Otro posible efecto de la pandemia: más berrinches en las escuelas
En Estados Unidos constataron los cambios de conducta de los alumnos en los colegios con el regreso a las aulas
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NUEVA YORK.- Muchos lectores y amigos me contaron que, este año, sus hijos tuvieron dificultades para adaptarse a la escuela presencial. En el caso de los más pequeños, hay más ansiedad por la separación, lo que significa más lágrimas a la hora de dejarlos en la escuela y dificultades hasta para salir de casa. En el caso de los chicos mayores y los adolescentes, oí que algunos que antes estaban motivados ahora están menos comprometidos. Tal vez se quedaron rezagados durante el aprendizaje a distancia y se sienten desanimados ahora que volvieron al aula. Otros siguen preocupados por el virus y es posible que todavía se estén recuperando por la pérdida de algún familiar.
Muchos usan barbijos y, en muchas comunidades, la obligación de llevarlas está originando acaloradas reuniones del consejo escolar y una sensación de tensión general. Como señaló The Atlantic, una cantidad asombrosa de chicos -al menos 140.000- perdieron a uno de sus padres o a un cuidador a causa del Covid-19. Y un metaanálisis de 29 estudios que analizaban la salud mental de niños y adolescentes de todo el mundo durante la pandemia encontró: “La prevalencia de los síntomas de depresión y ansiedad durante la Covid-19 se duplicó, en comparación con los cálculos previos a la pandemia”. El martes, la Academia Estadounidense de Pediatría declaró que el estado de la salud mental de los niños y adolescentes es una “emergencia nacional”.
Estuve recopilando anécdotas de padres estresados, pero también quería saber qué cambios emocionales observaron los profesores de todo Estados Unidos en sus aulas. Aunque se habló mucho de la pérdida de aprendizaje por la pandemia, el bienestar social y emocional también es una parte clave de la escuela de la que se habla poco.
Todos los profesores con los que hablé tienen más de una década de experiencia docente, y dan clases en una variedad de entornos: urbanos, rurales y suburbanos, con una demografía variada en sus distritos. Es importante señalar que todos afirmaron, en general, que sus alumnos están contentos de volver a las aulas y de relacionarse con sus amigos. Si bien describieron una variedad de nuevos desafíos para este año escolar, la otra respuesta consistente es que muchos chicos tienen un rezago social y emocional, de 6 a 18 meses, en comparación con el nivel que tendrían en un año normal.
Sarah Ott, profesora de ciencias de octavo grado en una escuela pública de Dalton, Georgia, una pequeña ciudad conocida como “la capital mundial de las alfombras”, afirma que ahora sus alumnos son menos maduros. “Solía enseñar en séptimo grado, y era el punto álgido de las payasadas”, dijo. Y agregó que los niños solían hacer parkour por las paredes y todavía llevaban juguetes a la escuela. En años anteriores, sus alumnos de octavo grado no se portaban así, y ahora lo hacen.
Amanda Marsden, profesora de segundo grado en Cape Elizabeth, Maine, una ciudad de unos 9000 habitantes a las afueras de Portland, dijo que sus alumnos no tuvieron un año escolar “normal” porque la pandemia se inició en la primavera, cuando estaban en el jardín de infantes, por lo que hay que enseñarles algunos de los aspectos básicos de estar en un aula. “En realidad, estamos desmenuzando las minucias del día”, dijo. Y explicó que sus alumnos también son mucho más rápidos a la hora de acudir a un profesor con un problema que a la hora de resolverlo por sí mismos porque se acostumbraron a tener un adulto cerca para resolver las disputas cuando aprendían en casa.
También es posible que los chicos actúen de nuevas maneras para llamar la atención de los adultos. “De hecho, la semana pasada un alumno provocó un incendio en el baño de la escuela. ¡Fue la primera vez para todos en mi edificio!”, me escribió en un correo electrónico Nicole Hagle, que enseña inglés en séptimo y octavo grado en Mt. Pleasant, una ciudad universitaria en el centro del estado de Míchigan. Cuando me puse en contacto con ella por teléfono, me dijo que el incendio es solo uno de los comportamientos de búsqueda de atención que ha observado: gritan más, insultan más, se portan mal. “Tenemos que reducir las expectativas de comportamiento”, dijo.
Varios profesores también dijeron que sentían que las controversias públicas sobre el uso de barbijos se habían extendido a las aulas. “No creo que los padres se den cuenta del impacto que tienen en sus hijos”, dijo Hagle. Los cubrebocas son obligatorios en su escuela. “Vemos que los niños son mucho menos cuidadosos, algunos son tercos con el tema de los barbijos”, dijo, y eso es una diferencia con respecto al año escolar pasado, cuando había una sensación de que todos estaban juntos en eso.
Entonces ¿qué se puede hacer para apoyar a los chicos en su adaptación?
En primer lugar, hay que mantener abiertas las líneas de comunicación con los profesores, dijo Marsden. Los chicos pueden estar muy ansiosos en casa y llorar todas las noches, y es posible que el profesor no lo sepa porque no muestra esos comportamientos en el aula. Compartir esta información puede ayudar al maestro. “Quizá tenga que preguntarle un poco más a los niños cómo se sienten”, dijo Marsden, o qué necesita para reforzar el programa de aprendizaje socio-emocional. También puede ayudar al profesor a remitir a la familia a los servicios de salud mental disponibles en la escuela o en la comunidad, si es necesario.
Los profesores agradecen este tipo de ayuda. “Una regla fundamental de la enseñanza en la escuela pública es que hay que encontrar a los alumnos donde están, no donde deberían estar”, dice Chad Pape, que enseña música en la escuela secundaria de Manhattan, Kansas, una ciudad cercana a una universidad y a una base del ejército. “Nuestro trabajo consiste en avanzar desde ese punto”.
No se puede poner una curita sobre una crisis global y todo el estrés, la ansiedad y los estragos que la pandemia causó en nuestras vidas. Suena simplista, pero los padres, los profesores y los alumnos deben tratarse con delicadeza unos a otros, y no pretender que todo sea como antes. Quizás es lo más importante en este momento.
“Veo que los estudiantes realmente quieren recibir más empatía de los adultos”, dijo Josh McKivigan, terapeuta de salud conductual que trabaja en una escuela pública que atiende a estudiantes de séptimo a duodécimo grado en Pittsburgh. “Han tenido que escuchar, ‘sé resiliente’. Se los han dicho durante más de un año. Solo quieren que los adultos den un paso atrás y entiendan su perspectiva, y que les parezca bien pedir ayuda”.
Aunque la pandemia creó numerosos contratiempos para estos chicos, los profesores también ven lo positivo. Sarah Ott, en Georgia, dijo que su grupo actual de octavo grado es más empático que los niños de años anteriores. “Crecieron en ciertos aspectos para adaptarse y sobrevivir a la pandemia”, dijo.
Por primera vez en los 14 años de magisterio de Ott, varios alumnos le dijeron que quieren ser terapeutas o consejeros cuando sean mayores, porque vieron que podían ayudar a sus amigos o familiares a hablar de sus sentimientos durante la pandemia. Estos chicos “desarrollaron habilidades muy profundas”, dijo, y no deberíamos perderlo de vista.
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