Un recurso estratégico y anacrónico de Obama
RÍO DE JANEIRO.- Desde el fin de la Guerra Fría, para las potencias mundiales la idea de amenaza se convirtió en un "vale todo" que amplió notablemente la brecha ente percepción y realidad. Esa doble vía hizo del mundo un lugar más peligroso y de la paz, algo más incierto.
Es estrecho el vínculo entre la identificación de amenazas y las políticas del poder, lo que quiere decir que existen muchas situaciones de riesgo que no son consideradas como tales por pertenecer a realidades y sociedades que no disponen de los medios para introducirlos en la agenda. La intervención internacional en Haití de 2003, a partir del momento en que ese país es considerado una amenaza para la paz mundial, es un buen ejemplo en este sentido.
América latina representa un caso singular. La ausencia de conflictos entre Estados y de tensiones causadas por diferencias culturales o religiosas garantiza una enorme estabilidad regional. No obstante, la persistencia de problemas sociales, sumada a carencias institucionales crónicas, compromete la capacidad de las autoridades públicas, en sus diversos formatos, para ejercer el monopolio de la violencia de acuerdo con las necesidades de la ciudadanía. Pero ése es un problema "en" la región, y no "de" la región, en la cual convive un colectivo de Estados independientes y soberanos.
Asimismo, el hecho de que esta región haya constituido una zona de influencia de Estados Unidos, antes, durante y después de la Guerra Fría borró durante mucho tiempo la frontera entre su agenda estratégica y de seguridad.
El agotamiento del conflicto Este-Oeste condujo al sistema internacional a una etapa de transición sin horizontes, ni cronogramas, ni resultados claros, donde la manifestación de los conflictos es volátil, obedece a lógicas de poder y suele escapar de la capacidad del control multilateral.
América latina fue la región a la que le llevó más tiempo desembarazarse de su condición de "esfera de influencia" de Estados Unidos, un viraje regional alcanzado en las primeras décadas del siglo XXI.
Estados Unidos, por su parte, manifiesta de manera evidente las contradicciones de su propia transición, en un orden mundial marcado por las transformaciones. Al mismo tiempo que derriba en Cuba el último pedazo de su propio Muro de Berlín, busca levantar un nuevo muro con Venezuela, recurriendo a una anacrónica ecuación estratégica que confunde diferencias ideológicas con seguridad interior. Ése fue el tenor de las declaraciones de la administración de Barack Obama, que consideró que el gobierno venezolano constituye "una amenaza inusual y extraordinaria para la seguridad nacional y la política exterior". Se trata de una percepción que bien puede convertirse en un problema de seguridad "en" la región y "de" la región.
Traducción de Jaime Arrambide
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