Brillos filarmónicos con la entrega del maestro De Raco
Concierto de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Carlos Calleja. Solista: Antonio De Raco (piano). Programa: "Las otras palabras", de Carlos Calleja; Concierto N° 5 en Mi bemol para piano y orquesta, Op. 73, "Emperador", de Ludwig van Beethoven, y Sinfonía N° 1, en Do Menor, Op. 68, de Johannes Brahms. Quinta función del abono nocturno a 16 conciertos. Teatro Colón.
Nuestra opinión: Muy bueno
Fue magnífica la actuación del director de orquesta Carlos Calleja, quien obtuvo excelente rendimiento del organismo sinfónico y al mismo tiempo puso en evidencia sus dotes nada desdeñables para afrontar las dificultades adicionales que debió sortear al tener como solista a una figura tan relevante como Antonio De Raco, dueño de una trayectoria brillante, pero ahora a una altura de la vida que le impide, por razones absolutamente naturales, afrontar las dificultades técnicas de ejecución como las que posee el concierto "Emperador", de Beethoven.
Bien se sabe que Beethoven logró una admirable partitura concertante que no deja de lado un importante desarrollo sinfónico en el allegro inicial, quizá con menor carga poética que en su cuarto concierto, pero en sintonía con el espíritu de la "Heroica", que, en este caso, fue logrado con sobriedad y energía por el pianista incluyendo en la dinámica ese carácter épico y algo marcial que lo caracteriza.
Fue precisamente en el siempre grato concierto para piano y orquesta donde la batuta se destacó por su temple para mantenerse en los límites de una versión respetuosa en cuanto al estilo y sonoridad, pero transitando momentos de verdadera zozobra frente a los tempi excesivamente lentos del pianista o en otros del último movimiento, erráticos en su relación con la masa orquestal. De todos modos, Antonio De Raco logró dejar la marca del músico idóneo e inspirado, a través de una excelente actitud de entrega, de amor por la música y de plena comprensión de las dinámicas y fraseo beethovenianos, alcanzando su mejor realización en el admirable segundo movimiento, del que surge una melodía de inefable belleza con un canto del piano comunicativo, que tuvo aquí una punzante sonoridad.
Pero al llegar a los originales pasajes de trinos cromáticos comenzaron a aparecer síntomas de fatiga en el solista, que, no obstante, fueron neutralizados con mucha concentración y buena cuota de arrojo, que de todos modos no alcanzó para resolver el exuberante rondó final, donde aparece una exultante danza popular que desemboca en un final impactante.
Como no podía ser de otro modo, el público le brindó al pianista un cálido y sostenido aplauso, suficiente para que el veterano maestro ofreciera una obra fuera de programa, en impecable ejecución. Entonces fue evidente que Antonio De Raco debería continuar entregando su arte en recitales de programas seleccionados con sabiduría.
Brillante batuta
Carlos Calleja había iniciado la velada con una obra de su propia creación, objeto de una muy buena ejecución técnica, pero que para valorarla en su justa medida es poco una primera audición, más allá de la impresión que se tuvo de una obra inclinada a crear una sugerente prolongación de los sonidos hacia el infinito inmaterial en un lenguaje tonal y al mismo tiempo de compleja mezcla de sonidos instrumentales.
En la segunda parte del concierto pudo brindar Carlos Calleja, y nada menos que con la Sinfonía N° 1, en Do Menor, de Johannes Brahms, un monumento sinfónico de alto vuelo y demostrar una vez más sus méritos de excelente director de orquesta e intérprete. Ya la introducción del primer movimiento, con ese impresionante martilleo del timbal y el desarrollo de los motivos básicos sobre los cuales se ha de edificar toda la obra, fue objeto de una traducción impecable.
Y a medida que se fue avanzando, Calleja fue logrando de la orquesta una cada vez mayor calidad de rendimiento, en especial de los solistas, a los que el autor les concedió pasajes de vital lucimiento, como al primer violín a cargo de Haydée Seibert Francia, impecable en la ejecución y expresiva en el fraseo.
También al corno primero, Fernando Chiappero, en el lírico y tornasolado tema principal del adagio, de sonido cautivante por su calidad de timbre a la mejor tradición germana; al oboe a cargo de Néstor Garrote, que avanza en su carrera instrumental; al siempre estupendo clarinetista Martín Tow, de sonido hermoso y emotivo discurso; a Claudio Barile, con su transparente y sutil sonido de flauta, y al timbal de Arturo Vergara, en sobria y ajustada labor.
Desde el punto de vista de la interpretación, Carlos Calleja se inclinó por una traducción ajustada a la mejor tradición de los grandes directores germanos, lírica y romántica, sumamente expresiva y de sonoridad amplia y robusta.
El caluroso aplauso de la sala fue espontáneo y elocuente para premiar a la Filarmónica en su conjunto y al excelente director argentino.
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