La ficción de cuatro episodios disponibles en Flow es una adaptación de la novela de E. M. Foster que ya había sido llevada al cine a comienzos de los años 90 y que le dio a Emma Thompson su primer Oscar
En el cambiante mundo de las ficciones televisivas y las frenéticas innovaciones que trajeron los sistemas de streaming, los dramas de época británicos tienen la extraordinaria habilidad conservar la calidad y sus formas en medio del torbellino que arrasa a otros contenidos menos establecidos. Las producciones de la BBC suelen además lograr esa hazaña sin descuidar que en su esencia esté presente la mirada moderna, más allá del momento histórico que se represente en pantalla. En el caso de la miniserie Regreso a Howards End, disponible en Flow, los trajes de época y la bella ambientación de un pasado en el que el invento del automóvil amenazaba con destruir el estilo que muchos apreciaban, acompañan un relato que se ocupa de las diferencias de clases, la batalla entre los géneros y el modo en que la sociedad lidia aún hoy con ambas problemáticas.
1. El origen literario y cinematográfico. Los espectadores más memoriosos recordarán que la miniserie de cuatro episodios basada en la novela escrita por E.M. Forster en 1910, una exploración sobre los rotundos cambios sociales que experimentó Gran Bretaña en su era eduardiana ya tuvo una adaptación en 1992. El film -en la Argentina se estrenó como La mansión Howard- a cargo del realizador James Ivory protagonizado por Anthony Hopkins, Emma Thompson, Vanessa Redgrave y Helena Bonham Carter consiguió cinco nominaciones al Oscar, incluida la de mejor película, de las que terminaría ganando dos: uno para Thompson, en la categoría de actriz principal, y otro en el rubro de guion adaptado para Ruth Prawer Jhabvala, habitual colaboradora de Ivory. En el caso de la adaptación televisiva se trata de sacar provecho del formato de miniserie y recuperar el texto de Forster, que mantiene una vigencia temática asombrosa.
2. La historia. El drama gira en torno a tres familias que representan tres diferentes estratos sociales de la Inglaterra eduardiana cuyas vidas se entrecruzan con resultados trágicos para todos los involucrados. Por un lado están los Schlegel -Margaret, Helen y Tibby- un trío de hermanos afectos a las artes y las preocupaciones intelectuales quienes, huérfanos hace años, se construyeron un universo repleto de buenas intenciones, charlas filosóficas y una independencia que Margaret, la mayor del grupo, defiende frente a una sociedad que hace lo posible por invalidarla. Lo más interesante de todos ellos, especialmente de la madura Margaret, es su autoconciencia o al menos los destellos de claridad que tienen respecto de su lugar en el mundo: “No somos más que un grupo de monos parlanchines”, le asegura a su nueva amiga, la señora Wilcox. Ella, la matriarca de la casa de Howards End -la propiedad campestre del título- representa un modelo femenino de otra época, deferente ante los deseos de su marido Henry y pendiente de las particularidades de sus tres hijos. Cuando uno de ellos, Paul, tiene un breve romance con Helen (Philippa Coulthard), las familias quedarán unidas por la admiración y espanto. Entre las ideas liberales de unos y los preceptos conservadores de los otros quedan atrapados los Bast, una pareja que carece de los privilegios de clase de unos y de la riqueza de los otros.
3. Hayley Atwell. Pocas cosas deben ser más aterradoras para una actriz inglesa que ocupar los zapatos que alguna vez se calzó Emma Thompson. Y sin embargo Hayley Atwell aquí logra salir más que airosa de la tarea de encarnar a Margaret Schlegel, el papel por el que Thompson consiguió su primer Oscar. Tan sobresaliente es el trabajo de Atwell como la fuerza motora de la narración en la miniserie que hasta podría decirse que es la mejor heredera del legado de Thompson. La actriz, que forma parte del universo cinematográfico de Marvel -interpreta a la agente Peggy Carter- logra sumar algunos destellos de humor y sensualidad a un texto que originalmente no se destaca por ellos. Su Margaret transmite inteligencia, sensibilidad y una conciencia de sí misma y el mundo que la rodea que la vuelve el centro de gravedad y atracción de todo el relato.
4. El elenco. Alcanza con ver las primeras escenas de la miniserie para comprobar que una de sus mejores cartas reside en su notable elenco secundario. A la hora de contar esa historia de familias entrelazadas, tan importante como la elección de Atwell en el papel de Margaret era seleccionar a quienes serían sus contrapartes. Así, los Wilcox, ricos y aparentemente insensibles, precisaban apostar el contraste justo de la exuberancia de los Schlegel. Y eso es lo que consigue con creces Matthew MacFadyen -sí el repugnante Tom de Succession- como Henry Wilcox, inflexible padre del clan que silenciosamente comanda su esposa Ruth, interpretada por Julia Ormond. Para completar el cuadro familiar aparecen dos jóvenes que algunos espectadores podrán reconocer: Bessie Carter, una de las hermanas Featherington en Bridgerton, interpreta a la odiosa Evie Wilcox, y Johan Hauer-King, el flamante príncipe Eric en la nueva versión de La sirenita, encarna al vacuo hijo menor, Paul. Del lado de las Schlegel aparece la brillante comediante Tracey Ullman en el papel de la tía Juley, un alivio cómico que la ficción aprovecha muy bien. Para completar el cuadro de relaciones de la trama aparece Joseph Quinn, la revelación de la cuarta temporada de Stranger Things, como el joven, desesperado e intenso Leonard Bast.
5. El talento detrás de escena. Uno de los detalles más sorprendentes de la producción de la miniserie británica es que su guionista principal sea norteamericano. El encargado de esta adaptación de la novela de Foster y de la producción general de la ficción es Kenneth Lonergan, el reconocido dramaturgo y director, ganador de un Oscar por el guion original de Manchester junto al mar, que también dirigió. En aquel film, protagonizado por Casey Affleck, la preocupación de Lonergan por los vínculos familiares y su mirada centrada en los lazos entre hermanos era una ampliación de lo que ya había explorado en su primer largometraje, Puedes contar conmigo, encabezado por Laura Linney y Mark Ruffalo como un par de hermanos con muchas heridas que sanar. Una línea de relato que también aparece en Regreso a Howards End y que el realizador supo subrayar sin dejar de lado las intenciones del texto original. La combinación de un autor acostumbrado a trabajar con las restricciones del cine independiente norteamericano y la venerada tradición de los dramas de época británicos resulta en un programa imperdible.
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