseo volver e intentarlo de nuevo. Es lo mejor para mí. Si muero, es la elección de Dios”.
Si Oualy llega a Europa, es probable que no vea a su familia durante años. Si muere en el mar, lo perderán para siempre.
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