Monstruos que son una delicia
"Monsters, Inc." (Idem, EE.UU./2001, color), largometraje de animación computadorizada de Disney/Pixar presentado por Buena Vista Internacional. Dirección: Peter Docter, con la colaboración de Lee Unkrich y David Silverman. Con las voces de John Goodman, Billy Crystal, Steve Buscemi, James Coburn, Jennifer Tilly, Mary Gibbs, Bob Peterson, John Ratzenberger y Frank Oz. Guión: Andrew Stanton y Daniel Gerson, sobre la base de una historia de Peter Docter, Jill Culton, Jeff Pidgeon y Ralph Eggleston. Supervisión técnica: Thomas Porter. Música: Randy Newman. Edición: Jim Stewart. Duración: 93 minutos. Apta para todo público.
Nuestra opinión: muy buena.
Gracias a los agudos observadores del sello Pixar, verdaderos campeones en el arte de la animación computadorizada, sabemos ahora que existe toda una galaxia de mundos insospechados que se hacen visibles apenas los humanos distraemos la mirada. Un ejemplo: los juguetes cobran vida y se lanzan a riesgosas aventuras, como hemos visto en las dos "Toy Story". Otro: las colonias de hormigas emprenden campañas épicas para deshacerse de langostas extorsionistas, como en "Bichos".
Según esa premisa, "Monsters, Inc." viene a contarnos que aquellos monstruos que cualquier chico ha descubierto alguna vez en las sombras nocturnas también cuentan con territorio propio. En él, cada uno tiene asignada su función: por ejemplo, hay monstruosos especímenes de todas las razas, variedades, tamaños y colores que trabajan codo a codo en grandes corporaciones -como la del título- donde también se compite por el título de empleado del mes.
Pero ya se sabe que la crisis llega a todas partes y Monstrópolis no es la excepción: ahora mismo sus reservas energéticas están próximas al colapso. Sucede que la fuente de toda la energía proviene de los gritos de chicos asustados: cada monstruo debe generarlos irrumpiendo de noche en los dormitorios infantiles y almacenarlos en garrafas. Pero los tiempos han cambiado y los chicos ya no se asustan tan fácilmente como antes, así que los gritos ralean, el número de garrafas disminuye y ya amenaza a la población monstropolitana la negra perspectiva del apagón.
La emergencia se vive con particular intensidad en Monsters, Inc., que es la gran empresa suministradora de energía. Por eso, al más avezado de sus empleados, una especie de oso gigantesco y peludo llamado Sully que está a punto de batir todos los récords de producción, le han encargado instruir al personal, ya que a pesar de su apariencia bonachona conoce técnicas infalibles para aterrar a los chicos. O casi, se verá.
Marca registrada
Así están las cosas cuando el film comienza, y ya quedan a la vista los dos o tres pilares que son marca registrada de la productora: el ingenio volcado en la concepción de historias que están destinadas a la platea más joven, pero pueden ser apreciadas (y disfrutadas) por todo el público; la formidable inventiva visual, puesta siempre por encima del mero exhibicionismo técnico, y el propósito -nada fácil de concretar, como bien lo demuestra la historia del cine de animación- de tender un lazo emotivo entre criaturas dibujadas (en este caso vía computadora) y el espectador.
El corazón del film está, claro, en la historia, y a su servicio se han puesto todos los elementos que el ejército de expertos de Pixar es capaz de crear, desde la imaginativa concepción de cada personaje hasta el perfeccionismo escrupuloso que revela su concreción. En lo puramente visual, "Monsters, Inc." es tan rica en detalles que probablemente requiera más de una visión; como se trata de monstruos, la variedad es infinita: basta reparar solamente en Celia, la novia del cíclope ovoide y chistoso que es inseparable compinche del protagonista. La chica tiene una melena hecha no de pelo, sino de culebritas, cada una con expresión y movimiento propios. Por otro lado, el trabajo de los animadores es en buena medida determinante del encanto emotivo del film, generado por Boo, la nenita que no sólo se muere de risa con los gruñidos amenazantes del peludo Sully, sino que termina encariñándose tanto con él que logra infiltrarse en Monstrópolis, para desesperación de las brigadas de seguridad: ya se sabe que en tierra de monstruos nada es más contaminante que un objeto infantil y nada más peligroso que un chico.
En "Monsters, Inc" abundan el humor, la imaginación, la ironía, los buenos sentimientos. La afirmación de los valores más nobles -otro sello de Pixar- no viene montada en discursos didácticos: surge de la propia historia o de la conducta de los personajes. Y, además, hay espacio para que muchos espectadores perciban, según su experiencia, graciosas e inteligentes referencias al comportamiento de los humanos, al mundo real, a los films de animación, al cine mismo.
Quienes asistan a la versión original subtitulada se beneficiarán con el humor extra que agregan las voces de un elenco visiblemente feliz de participar de la aventura: John Goodman como Sully; Billy Crystal como el polifemo Mike; Mary Gibbs, como la irresistible nenita colada, y Steve Buscemi, como el camaleónico Randall que no repara en medios para superar los récords de Sully y alimenta con sus artimañas el suspenso de la comedia.
Por fin hay que recordar -aunque a los argentinos nos cueste- que las crisis siempre tienen una solución. Y la de la producción energética en "Monsters, Inc" es un hallazgo más de los muchos que contiene este film encantador.
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