Europa prepara un drástico cambio político
ROMA.- La Unión Europea (UE) no se llamará Estados Unidos de Europa, como tanto temían los eurofóbicos, sino que seguirá teniendo el mismo nombre.
Tendrá un superpresidente , que durará en el cargo por lo menos dos años y medio, y un supercanciller , es decir, un ministro de relaciones exteriores con amplias funciones y poder efectivo.
Después de su división ante la guerra en Irak, la UE dio a conocer ayer en Bruselas el último borrador de su futura Constitución, con la que busca evitar que se repitan situaciones como la de hace unos meses, cuando los quince países integrantes del bloque se dividieron en dos bandos: los que apoyaban a los Estados Unidos en su ofensiva contra el líder iraquí, Saddam Hussein, y los que se oponían. Un papelón que con un supercanciller de la nueva Unión Europea, como se vislumbra, ya no debería suceder en el escenario que plantea la futura Constitución.
En Bruselas, los "padres" de la Carta Magna de Europa trabajan contra reloj para presentar un proyecto final al Consejo Europeo, que se reunirá en Grecia el 20 de junio. A partir de entonces, una conferencia intergubernamental negociará un nuevo tratado que, de a ser aprobado antes de fines de año, podría firmarse en esta capital, ya que desde julio Italia tendrá a su cargo el semestre de presidencia europea. Este nuevo Tratado de Roma reemplazaría el famoso Tratado de Roma de 1957, que dio vida a la Comunidad Europea.
Si bien el premier Silvio Berlusconi, futuro presidente de turno de la UE, sueña con este escenario -es más, hace unos días confesó que la bellísima Villa Borghese podría ser la "sede ideal" de esta histórica firma-, se cree que, debido a fuertes discrepancias entre los socios, hará falta más tiempo, y que no habrá Constitución europea hasta los primeros meses de 2004 (entonces la presidencia de la UE ya no estará en manos italianas). Como es sabido, las peleas más duras se dan entre países grandes y países pequeños, siendo éstos últimos los que temen perder peso a través de la nueva Constitución, y por temas tan espinosos como la soberanía de los Estados y el reparto de poder.
Big bang europeo
Más allá de los desacuerdos, la UE necesita con urgencia reescribir y rearmar su arquitectura institucional antes del 1° de mayo del año próximo, cuando se materializará la ampliación del bloque de 15 a 25 Estados, con la incorporación de 10 nuevos países, muchos ellos, como Polonia, del Este ex comunista.
El desajuste que implica esta ampliación -es como si el Mercosur pasara de golpe a tener 14 países miembros- es visto aquí como una suerte de "big bang". Una ampliación que no sólo obliga a nuevas reglas, equilibrios y reformas estructurales e institucionales, sino que sobre todo significa un desafío inmenso, que algunos hasta ven como "la última oportunidad de una Europa unida", como suele afirmar el ex presidente francés Valery Giscard D´Estaing, titular de la Convención de 105 miembros encargada de elaborar las propuestas para la futura Carta Magna.
Según el último borrador, no sólo se dejó de lado la idea de rebautizar la UE como "Estados Unidos de Europa" -algo que aborrecían los euroescépticos del Reino Unido y de Dinamarca-, sino que también se eliminó el adjetivo "federal", reemplazándolo con "comunitario", una expresión más suave.
Dividido en cuatro partes, que incluyen una Carta de Derechos fundamentales que había sido aprobada por los Quince en Niza, el borrador de la futura Constitución está formado por 406 artículos, que van desde los objetivos de la UE a las relaciones con terceros países y a la ayuda humanitaria.
Además de tener "personalidad legal", la UE tendrá un nuevo presidente estable (que muchos ya llaman superpresidente) que será electo por los demás líderes, que durará en el cargo al menos dos años y medio, y que deberá ser un ex jefe de gobierno o un primer ministro en funciones de uno de los Estados miembros.
Actualmente, la presidencia de la UE es rotativa y se renueva cada seis meses. Este tema genera grandes divisiones, y el mismo Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea (el órgano ejecutivo de la UE) criticó la idea del superpresidente, impulsada por Giscard D´Estaing, porque según él "no constituye una simplificación, sino, al contrario, una superposición de poderes".
En otro punto fundamental, el borrador determina que los líderes de la UE también elegirán a un ministro de relaciones exteriores (o supercanciller), que deberá conducir la política exterior de la UE y llevar adelante las acciones de política exterior acordadas por los países miembros. Su trabajo incluirá todo lo que tenga que ver con políticas de Defensa y Seguridad.
Actualmente, la política exterior de la UE es inexistente -como quedó demostrado con la guerra en Irak- y no hay un canciller, sino tan sólo representantes del área: el español Javier Solana, que es alto representante para la política exterior y la seguridad común, y el británico Chris Patten, que es comisario de relaciones externas.
También el cargo de supercanciller genera fuertes discrepancias, especialmente de parte del Reino Unido (el aliado número uno de Estados Unidos), que no acepta semejante salto. La política exterior "toca el corazón de la soberanía nacional", advirtió recientemente Peter Hain, representante de Londres en la Convención.
Políticas económicas
En cuanto a la economía, otra cuestión candente, el borrador suavizó las divergencias al afirmar que "la UE coordinará las políticas económicas de los Estados miembros, estableciendo amplios marcos para estas políticas". Quedó en veremos la idea de nombrar a un ministro europeo de Finanzas semipermanente que dure dos años en el cargo.
Mientras que la UE se compromete a respetar el status jurídico de las distintas iglesias y asociaciones o comunidades religiosas de sus Estados miembros, como indica el borrador, aún se desconoce si el Preámbulo de la futura Constitución hará una referencia explícita a las raíces cristianas de Europa, algo que pide encarecidamente el Papa.
Las propuestas
Giscard d´Estaing
- Elección de un presidente del bloque comunitario por el voto popular y con amplios poderes.
- Elección de un canciller europeo, al frente de una política exterior común con fuerte respaldo.
- Aprobación de una "carta de derechos" fundamentales con fuerza legal, que incluya también políticas sociales y laborales.
- Se abandona la propuesta de rebautizar al bloque con el nombre de Estados Unidos de Europa.
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