
La paradoja del mejor amigo proteccionista
El mundo ha dado varias vueltas desde que la Argentina se ancló en un sistema de proteccionismo económico del que salió muy pocas veces para volver a refugiarse en la comodidad de su encierro.
Javier Milei cree haber llegado a formar parte de un gran cambio global. En el vértigo de su ascenso no alcanzó todavía a advertir que la última mutación que pretende su amigo Donald Trump es un giro en el sentido contrario. Al menos en el uso de una táctica para que los Estados Unidos recuperen terreno frente a China.
El arancelamiento del comercio de Trump y la apertura que busca Milei son contrapuestos, pero se explican por las necesidades distintas por encima de la afinidad fanática que comparten
El presidente libertario hizo del repudio a la injerencia de los Estados en el comercio mundial una de sus banderas para alcanzar el poder.
En el debate de candidatos presidenciales de 2023, puesto en el brete de responder qué haría con la relación comercial y financiera con China, dijo que durante su mandato ese sería un asunto de los empresarios privados. Una respuesta de aplicación imposible dicha desde el sentimiento próximo al anarquismo con el que captó la atención de un país harto del fracaso políticas centradas en el papel hegemónico del Estado.
Las ideas de una economía sin barreras geográficas encontraron al final del primer año una respuesta virulenta de Trump, con el que Milei ya había establecido una relación de alineamiento sin matices desde los días en los que el presidente republicano hacia su camino de regreso a Washington.
Apenas dos meses después de asumir, en los jardines de la Casa Blanca, Trump presentó el programa más restrictivo al comercio internacional de la historia de los Estados Unidos. Lo hizo de pie junto a paneles en los que aparecía el nombre de cada país junto a un porcentaje de aranceles que su gobierno aplicaría en adelante como derecho de importación a los productos de esas naciones.
El destinatario principal de esa andanada fue China, al que Trump y sus votantes (una sólida y desencantada mayoría de norteamericanos) señalan como el principal causante de la decadencia industrial de los Estados Unidos.
La adhesión incondicional de Milei a Trump por encima de la ideología tiene que ver más con el estilo y la reivindicación de la furia como forma de comunicación
En segundo lugar en orden a las condenas aparecía México, adonde muchas empresas mudaron sus plantas para producir con costos más bajos y a corta distancia del mercado norteamericano.
Como Trump ya tenía antecedentes explosivos desde los días en que se hizo famoso como un agresivo empresario inmobiliario en Nueva York, China primero y el resto del mundo después entendieron de inmediato que acababa de generar una situación para obligar a renegociar las reglas del juego comercial.
Trump todavía no logró sentar a Xi Jinping a una mesa de la que salga algo en concreto. Su contraparte china se toma el tiempo que no tienen Europa, México o Sudamérica.
De alguna u otra manera, Estados Unidos estableció con el resto de países algún tipo de acuerdo basado en una reducción de los aranceles fijados originalmente para provocar el espanto como condición necesaria para una negociación.
El resultado todavía parcial es que Estados Unidos hizo más complicada la llegada de productos que compiten y derrotan a los de fabricación local.
Antes de cerrar un nuevo trato con Trump, Xi habilitó una política de mayor agresividad comercial con el resto del mundo en el intento por ahora incompleto de colocar los stocks que ya no pueden ingresar a los Estados Unidos.
Un mundo más cerrado y con nuevas barreras debería ser un gran motivo para que las hipérboles de Milei se descarguen contra quien lo generó. La realidad se encarga de encontrar sus propias paradojas al extremo de que el presidente argentino está entre los poquísimos mandatarios en el mundo que se acercan a Trump para abrazarlo y prometerle seguirlo en todo lo que haga. Invadir Venezuela, inclusive.
Esa adhesión por encima de la ideología tiene que ver más con el estilo y la reivindicación de la furia como forma de comunicación que la sintonía en la manera de manejar la economía.
A Milei la intensa búsqueda de esa amistad le dio un gran resultado. La casi inédita intervención del Departamento del Tesoro en el mercado cambiario argentino tranquilizó a un electorado fuertemente alterado por las consecuencias de la corrida en contra del peso y la posibilidad del restablecimiento del kirchnerismo como opción de poder.
Para Milei el cruce de sus ideas con el huracán comercial que propuso Trump es un problema menor al lado de la compleja mudanza de la protección a la apertura
A esa secuencia siguió el anuncio de un acuerdo de relacionamiento económico que ya no se llamará acuerdo de libre comercio, como en otras épocas, por la simple razón de que los Estados Unidos han puesto bajo un paraguas su política de competencia sin barreras.
La fecha para ese convenio no fue definida. Importantes ejecutivos de empresas norteamericanas en la Argentina entendieron que se iba a firmar el 5 de diciembre, cuando Milei iba a viajar a Washington por el sorteo del Mundial. Pero ahora esas tratativas se siguen manteniendo en reserva y sin fecha de concreción.
En paralelo, crece una ola de descontento entre los industriales por los efectos de la competencia con los productos chinos que llegan impulsados por el énfasis oriental en ampliar mercados.
Es una historia repetida la queja de los que vivieron durante años favorecidos por el encierro y fabricaron productos por encima de los precios internacionales y, a la vez, aceptaron a cambio de esa protección impuestos internos de todo tipo. Tienen razón los industriales cuando repiten que para abrir la economía es necesario primero eliminar una gran parte del sobrecosto impositivo.
Milei no puede darles el gusto tan rápido si quiere reunir fondos para pagar las deudas y no volver el déficit fiscal. Tierras adentro, gobernadores e intendentes se resisten a quitar tributos que les permiten acomodar sus cuentas.
La Argentina tiene problemas viejos pero no puede apelar a las soluciones que su mejor amigo puso en juego para recuperar el terreno perdido con China. Estados tiene una necesidad y la Argentina otra, son situaciones diferentes y expectativas distintas; es lo que explica que los remedios no pueden ser los mismos.
Si quiere intercambiar productos con los Estados Unidos también sufrirá la desventaja de la falta de competitividad, salvo en algunas áreas específicas como la producción de carne y de granos.
Para Milei el cruce de sus ideas con el huracán comercial que propuso Trump es un problema menor al lado de la compleja mudanza de la protección a la apertura. En la agenda 2026 este será, antes que ninguno, el dilema más profundo a resolver para el presidente convertido en celebrity de un mundo áspero, enojado y ajeno.








