"Ni la guerra ni la paz sumisa funcionan"
Vino a la Argentina para hablar del amor y del poder, y de cómo integrar estas dos fuerzas. Pero Adam Kahane no es un gurú más. Este destacado analista canadiense de 51 años, especialista en la generación de escenarios para resolver conflictos y crisis, está convencido de que la combinación de estas dos dinámicas es la única manera de resolver los conflictos sociales complejos: desde la guerrilla en Colombia hasta el desafío del cambio climático.
En una entrevista con LA NACION, Kahane dijo: "Ninguna de las formas extremas que usamos para resolver los conflictos sociales, la guerra agresiva y la paz sumisa, funcionan". Explicó que el desafío es unir el poder, entendido como el impulso hacia la autorrealización, y el amor, definido como el impulso hacia la unidad.
Desde hace 20 años que Kahane ayuda a crear ámbitos de diálogo en sociedades atormentadas como Medio Oriente, Sudáfrica, Guatemala, Colombia y la Argentina. Todo comenzó en Sudáfrica, en 1991, donde aplicó el método de la proyección de escenarios para trabajar sobre la transición del a partheid. Desde entonces, viajó a más de 50 países con el objetivo de resolver conflictos de todo tipo.
A la Argentina llegó en plena crisis de 2001 para participar como facilitador de la Mesa de Diálogo Argentino, la iniciativa ideada por la ONU, la Iglesia y diversas ONG para reunir a todos los actores sociales y revertir la caótica situación del país.
Hoy, diez años más tarde, Kahane, que vino a presentar su nuevo libro, Poder y amor: teoría y práctica para el cambio social -auspiciado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)-, cree que hubo grandes avances en el país, pero que la "polarización y la cultura del no diálogo se han acentuado".
-¿Cree que su teoría puede ayudar a resolver los conflictos sociales de América l atina?
-Sí, esta manera simple de ver las cosas se puede usar en todos los sistemas humanos: la familia, la organización, las naciones y el planeta. Igual no es fácil. La tensión central de la política de América latina es cómo reconciliar el crecimiento, que sería la expresión del poder, y la igualdad, que sería la expresión del amor.
- Pero ¿cómo se puede llevar a la práctica esta teoría?
-Mi contribución es introducir estos conceptos. No inventé el poder y el amor. Les estoy dando un lenguaje a los políticos, a los líderes, a la gente en general para que se den cuenta cuando no equilibran estas fuerzas.
-¿Su teoría se puede aplicar a conflictos en los que la gente tiene ideas opuestas?
-Sí, a grupos que no sólo piensan diferente, sino que quieren matarse entre sí. El prólogo del libro lo escribió el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, con quien trabajé para abordar el conflicto de la guerrilla. Santos cuenta allí una anécdota. Aida Abella, una dirigente de izquierda que se encontró con un empresario de esmeraldas con supuestos vínculos con paramilitares, le dijo a Santos: "¿Usted pretende que me siente con ese señor que me mandó a matar cinco veces?". Le respondió: "Para que no la mande a matar por sexta vez, vaya y siéntese".
-¿En qué caso podrían necesitarse el poder y el amor?
-Esta semana en Sudáfrica, mi país adoptivo, es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Necesitamos todo nuestro poder político, económico, tecnológico y social para cambiar nuestro sistema energético y también una apreciación de las conexiones globales entre nosotros (amor).
-¿Por qué piensa que a la gente le cuesta unir estas dos esferas?
-Hay un malentendido de que tenés que ser del campo del amor o del poder. En política y en negocios hay una idea de que lo único que importa es el poder, y el amor es para la familia y el romance. En cambio en el sector de las ONG y el "religioso" lo único legítimo es el amor. Combinar poder y amor es la única receta para el cambio social. Son degenerativos cuando están aislados y generativos cuando están combinados.
-¿Qué opina de los movimientos de protesta en el mundo?
-Creo que los "indignados" y Ocupa Wall Street son signos de que nuestro sistema político, económico y social está fallando para muchas personas que están usando su fuerza y su voz, lo que llamo poder.
-Estuvo en la Argentina en 2001, ¿cómo ve el país ahora?
-En 2001 había gente que pensaba: "El país no va a existir". En comparación, me parece que las cosas están mejor, pero creo que la polarización y la cultura del no diálogo se acentuaron. De alguna forma, las cosas son más simples en las crisis porque sabés que tenés que hacer algo.
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