Una experiencia tan magnética como colectiva

Son imbatibles. Lo hicieron la primera, la segunda, la tercera y también la cuarta vez que pisaron suelo argentino. Con cada puesta, con cada lista de temas, con cada diseño integral, los U2 nos demuestran que son los que mejor manejan las posibilidades que ofrece un show multitudinario en un estadio que fue ideado para que 22 personas corran detrás de una pelota. Y si bien en la noche del martes fuimos más de 40 mil los que virtualmente corrimos detrás del balón, al ladito nomás de Messi, una vez que pasaron los 90 minutos de fútbol empezaron dos horas de un show emotivo, vibrante y hasta increíble. Ya sea los cuatro irlandeses solos repasando sus clásicos -tanto los de The Joshua Tree como los otros- como con la enorme pantalla desplegando todo su arsenal por detrás, el show provocó reacciones dignas de un niño en Disney. Boquiabiertos, extasiados y participando de formas diversas en cada pasaje, asistimos a una experiencia colectiva notable. Allí donde decía espectador debe decir participante. Porque Bono y los suyos entienden mejor que nadie cómo involucrar al público. Es cierto que tienen las canciones necesarias para articular todo lo demás y que la melancolía es una buena compañera de estos muchachos que ya llevan 40 años en la ruta. También es verdad que entienden que la parafernalia es un actor central. Pero debemos advertir que el cuarteto tiene un plus. Como Messi, es capaz de sorprendernos justo en el momento en el que creíamos que lo habíamos visto y vivido todo. Ya son casi 20 años de relación en directo entre aquel lejano 1998 y este 2017, y tanto con el arco del PopMart Tour como con el escenario en 360° como con la pantalla más grande jamás utilizada en un show, la banda irradia emociones únicas. Esos cuatro hombrecitos que vemos desde la platea son magnéticos. Y antes de partir hacia su próxima parada seguro que ya están pergeñando -con su gran equipo de trabajo- qué traerán en la próxima visita.