En Francia, la pobreza crece y se ensaña con los jóvenes
Los índices superan a los de la población adulta; el 23% gana menos de 964 euros mensuales y los más afectados son los que carecen de título
PARÍS.- En la segunda economía de la zona euro, la noticia cayó como una bomba: en Francia, 23% de los jóvenes de entre 16 y 25 años son pobres. Creciente fragilidad, exclusión, aumento de las desigualdades, la crisis está dejando al borde del camino al segmento más importante de la sociedad.
Las cifras publicadas ayer en el primer informe del Observatorio del Instituto Nacional de la Juventud y la Educación Popular (Injep) provocaron consternación en un país poco acostumbrado a pensar en su juventud en los mismos términos utilizados para hablar de lejanas poblaciones subdesarrolladas.
La tasa de pobreza de los jóvenes entre 18 y 24 años aumentó cinco puntos desde 2004 y alcanza al 22,5%, cuando es de 14% para el resto de la población.
"Más de un millón de jóvenes se encuentran confrontados a una situación de gran precariedad", señala el informe.
"Asistimos a una reversión histórica de la tendencia: la pobreza afecta más a los jóvenes que a los viejos", señala el sociólogo Olivier Galland. "Lo más preocupante es que el nivel de extrema pobreza [con ingresos inferiores a 40% del nivel de vida promedio] aumentó 38% entre 2007 y 2009", agrega.
Pero si bien los jóvenes son las primeras víctimas de la crisis sus consecuencias no son iguales para todos. El informe del Injep define, en realidad, una profunda línea de fractura entre dos grupos: los diplomados y los que no tienen ningún título. Dentro de esta última categoría, 46% no tienen empleo y reciben pocas ayudas gubernamentales.
El nivel de pobreza -en Francia, un ingreso inferior a 964 euros mensuales- es de 30% para los sin diploma, contra 10% para los diplomados.
Calificado de "intermedio" por los especialistas, el modelo francés carece a la vez de los beneficios del modelo "mediterráneo", donde los hijos permanecen hasta los 30 años con sus padres, y del modelo "nórdico", donde se van antes, pero están muy apoyados por los poderes públicos.
Contrariamente a lo que sucede en otros países de la UE, particularmente en España e Italia, los jóvenes franceses dejan de vivir con sus padres mucho más temprano, alrededor de los 20 años. Este factor, sumado a un acceso restrictivo a las ayudas sociales, explica -según Galland- el actual proceso de pauperización de ese sector.
Cada año, 140.000 jóvenes abandonan el sistema educativo francés sin ningún título. Según la terminología europea, 15% de los que tienen entre 15-29 años son "NiNi" (ni trabajan ni estudian). Casi todos pertenecen a las clases sociales más desfavorecidas, son de origen extranjero y residen en zonas urbanas sensibles.
Esos jóvenes desempleados también se ven marginados en el plano político. Nadie los representa, porque la Unión Nacional de Estudiantes de Francia (UNEF) sólo se ocupa de los estudiantes.
"Nuestros estudios muestran que padecen un profundo sentimiento de abandono y de rencor ante las promesas no cumplidas de la república", señala Galland.
Para el investigador, están reunidos todos los elementos para que la actual situación conduzca a una explosión como en 2005.
En octubre y noviembre de ese año, la muerte de dos jóvenes musulmanes de origen africano en Aulnay-sous-Bois, en la periferia parisina, provocó 11 noches consecutivas de violencia.
Como en Francia, las cifras del desempleo de los jóvenes en Europa dan frío en la espalda: desde que comenzó la crisis, la tasa de desocupación de ese segmento social aumentó 50%. De 15% en enero de 2008 pasó a 23,4% en octubre de 2012, según el instituto europeo de estadísticas Eurostat.
España y Grecia son las primeras víctimas de ese flagelo y registran catastróficos niveles que alcanzaban respectivamente 55,9% y 57% (en agosto 2012). Alemania es el país que está en las mejores condiciones, con 8,1% de jóvenes desempleados.
Portugal (39,1%), Irlanda (29,9%), Italia (36,5%) y Eslovaquia (30,1%) superan la barrera fatídica del 30%. Austria (8,5%) y Holanda (9,8%) figuran, por el contrario, entre los buenos alumnos de la UE.
Francia es, en todo caso, uno de los países europeos donde el sentimiento de integración de la juventud es el más débil.
"Vivimos en una gerontocracia", concluye Galland. "En una sociedad de viejos, donde sólo los jóvenes de las clases medias y superiores tienen oportunidades, gracias a los títulos y a las redes establecidas por sus familias."
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