Empresas zombis, la matriz de una eventual recesión
NUEVA YORK.- Aunque durante el fin de semana la Reserva Federal norteamericana (Fed) rebajó la tasa de interés de referencia y recompró letras del Tesoro, los mercados del mundo se desplomaron no bien abrió la ronda del lunes. El coronavirus amenaza con desatar una ola de contagio financiero en una economía mundial cuyos puntos vulnerables son muy distintos de los que precedieron a la crisis financiera global de hace 12 años.
Hoy, el mundo está tanto o más endeudado, y de maneras más graves que en 2008, cuando se desató la última gran crisis. Pero los pozos de deuda más grandes y riesgosos ya no son los hogares y bancos de Estados Unidos, que después de aquella crisis tienen frenos regulatorios, sino las grandes corporaciones de todo el mundo.
Las empresas enfrentan la perspectiva de una interrupción brusca de su flujo de efectivo y las más expuestas son las nuevas generaciones de empresas, que ya tenían problemas para pagar sus créditos. Este grupo incluye a las empresas "zombis", que ganan tan poco que ni siquiera llegan a pagar los intereses de sus deudas, y que solo sobreviven contrayendo nuevas deudas.
La distopía hecha realidad de los aeropuertos desiertos, los trenes vacíos y los bares cerrados ya son un daño enorme para la actividad económica. Y cuanto más dure la pandemia, mayor el riesgo de que esta brusca caída tome la forma de una crisis financiera donde la bancarrota de las empresas zombis genere un efecto dominó de defaults privados, como lo hicieron las hipotecas basura en 2008.
Durante los últimos cien años, las recesiones casi siempre se desataron por un período sostenido de altas tasas de interés, nunca con un virus. El daño que las infecciones le infligían a la economía mundial nunca solía durar más de unos tres de meses. Pero la actual pandemia histórica encuentra al mundo cargado con niveles de deuda récord.
Los bancos centrales de todo el mundo se están desayunando con la perspectiva de que al cortarse el flujo de efectivo se engendre una crisis financiera como en 2008. Por eso el domingo la Fed tomó drásticas medidas de alivio, extraídas literalmente de las enseñanzas que dejó la crisis de 2008. Como ni siquiera es seguro que esas medidas impidan que el pánico de los mercados se profundice aún más, vale la pena preguntarse por qué el sistema financiero parece estar nuevamente en semejante grado de vulnerabilidad.
Hacia 1980, las deudas del mundo empezaron a aumentar aceleradamente y la desregulación del mercado financiero hizo que prestar y endeudarse fuese cada vez más fácil. Vale la pena recordar que en vísperas de la debacle financiera de 2008, la deuda mundial se triplicó hasta alcanzar un pico histórico equivalente a tres veces el tamaño de la economía global en su conjunto. Ese año la deuda cayó, pero las tasas de interés se hundieron, dando pie a una nueva ronda de endeudamiento.
Dinero fácil
Las políticas de "dinero fácil" que aplica la Fed y replican los bancos centrales de todo el mundo fueron pensadas para fomentar el crecimiento de la economía y estimular la recuperación de una crisis. Por el contrario, gran parte de ese dinero fue a parar al circuito financiero, con sus acciones, sus bonos y su crédito barato a empresas inviables.
Año tras año, la expansión económica fomentó la laxitud de los acreedores, que otorgaron créditos baratos a empresas de dudosa solidez financiera. Hoy la carga de la deuda mundial está nuevamente en niveles récord.
El nivel de deuda de las corporaciones norteamericanas equivale al 75% del PBI del país, batiendo el récord establecido en 2008. De las grandes empresas, las más comprometidas por su nivel de deuda son las del sector automotriz, de hotelería y del transporte, industrias a las que el virus les pega de lleno.
Escondidos dentro ese mercado de 16 billones de dólares de deuda corporativa hay varios agitadores potencialmente problemáticos, como las empresas zombis. Esas empresas son el resultado natural de largos períodos de tasas de interés casi negativas, que empujaron a los inversores a buscar desesperadamente productos de deuda que ofrecieran altos rendimientos, con altos riesgos.
Las empresas zombis representan el 16% de todas las que operan actualmente en la Bolsa de Estados Unidos, y más del 10% en Europa, según el Banco de Pagos Internacionales, el banco central de los bancos centrales. Basta una mirada a esos datos para entender que las zombis predominan sobre todo en el sector de las commodities, como la minería, el carbón y el petróleo, y eso podría representar un revés para la industria del petróleo no convencional, gran motor actual de la economía norteamericana.
Los síntomas de sobrecarga de deuda se están multiplicando al ritmo de propagación del coronavirus, sobre todo en la industria del transporte y el entretenimiento, el sector automotriz, y lo que es peor, la industria petrolera. Atenazada de un lado por el temor a que el virus provoque un desplome de la demanda y del otro por la perspectiva de un excedente de producción, el precio del crudo se hundió por debajo de los 35 dólares el barril, muy por debajo de lo que necesitan muchas petroleras para poder pagar los intereses de sus deudas.
Aunque los inversores siempre exigen mayores rendimientos para comprar bonos emitidos por empresas claudicantes, desde mediados de febrero, la prima que exigen para comprar bonos basura de deuda norteamericana prácticamente se duplicó. El fin de semana pasado, la prima que pedían sobre los bonos basura de las petroleras norteamericanas se acercaba a los niveles que se ven durante una recesión.
Aunque el mundo nunca ha experimentado una recesión inducida por un virus, esta pandemia es muy inusual y sus efectos directos sobre la actividad económica no sólo serán amplificados por su impacto sobre los deudores en problemas, sino también por el impacto de la quiebra de las empresas en los inflados mercados financieros.
Y cuando caen los mercados, millones de inversores se sienten menos ricos y recortan sus gastos. La economía se ralentiza.
Traducción Jaime Arrambide
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