Las lecciones de Chile
Según Aristóteles, la realidad se puede decir "en acto", que es lo que ella es hoy y aquí, y "en potencia", que es aquello que puede llegar a ser. Chile, cuya potencia es limitada, la ha actualizado con eficacia. La Argentina, cuya potencia es extraordinaria, no ha sabido actualizarla.
Chile, por ello, no tiene mucho que aprender de la Argentina porque las limitaciones que padece no provienen de su impericia sino de la Naturaleza. Pero la Argentina tiene mucho que aprender de Chile porque, si lo hiciera, podría actualizar la enorme potencia que le ha brindado la Naturaleza.
El domingo último, hubo en Chile elecciones parlamentarias. La concertación de centroizquierda que lo gobierna desde el regreso de la democracia en 1990 retrocedió ligeramente sin perder su estrecha mayoría en el Congreso. La coalición opositora de centroderecha avanzó hasta pisarle los talones al oficialismo.
Dentro de cada grupo de partidos, por otra parte, hubo significativos desplazamientos. El socialismo del presidente Ricardo Lagos se adelanta a la democracia cristiana. La UDI del alcalde de Santiago Joaquín Lavín se convirtió en el partido dominante de la centroderecha. Como aquél no puede ser reelecto y éste creció en los comicios del domingo, las perspectivas presidenciales de Lavín para 2005 han aumentado.
Pinochet y después
En 1973, el general Pinochet derrocó al presidente Allende, interrumpiendo su proyecto comunista. Después de 17 años de autocracia, Pinochet le dejó a Chile una pésima herencia en materia de derechos humanos y una excelente herencia en materia económica. En 1990, la concertación de centroizquierda inauguró el tiempo democrático un año después de que hiciera lo mismo entre nosotros el presidente de centroizquierda Raúl Alfonsín. Pero en tanto la centroizquierda chilena respetó el modelo económico que le venía de la dictadura militar, la centroizquierda argentina, que no había heredado ningún modelo económico viable de la dictadura militar, tampoco atinó a fundarlo.
El modelo económico chileno se basa en concentrar las energías del país en las exportaciones. A resultas de ello Chile, que exporta cerca del 30 por ciento de su producto bruto, ha venido creciendo por años a un ritmo del 7 por ciento anual. La Argentina, que exporta solamente el 8 por ciento de su producto bruto, decreció durante los años ochenta y ha vuelto a decrecer desde 1998.
Pero el ritmo chileno de crecimiento ha descendido ahora a un 3 por ciento anual, en parte por la recesión mundial y en parte porque, si bien la centroizquierda respetó el modelo exportador de Pinochet, no le ha brindado la nueva energía "capitalista" que querría inyectarle la centroderecha de Lavín.
Después de las elecciones del domingo, Lagos ha prometido enfatizar más que antes lo social. Moralmente encomiable, un mayor esfuerzo social sin adecuada base económica sería ineficaz. El desempleo ha subido hasta cerca del 10 por ciento. Tanto el 3 por ciento de crecimiento económico como el 10 por ciento de desempleo suenan a música celestial en una Argentina en plena depresión y próxima al 20 por ciento de desempleo. Ello no obsta para que Lavín y los suyos acusen al oficialismo de haberse dormido en los laureles.
El "modelo chileno"
Políticamente ordenada, dotada al igual que los países desarrollados de una centroizquierda racional y una centroderecha enérgica, habiendo fundado su progreso sobre la competitividad internacional cuyas posibilidades se acrecientan ahora que el presidente Bush está logrando que el Congreso lo autorice a negociar la integración comercial hemisférica mediante la "vía rápida" ( fast track ) que Chile aprovechará antes que nadie, manejada por una auténtica clase dirigente, la nación transandina podría llegar primera en América Latina junto con México, que ya se beneficia con el Nafta y también exporta cerca del 30 por ciento de su producto bruto, a la ansiada orilla del desarrollo económico.
Situada en las antípodas del modelo chileno, la Argentina podría extraer de él valiosas lecciones. La mayor de todas es que, siendo ambos países económicamente chicos y socialmente pobres, Chile ya lo sabe y la Argentina, fascinada por su enorme "potencia", todavía no.
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