La doble tragedia de una viuda del tiroteo
WASHINGTON (ANSA).- "No puedo creer que me haya pasado otra vez", repite Priscilla Daniels, de 46 años. Su esposo, Arthur Daniels, de 51 años, fue una de las 12 personas que hace tres días murieron en el centro naval en Washington por los disparos de Aaron Alexis. El hijo menor de ambos, Arthur A., también fue asesinado a tiros en la calle hace apenas cuatro años. Padre e hijo murieron baleados por la espalda.
The Washington Post publicó ayer la historia de la familia Daniels. Priscilla y Arthur tenían 30 años de casados y tuvieron cinco hijos (cuatro varones y una mujer) y nueve nietos. Se habían conocido en la escuela.
Arthur Daniels trabajaba para una empresa contratista, encargada de arreglar y colocar muebles de oficina en el edificio 197 del Navy Yard. El lunes pasado, cuando el matrimonio se levantó, la mujer le pidió a Arthur que no fuera a trabajar, que aprovechara el día de lluvia para quedarse en casa con ella. Pero él le contestó: "Hay cuentas que pagar, debo ir a trabajar". Ésa fue la última vez que se vieron.
Todos los hijos varones del matrimonio se llaman Arthur en honor a su padre, y en el barrio eran distinguidos por la inicial del segundo nombre. Arthur A., de 14 años, fue asesinado a tiros en 2009, en una calle de Washington, mientras caminaba de regreso a su casa.
Al igual que el asesino de su esposo, Aaron Alexis, el hombre que mató al hijo de Priscilla, Ranson Perry Jr., también había tenido problemas con la justicia por diversos episodios relacionados con armas de fuego.
Otro de los hermanos Daniels, Arthur V., cumple una condena de 27 años de cárcel por haber atacado a una anciana de 87 años para robarle el auto.
Tras conocerse el caso de Priscilla, el alcalde de Washington, Vincent Gray, llamó por teléfono ayer a la mujer para darle el pésame y le preguntó si tenía seguro de vida. Cuando escuchó la respuesta negativa, Gray prometió mandar alguien de su oficina para hablar de ello.
En el living de la casa de los Daniels -que esta semana estuvo lleno de visitas que iban a dar sus condolencias a la familia-, hay un pequeño altar con fotos del hijo asesinado. Ahora Priscilla tiene que hacer otro, esta vez de su esposo.