Un líder que impulsó la justicia social, pero que concentró el poder
Fueron diez años en el poder en los que, según el propio Rafael Correa , consolidó el "cambio de época" que ofreció en 2006 durante su primera campaña electoral, que lo llevó a romper con una década de inestabilidad política en Ecuador.
Pero en sus años de gobierno en los que buscó impulsar la justicia social, el economista de Guayaquil que irrumpió en la escena política con el partido Alianza País terminó como un líder que concentró todo el poder en el Ejecutivo y se enfrentó a los medios de comunicación.
Su inclinación socialista, que ubicó al país en el eje bolivariano junto a otros gobiernos de la región -con la Venezuela de Hugo Chávez a la cabeza-, colocó a Ecuador en la órbita de la izquierda latinoamericana. "La década ganada", como autorreferencia Correa a los diez años de su gobierno.
Para sus detractores, es un líder prepotente; para sus adeptos, un aguerrido profeta de la verdad. La Revolución Ciudadana, su proyecto político insignia, empezó a circular en 2007 cuando asumió la presidencia. La fuerza de sus discursos y decisiones lo llevaron a ganar múltiples batallas. Una reforma constitucional en 2008 le dio el aval para convocar a elecciones generales en 2009, en las que se impuso en la primera vuelta. A ello se agregaron dos triunfos electorales más: una consulta popular y los comicios de 2013, en las que consiguió la reelección.
Pero también sufrió momentos de turbulencias. En 2010 declaró el estado de excepción por la rebelión de un grupo de policías. Bajo la óptica oficialista, el acontecimiento era un golpe de Estado y la oposición, la principal culpable. En contraposición, los sectores críticos argumentaron que fue una sublevación sobre la cual el gobierno perdió el control. El levantamiento dejó un muerto y varios heridos. Como consecuencia, los medios privados debieron interrumpir sus emisiones en vivo para conectarse a la matriz del canal estatal a riesgo de ser sancionados.
El enfrentamiento del gobierno con los medios generó una catarata de acusaciones por tener un doble rasero en cuanto a la libertad de expresión: en el exterior fue visto como un defensor por la acogida del ex informante de la CIA Edward Snowden y del director de WikiLeaks, Julian Assange, responsables de filtrar información de Estados Unidos. Pero puertas adentro impuso restricciones a los medios privados.
De fuertes convicciones cristianas, Correa presume en su historial de la visita del Papa, en 2015. En un país con una población de 81% de católicos, la presencia de Francisco para muchos fue usada políticamente, ya que Ecuador estaba en medio de una crisis institucional por las leyes tributarias.
Correa dijo el año pasado que 1,9 millones de ecuatorianos salieron de la pobreza; que el promedio de crecimiento del PBI en su gobierno fue de 3,9% y que el 80% de la educación es pública. Pero deja el poder con una economía tambaleante: lleva cinco trimestres consecutivos de contracción que fueron precedidos por un año de estancamiento.
Además, un terremoto sacudió al país en mayo de 2016, y dejó 587 muertos y 25.931 desplazados. Las heridas del impacto aún no cicatrizan y cuando faltan días para terminar su mandato, el presidente señaló que el país debe descansar de él, y él también del país.
Con 53 años se despide del poder, pero según sus cálculos podría volver a ganar las elecciones si se presentara. Sin embargo, reconoce que tiene una deuda pendiente con su familia. Casado con una belga y con dos de sus tres hijos estudiando en Francia, planea ahora vivir en Europa.
María Florencia Baudino