Cinco adolescentes en pueblo chico
Pablo José Meza debuta con "Buenos Aires 100 km", rodada en San Andrés de Giles
Pablo José Meza nació en Mataderos y tiene 30 años. En 1995, cuando cursaba segundo año en la Universidad del Cine, dirigió sus primeros cortometrajes. Trabajó como operador de cámara en televisión y en productoras de cine publicitario antes de pensar en rodar su primer largometraje, "Buenos Aires 100 km", que se estrenará pasado mañana.
En su película -premiada cuando todavía era un guión en el Festival de La Habana, y más tarde respaldada por Canal + (España) y Fond Sud Cinèma (Francia), seleccionada por los festivales de San Pablo, San Sebastián y Huelva (donde recibió tres premios)- imagina un pequeño pueblo a 100 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires (fue rodada en San Andrés de Giles), con sus costumbres y sus mentiras, sus entretenimientos inocentes pero molestos y cómo los habitantes consumen el tiempo, cuando en realidad el tiempo parece consumirlos a ellos.
Esteban (Juan Ignacio Pérez Roca), Matías (Hernán Wainstein), Alejo (Emiliano Fernández), Damián (Juan Pablo Bazzini) y Guido (Alan Ardel) son cinco chicos iguales a los que todavía se pueden encontrar en algunos barrios porteños de casas bajas. Están dejando atrás un capítulo de sus vidas para entrar en otro, cada vez más parecidos a sus padres, con virtudes y defectos como los de la mayoría. Son amigos desde que tienen memoria y comparten las tardes de verano e invierno en los mismos lugares, impacientes por que lleguen esos cambios que se hacen desear. Atraviesan, es visible, el período más confuso de los que hasta entonces conocieron, el paso de la infancia a la adolescencia. Quieren mantener una amistad que está en peligro, una libertad que se les escapa como arena entre los dedos en la medida en que asumen nuevas responsabilidades y descubren los secretos con que siempre convivieron, sin saberlo.
En la película también participan Adriana Aizemberg, Sandra Ballesteros, Noemí Frenkel, Rolly Serrano y Daniel Valenzuela.
En diálogo con LA NACION, Meza aseguró que su película es una apuesta por los sentimientos, que le gusta un lenguaje tranquilo y que su meta es construir historias realistas. "Es la historia que quería contar, una película que si bien pueda tener oportunidades en festivales, pueda ser entendida por cualquiera", insiste.
Un casting difícil
-Como director, ¿en qué lugar te pusiste para contar la historia?
-Busqué el equilibrio entre lo puramente comercial y lo festivalero.
-Te gusta el realismo?
-Sí, y también el realismo mágico. Me gusta mucho retratar la realidad. Me gusta poner la cámara y jugar con los actores, con un fondo real, y sí o sí se imprime.
-¿Cómo trabajaste la espontaneidad en actores tan jóvenes?
-Cuando escribía el guión sólo pensaba en el guión en sí, y a medida que avanzaba iba descubriendo lo difícil que iba a ser conseguir a los actores que pudieran hacer esos personajes a los que se les exigía mucho.
-¿Cómo fue el casting?
-Muy grande, de unos quinientos chicos, hasta quedarnos con los cinco de la historia. Los busqué lo más parecidos, en cuanto a personalidad y carácter, a los de la ficción. Después tuvimos tres meses de ensayos, donde lo que hice fue manipularlos para que en la vida real tuvieran una relación parecida a la que tienen en la ficción. Leyeron el guión sólo un mes después de empezar el entrenamiento y una vez con los textos les pedía que los reprodujeran con sus propias palabras.
-En la película se los ve hablando un lenguaje real y creíble, no como el de las teleseries...
-Yo insistía en eso de "hablen como en la vida real". Y además se tratan como amigos a esa edad, se insultan y se quieren, pero no es eso de andar a los abrazos y besos o diciendo frases idiotas permanentemente. En este sentido, los chicos me regalaron muchísimas cosas para la película.
-¿Qué tanto tiene que ver con tu propia experiencia?
-En Mataderos, hace quince años todavía se podía jugar en la calle o en la plaza y te podías quedar hasta que tu mamá te saliera a buscar para que volvieras a comer. Ahora eso es muy difícil, pero en esos pueblitos que están a algunos kilómetros de distancia todavía sigue pasando. No niego que hay mucha TV y videojuegos en sus vidas, pero a la tarde los chicos siguen eligiendo salir a jugar a la pelota o andar en bicicleta, sin miedo a que les pase algo. Me gustó esto de contar esto sin ningún tipo de vueltas.
-¿Cómo fueron las experiencias con público?
-Los chicos se sienten identificados y los grandes también, porque les recuerda cuando ellos mismos eran chicos. Seguramente los padres querrán verla con sus hijos de esa edad. Esa sería una gran satisfacción para mí.
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