La estética del frío
Adriana Calcanhotto presentó su último disco, O microbio do samba, en el teatro Gran Rex
Concierto de Adriana Calcanhotto / Músicos: David Moraes (guitarra y cavaquinho), Domenico lancellotti (batería) y Alberto Continentino (contrabajo). / Lugar: Teatro Gran Rex / Día: jueves 30 de julio
Nuestra opinión: bueno
No era una noche fácil para crear un clima carioca en Buenos Aires. El termómetro marcaba una sensación térmica bajo cero. La avenida Corrientes estaba desierta como si fuera un feriado y Adriana Calcanhotto había cruzado del país tropical al país invernal transportando un repertorio de sambas urbanos de su más reciente producción, O microbio do samba.
En esta visita, la cantante puso de relieve su origen gaúcho y le hizo honor a esa estética del frío, que pronuncia Vitor Ramil sobre la región sur del Brasil, en contraste con la mirada tropical sobre ese país. Pero conceptualmente este trabajo de Calcanhotto pasa por otro lado. Alrededor del samba, ella construye un universo sonoro minimalista, en el que despoja al género de esa característica fibrosa y sentimental. Sus nuevas canciones, en tributo al barrio de Lapa o a artistas como Paulinho da Viola, pueden transformarse en pequeñas piezas de porcelana japonesas como "Deixa gueixa"; sonar por terrenos más experimentales cercanos al noise en "Pode se remoer", o llevar el samba "Vai saber?" por un ambiente new wave de una disco neoyorquina.
Con su estética original, Adriana pulsa las cuerdas del samba, desde la ausencia del color: su vestuario negro y una iluminación de tonos pastel y una luz blanca fría son como un negativo del género y lo colocan muy lejos del clisé colorido y melancólico del samba.
En el transcurso del concierto, esa monocromía de sonidos (la primera tanda de temas suena de forma similar, más allá de algún efecto en la batería o el contrabajo) lleva, por momentos, a cierta monotonía musical. Hasta la cantante parece distante, algo fría y alejada, en su papel de observadora objetiva del samba, dedicada a ocupar el rol de performer pensado para este juego escénico.
Tres músicos -contrabajo, batería y guitarra- y esa voz de impecable transparencia que borra toda pátina de sentimentalismo en un género bordado por la emociones primarias, completan este show conceptual, en el que cada canción funciona como disparador de breves acciones teatrales que Calcanhotto sigue con pulcritud suiza y serenidad japonesa: como cuando baila el samba como un robot en "Ja reparó", o un asistente le tira papelitos de colores en su cabeza en "Tao chic".
Delante de ella, en una mesa reposan los dispositivos u objetos musicales que utilizará en diferentes momentos: un sintetizador, un secador de pelo, una caja de fósforos, un altavoz portátil, una bandeja con platos y cacharros, o una "cuica" electrónica. Una hora y media después de sambas cariocas, Calcanhotto deja el escenario y el frío no se pasó.
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