La violencia es realidad y sensación en la Argentina
Millones de hechos delictivos por año en todo el país. Altísimo nivel de descreimiento de la población en cuanto a la eficacia de las agencias policiales y de justicia, que se traducen en la falta de denuncia de las víctimas ante la ausencia de fórmulas oficiales efectivas para bajar una tasa de criminalidad que, en líneas generales, no ha dejado de crecer en la última década.
A diferencia de lo que parecen percibir hoy los europeos occidentales, en los grandes conglomerados urbanos de la Argentina la inseguridad es hoy sensación y realidad a la vez. Las crónicas periodísticas y los reclamos de la gente permiten inferirlo. Las cifras oficiales, al cabo, no hacen más que confirmar esa máxima.
Según estadísticas de la Secretaría de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios de la Nación, el número de episodios criminales aumentó, entre 1989 y 1996, un 400 por ciento. Desde entonces, los meses en los que las cifras no siguieron en lento pero seguro crecimiento pueden contarse con los dedos de una mano.
El titular del área, Mariano Ciafardini, aseguró a LA NACION que cada año se cometen en el Gran Buenos Aires no menos de 2.800.000 delitos contra la propiedad, esto es, robos y hurtos en todas sus formas. Otros 800.000 tienen como escenario la ciudad de Buenos Aires.
Más del 70 por ciento de esos episodios no quedan registrados en las estadísticas criminales oficiales, pues las víctimas se abstienen de hacer las denuncias, ya sea por temor a eventuales represalias de sus victimarios o porque pocos creen aún que las autoridades obtengan algún tipo de éxito en la persecución penal de los delincuentes.
Menos eficacia, más víctimas
Las cifras no dejan lugar a duda: mientras millones de delitos fueron cometidos, el año último los tribunales dictaron sólo 18.377 sentencias en todo el país y el índice de esclarecimiento de crímenes continuó en su valor histórico promedio, por debajo del tres por ciento.
No surgen mejores noticias de las estadísticas de victimización: al menos uno de cada diez habitantes del conurbano y de Rosario ha sido víctima de un robo con violencia en el lapso de un año. En ese período, un seis por ciento de los porteños sufrió en carne propia la ola de inseguridad. No resultaron distintas las cosas en las ciudades de Córdoba y Mendoza.
Según Ciafardini, la actual situación argentina, con altísimos niveles de desocupación y de marginalidad, no augura un descenso de la criminalidad en la Argentina.
Pero no parece ser eso lo peor: el secretario de Política Criminal sostuvo que el mayor peligro no es el eventual aumento de la cantidad de hechos de violencia, sino el potencial crecimiento del número de asesinatos derivados de esa violencia.
Las últimas cifras demuestran que la tasa de homicidios en la Argentina es de 12 casos cada 100.000 habitantes: seis veces más que hace tres décadas y el mismo nivel registrado en París el año último.
No son equivalentes las situaciones de las naciones de la Unión Europea y de los países de la deprimida América latina de cara al problema de la inseguridad. Afirma Ciafardini que los europeos son países ricos rodeados de Estados pobres y que sus eventuales problemas con el delito tendrían su origen en el excedente de una inmigración que busca, sin éxito, acceder a los beneficios de la bonanza económica en un escenario de incipiente recesión.
La Argentina, por cierto, no tiene hoy ese problema con sus vecinos. Más aún: no son pocos los que, por estos días, han decidido armar sus valijas para ir hacia Europa en busca de bienestar económico y, curiosamente, de la seguridad que, aquí, sienten perdida para siempre.
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