
Juan Filloy. Estados Unidos, bajo la mirada crítica y profética de un argentino viajero
A 25 años de su muerte, todavía quedan libros inéditos del prolífico escritor cordobés, como Nefilim, en el que retrata con ironía la idiosincrasia norteamericana a mediados del siglo XX
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A más tardar con la segunda presidencia de Donald Trump, tiene lugar en la historia democrática de Estados Unidos una cesura histórica. Quien no lo ve como el fin de la democracia tal como la conocíamos hasta ahora, difícilmente no admita al menos un deterioro notable y aun peligroso, sobre todo por tener lugar en el país que se erigió desde la Segunda Guerra Mundial en el paladín de esa forma de gobierno. Por esa época, precisamente, hubo al menos un escritor argentino que intuyó buena parte de lo que vivimos hoy. Ni las persecuciones comerciales que sufrió su familia por culpa de las arbitrariedades del plan quinquenal –es decir, ni su aversión compartida por el gobierno peronista– le impidieron tener una mirada descarnada del gran hermano del norte.
Entre los libros, de Caterva a Op Oloop, que escribió el prolífico Juan Filloy (1894-2000), porque de él se trata, el más importante de los inéditos es seguramente el de su viaje a Estados Unidos, escrito otros cincuenta antes. Surgió tras su visita a aquel país, invitado como miembro del Rotary Club, y se entronca secretamente en una tradición que va desde Sarmiento hasta sus contemporáneos Victoria Ocampo y Ezequiel Martínez Estrada.
Filloy ataca con virulencia el capitalismo de Estados Unidos. En su <i>racconto </i>histórico, deplora la estupidez de Napoleón al vender Louisiana, lamenta la inoperancia española en la conquista y urge a los norteamericanos a devolverles sus tierras a México
Nefilim –siete letras, como todos los títulos del cordobés, que falleció hace 25 años, el 15 de julio de 2000– no está organizado por orden cronológico o geográfico, sino de manera temática: “Patria y destino”, “Alma y dinero”, “Religión y fracaso”, etc. Al igual que su otro libro de viajes, Periplo (1931), mezcla ensayo con crónica y diálogo ficcional. Y, al igual que en las cartas a su familia, prima una visión bastante negativa del país que visita.
Desde el primer capítulo, Filloy ataca con virulencia el capitalismo de Estados Unidos. En su racconto histórico, deplora la estupidez de Napoleón al vender Louisiana, lamenta la inoperancia española en la conquista y urge a los norteamericanos a devolverles sus tierras a México, país al que anexaron (dice) como Hitler a Austria. A la vez que resalta el carácter “cripto-judío filo-semita” de este capitalismo imperialista –lo que acaso explique la alusión a los gigantes bíblicos de Génesis 6:4 en el título–, declara que “no existe actualmente país más fascista que Estados Unidos”, al que le niega el estatus de democracia verdadera.
“La democracia norteamericana es netamente aparencial –se explaya Filloy para los hipotéticos lectores de 1950–. Las formas más sutiles de coerción, los procedimientos más sublimados de violencia, están encubiertos de tal modo en ella que solo los que escarban a fondo su idiosincrasia política pueden descubrirlos. El ciudadano tipo se preocupa poco o nada al respecto. Solo le interesa vivir con el standard más elevado. Su desdén se traduce en su inestabilidad partidaria. Pasa alternativamente de republicano a demócrata o viceversa por simples viradas, sin medulación alguna. Por lo general, su voto oscila según lo lleve o lo traiga el viento de la publicidad.”
Claro que estas críticas no significan que Filloy sea un revolucionario de izquierda. Si bien estima correcto que los latinoamericanos respondan con desprecio al desprecio que por ellos sienten los norteamericanos (culpa, según él, de los “latinos infiltrados”), no deben en cambio hacer responsable al imperio de sus penurias económicas. Si del Río Grande para acá los pueblos están bajo la égida del gigante del norte es por haber tomado préstamos y no haber devuelto el dinero. “Para combatir la peste del imperialismo no hay otra panacea que trabajar, y pagar”.
De todos modos, Estados Unidos podría hacer algo diferente con su poderío económico, cree Filloy. “Molesta observar que los Estados Unidos, pudiendo marcar el rumbo definitivo de las conquistas humanas, se demore en el disfrute morboso, crepuscular, de la desigualdad y el imperialismo. Y en vez de buscar los remedios que conducen a la paz, estructurando una sociedad que sirva de paradigma a todos los países, insista recalcitrantemente en mantener el dominio del dólar y de los privilegios de su plutocracia.”
A ojos de Filloy, esta plutocracia ha entrado en la fase del “sibaritismo” y, por ende, se encuentra ya en decadencia. El pueblo pujante de antaño, aunque siga creyéndose superior a cualquier otro, se ha transformado ––tras la crisis del 29, la Segunda Guerra Mundial y ahora la amenaza de una tercera atómica– en una masa de gente que ya no ríe, salvo cuando los incitan los gagsmen, que serían el reverso de lo que nosotros conocemos como las “lloronas”. El ciudadano norteamericano, al que Filloy siempre se refiere de manera peyorativa como “yanke”, es como una máquina que actúa sin reflexionar. Su “alma atlética” no tiene “la joroba del pensamiento”: “Va a la iglesia por tradición, vota por costumbre y se hace rico por imperativo nacional”.
Al ‘American way of life’ le opone una descripción de lo que llama el ‘American way of death’, ese gran negocio funerario que desde entonces no ha dejado de crecer, también fuera de Estados Unidos
Obsesionado por el dólar –esa “flor sin aroma”–, la fortuna es para el “yanke” como una recompensa religiosa. Más allá de proveerse confort, no sabe qué hacer con su dinero. Es un hombre solitario que suplanta la carencia de amigos adhiriéndose a clubs filantrópicos y de beneficencia. Se viste mal (la moda, en tanto arte, jamás se podría desarrollar en ese país de gente sin gusto), carece de toda cultura (Filloy anota espeluznado que hay dos cuadras de cola para ver a Bob Hope y ni una persona delante de los cuadros de Rembrandt), no sabe perder el tiempo (esto lo deduce de que no ve gente pescando), se emborracha sin clase y come sin disfrute.

No es esta la única costumbre norteamericana de la que Filloy da irónica cuenta en su libro. Al “American way of life” le opone una descripción de lo que llama el “American way of death”, ese gran negocio funerario que desde entonces no ha dejado de crecer, también fuera de Estados Unidos. El mismo fenómeno con los Drugstores, de los que Filloy apunta que han logrado tornar apetecibles hasta los medicamentos.
En su libro <i>Sexamor</i>, publicado en 1995, donde Sexto Ochoa viaja “a Nefilim” (con ese nombre), Filloy predice incluso el ataque a las Torres Gemelas
Los otros grandes temas de este “viaje lleno de sentido a la vaciedad del sentido común” son la Guerra Fría, los negros y la mujer norteamericana. En cuanto a la Guerra Fría, Filloy es completamente pesimista. Convoca a un “Congreso universal del miedo”, declamando: “Yo vengo de EE.UU., con el anticipo apocalíptico de la guerra atómica”. Menos enfática, pero más acertadamente menciona Filloy algunas veces la “amenaza islámica”. En su libro Sexamor, publicado en 1995, donde Sexto Ochoa viaja “a Nefilim” (con ese nombre), Filloy predice incluso el ataque a las Torres Gemelas de 2001: “En dos guerras mundiales y en otras varias localizadas en diversas áreas del planeta, Estados Unidos jamás sufrió la ruptura de un vidrio en casa. Fue hábil su estrategia de llevar el desastre afuera. Las cosas han cambiado. Creo que se acerca a este país la época de los vidrios rotos. ¿Quién los trizará? La próxima centuria...”
Aunque Filloy decidió no dar a la imprenta Nefilim, su contenido puede rastrearse en otras publicaciones, como en su poemario Usaland (1973). El poema “The Dissuasive Power of Resemblance/ El poder disuasorio del parecido”, donde cuenta que una señora se le enojó por una nimiedad y él no la insultó porque le hizo acordar a su madre, es la versión en verso de una anécdota que en Nefilim está contada en prosa.
Poco antes de Usaland, Filloy dio a luz el libro de “monodiálogos paranoicos” Yo, yo y yo (1971). Una de las siete partes de este extraño e innovador libro es el capítulo de Nefilim dedicado a su colega rotario (y colega dibujante) Walt Disney. El texto, con el título “Yo y Walt Disney (Narco-síntesis)” es una diatriba contra el rey de los dibujitos animados que, de haberse publicado al momento en que se escribió, se habría adelantado en décadas al clásico de Ariel Dorfman y Amand Mattelart Para leer al Pato Donald.
Magnus es escritor y traductor, autor de Un atleta de las letras. Biografía literaria de Juan Filloy






