El príncipe heredero saudita busca superar la dependencia de su país de la industria del petróleo, pero las acusaciones por violaciones de los derechos humanos son una enorme traba para sus aliados más estrechos
La biografía del hombre que heredará el reino más rico de Medio Oriente tiene un antes y un después de una fecha.
Ante los ojos del mundo, la imagen del príncipe de Arabia Saudita Mohammed ben Salman (MBS) nacido en 1985 en cuna de oro -oro negro, en su caso-, tuvo un giro brusco a sus 33 años, el 2 de octubre de 2018.
Hasta ese momento -mientras la salud de su padre, el rey Salman, comenzaba a deteriorarse- MBS era visto internacionalmente como la mejor proyección a futuro de una monarquía cuya larga historia había mostrado transformaciones fabulosas.
Hasta 1938 el reino fue uno de los países más pobres del mundo, poblado de beduinos analfabetos que vivían de una agricultura muy limitada en un terreno desértico. También tenían los ingresos que dejaban los peregrinos de los sitios sagrados islámicos. Pero aquel año, con el descubrimiento de abundantes reservas petroleras bajo sus pies, la suerte de los sauditas cambió diametralmente y el crecimiento del país se disparó hasta llegar a ser hoy el mayor exportador mundial de petróleo.
De todas maneras, es sabido que los hidrocarburos tienen fecha de vencimiento probablemente en algún momento de este siglo, y es ahí donde, con esta conciencia, MBS se convirtió en el gran impulsor de la modernización cuando lanzó en abril de 2016 su gigantesco plan Visión Saudita 2030 para reducir la dependencia del petróleo, diversificar la economía y desarrollar sectores como salud, educación, infraestructura, recreación y turismo.
Al año siguiente MBS incluso presentó, orgulloso, en el hotel Ritz de París su Visión Saudita 2030 ante los hombres más ricos del mundo para atraer sus inversiones hacia el reino.
Pero no todos los sauditas se sentían encandilados con la proyección de un futuro próspero si las libertades individuales seguían limitadas. Y el gobierno no dudó en lanzar oleadas de arrestos de las voces más críticas.
Ante el temor por el creciente clima represivo, uno de los periodistas más famosos, Jamal Khashoggi (1958-2018) se autoexilió en Estados Unidos el mismo año de la ostentosa presentación en el Ritz, para poder seguir publicando su visión crítica hacia la familia Saúd en The Washington Post.
”La reciente ola de arrestos significa someter a la vergüenza pública a los intelectuales y líderes religiosos que se atreven a expresar opiniones contrarias a las de los dirigentes de mi país. La escena fue bastante dramática: hombres de seguridad enmascarados irrumpieron en las casas con cámaras, filmaron todo y confiscaron papeles, libros y computadoras”, denunció Khashoggi en su primera columna en el diario norteamericano en septiembre de 2017.
La “modernización” impulsada por MBS se refería en efecto, solo a la economía. Khashoggi y otros intelectuales criticaban desde la falta de libertades en general y la represión, hasta la situación de las mujeres y la participación saudita en la guerra en Yemen.
Muerte en la embajada
La última columna de Khashoggi en The Washington Post fue publicada el 17 de octubre de 2018. Allí se lamentaba de las ilusiones frustradas en todo el mundo árabe luego de la Primavera de 2011. Afirmaba que aquellos sueños “se hicieron añicos rápidamente; estas sociedades volvieron al antiguo statu quo o enfrentaron condiciones aún más duras que antes”.
Pero Khashoggi nunca llegó a ver publicada su columna. Su vida quedó trunca 15 días antes y también los sueños de MBS de que el mundo lo viera únicamente como el gran modernizador.
El 2 de octubre Khashoggi fue citado a la embajada saudita en Estambul con el pretexto de entregarle los papeles para su próxima boda con una ciudadana turca.
La última imagen del periodista fue tomada a las 13.14 de ese día por las cámaras de seguridad ubicadas en el exterior de la sede diplomática.
Al ingresar al edificio lo esperaba un escuadrón asesino formado por 15 personas que lo estranguló apenas cruzó la puerta de entrada. “Me estoy asfixiando, quítame esta bolsa de encima... soy claustrofóbico”, gritó, según las grabaciones recogidas luego por el equipo de investigación turca.
Ese equipo determinó también que, según se escucha en la desgrabación de las conversaciones, el asesinato se había producido por orden de MBS.
Meses más tarde, luego de varios desmentidos, el heredero reconoció que el escuadrón asesino estaba integrado por subordinados suyos, pero negó haber ordenado el crimen.
A raíz de la muerte de Khashoggi, varios comentaristas comenzaron a referirse a MBS como “Mister Bone Saw” (”Señor Sierra para Huesos”, en español), un juego de palabras con las iniciales de su nombre, que hace alusión al supuesto uso de una sierra para desmembrar el cuerpo de Khashoggi.
¿Paria?
Por aquellos años el Congreso de Estados Unidos lanzó sanciones contra el reino, y en 2021 el gobierno de Joe Biden, quien en su campaña electoral había prometido convertir a Arabia Saudita en un ”estado paria”, presentó un duro informe en el que afirmaba que MBS aprobó la operación “para capturar o matar” al periodista.
Pero el año pasado, la guerra en Ucrania y la merma de hidrocarburos disponibles para el mercado norteamericano, forzó a Biden a dejar a un lado la firmeza del pasado frente a su segundo socio comercial petrolero, después de Canadá. El presidente viajó a Riad y se saludó cordialmente con una sonrisa y un choque de puños con MBS.
“La administración Biden no ha olvidado sus reclamos contra MBS y el reino. Pero está formulando políticas sobre la necesidad de real politik de que Arabia Saudita coopere con Estados Unidos en una variedad de cuestiones”, explicó a LA NACION Russell Lucas, experto en Medio Oriente de la Michigan State University.
Así, sin mayores avances en la política de derechos humanos ni en la lucha contra la corrupción, MBS vuelve poco a poco a presentarse en sociedad como el gran reformista que busca seguir siendo un socio económico imprescindible para Estados Unidos y el mundo.
“Tanto la diversificación económica como las reformas sociales han comenzado lentamente a dar resultados”, señaló Lucas. Las mujeres pueden conducir automóviles y asistir a espectáculos, se construyeron nuevas salas de cine y se realizaron conciertos al aire libre, la policía religiosa flexibilizó sus controles en las calles, y el país busca hacerse más amigable con los turistas extranjeros. En el terreno internacional, Arabia Saudita está cada vez más cerca de lo que sería un golpe de efecto enorme en Medio Oriente: la reanudación de las relaciones diplomáticas con Israel.
De todas maneras, hoy por hoy, a sus 87 años, el rey sigue siendo Salman, quien fue diagnosticado con Alzheimer. “Si bien las operaciones gubernamentales diarias están a cargo de MBS, el rey todavía mantiene un gran poder simbólico, aunque su salud realmente no le permite influir en las decisiones más importantes”, señaló Lucas.
De esta manera MBS, quien en 2017 fue designado príncipe heredero luego de un golpe palaciego por el que desplazó a su tío, el heredero natural, es ahora quien maneja las riendas del poder.
“El rey Salman gobernó siempre con una relación más colaborativa con sus hermanos, donde él era el primero entre iguales. Pero MBS modela su gestión actual y la futura según el estilo de su abuelo, el rey Abdulaziz (1875-1953), quien concentró todo el poder en sus manos. Sin embargo, es evidente que con el paso de los años MBS está aprendiendo sobre la marcha los límites de su poder, especialmente fuera del reino”, concluyó Lucas.
“Herederos” es una serie de notas sobre los próximos reyes de las monarquías del mundo que analiza cómo se preparan para reinar y en qué contexto van a asumir el trono. Podés acceder a todas las notas en este link.
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