John Ikenberry: "Pareciera que Egipto volvió a la línea de largada, pero en realidad es peor que eso"
El prestigioso académico norteamericano cree que la violencia generó miedos y resentimientos, que alejan una salida democrática
La espiral de violencia en Egipto creó un panorama sombrío sobre el futuro de ese país, un actor clave en el conflictivo Medio Oriente. Tanto que un rápido regreso a la democracia es una alternativa cada vez más lejana para superar la crisis, consideró en una entrevista con la nacion John Ikenberry, uno de los más prestigiosos especialistas en política internacional de Estados Unidos, de visita en la Argentina como invitado de la Universidad de San Andrés y la Comisión Fulbright.
-¿Cuál cree que podría ser la salida para el conflicto después de los últimos trágicos episodios?
-Dado el grado de violencia que vimos en estos días, no veo factible un retorno a la democracia en Egipto en lo inmediato. Los Hermanos Musulmanes se resisten a regresar a las reglas para que vuelva a haber ofertas electorales de los militares. Pareciera que Egipto volvió a la línea de largada. En realidad, es mucho peor que eso, porque la violencia generó nuevos miedos y resentimientos.
-¿Por qué cree que se llegó a esta escalada en el conflicto?
-Todos los bandos erraron en los cálculos, y con resultados letales. Los Hermanos no aprovecharon su victoria electoral para construir una coalición amplia y estable que diera sustento a su gobierno. Y los militares calcularon mal al usar la fuerza e imponer su voluntad.
-¿Qué rol debería adoptar la comunidad internacional?
-No puede hacer mucho, pero tiene que usar el poder de presión que tenga para que los militares dejen de reprimir. Y en eso, Estados Unidos tiene un papel especial.
-Dado la relación que tiene Estados Unidos con Egipto, ¿cómo piensa que debería haber actuado el gobierno?
-No sé si en un momento tan crítico Estados Unidos podría haber presionado más para lograr moderación y enfriar los ánimos, pero visto en retrospectiva, es cierto que parece que no hizo lo suficiente.
-En cuanto a otro de los conflictos en la región, ¿qué resolución podría tener la guerra en Siria?
-Es realmente un conflicto de difícil desenlace. Yo me opongo a que Estados Unidos se involucre directamente. Creo que vi esta película antes. Es decir, Estados Unidos se involucra dando ayuda limitada a los rebeldes, como ocurrió, y como eso no resuelve los problemas tiene que haber una intervención mayor. Entonces se empiezan con vuelos militares sobre Siria, luego se envían tropas. Y entonces el país queda implicado en el éxito de los rebeldes, y por ende en cualquier sistema político que emerja. Es la receta para una frustración interminable.
-¿Cómo afecta en esta situación los recientes roces entre Washington y Moscú, aliado del régimen de Bashar al-Assad?
-Es una pena que la relación con Rusia se haya deteriorado, porque ésa hubiese sido una de las llaves para lograr un acuerdo político, en el sentido de un gobierno post Al-Assad con el que Moscú pueda convivir. Pero de ninguna forma estamos cerca de lograr un acuerdo que termine con el conflicto.
-¿Podría Estados Unidos justificar una intervención por la amenaza de que Siria se convierta en refugio para terroristas?
-Es cierto que hay más terroristas en Siria, y que la violencia genera oportunidades para que los extremistas se involucren en el conflicto. Pero no pienso que haya una solución a ese problema que Estados Unidos pueda implementar con una intervención. Debemos estar preocupados por ello, pero no creo que la clara presencia de terroristas sea suficiente para justificar una intervención a gran escala.
-¿Cree que en los últimos años el liderazgo mundial de Estados Unidos se ha visto diezmado?
-Creo que Estados Unidos es aún profundamente necesario como líder mundial y creo que gran parte del mundo piensa eso también, a pesar de que muchos quieren ver un liderazgo compartido, y el acomodamiento de los países emergentes, como China, la India, Brasil, Sudáfrica, Turquía, Indonesia. En el largo plazo, hay una necesidad de ver a esos países totalmente integrados en el sistema global. Por ejemplo, el G-20, que Obama ha defendido, es una especie de símbolo de ese nuevo sistema que está emergiendo en el mundo. Y todo eso es bueno, pero creo que una cosa que los líderes de la diplomacia norteamericana aprendieron de la administración Obama es que la transición hacia un nuevo orden mundial va a ser más lenta de lo que muchos creían. Y Estados Unidos aún tiene un rol indispensable que cumplir en seguridad e incluso en la economía.
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