Largo debate. ¿Cuál es la verdadera fecha de la independencia de Uruguay?
Los uruguayos celebran dos feriados patrios como principales, pero uno de ellos constituye una falsedad
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(MONTEVIDEO).- Uruguay tiene dos feriados patrios como principales y uno de ellos constituye una falsedad repetida durante tanto tiempo que ha terminado en libros de historia y textos de estudio. Y deriva en celebraciones que asumen la mentira como si fuera algo cierto.
Hace 20 años un expresidente propuso en el Congreso corregir esto para no seguir engañando a niños y adolescentes en el colegio, y para asumir la verdad de una buena vez, pero el proyecto no prosperó y así llegamos a 2025, cuando se cumplen los 200 años del hecho en cuestión.
Hace un siglo que el Parlamento uruguayo debatió sobre cuál debería ser la fecha patria principal, pero el Senado se pronunció por un día y la Cámara de Diputados por otro. Sin acuerdo, todo quedó en el pantano de la confusión y la mentira siguió.
El 25 de agosto figura en el calendario como el “Día de la Independencia”, aunque en esa fecha no ocurrió un hecho de esa magnitud: se trató de un célebre pronunciamiento político de patriotas orientales que asumían la pertenencia a “la nación argentina”.
“Nuestros niños aprenden en la escuela el culto patrio celebrando esa fecha, pero generalmente se hunden en una curiosa perplejidad cuando los estudios secundarios les llevan a leer las tres leyes célebres, que les muestran ese día como un acto de independencia ante Brasil, pero una reincorporación sin condiciones a lo que hoy es la Argentina”, dijo Julio María Sanguinetti (ex presidente en 1985-1990 y 1995-2000), cuando en 2005 presentó un proyecto para sincerar la historia e instalar otra fecha patria que sea más representativa de la nacionalidad uruguaya.
La confusión parte de la construcción de un relato sobre la serie de episodios que se dieron desde la Revolución de mayo de 1810 hasta la creación del Uruguay como estado independiente.
¿Por qué figura el 25 de agosto como “Día de la Independencia”? Ese día de 1825, en Florida, a unos 100 kilómetros de Montevideo, se reunió una Asamblea Legislativa de orientales que lucharon contra las fuerzas brasileñas que dominaban este territorio, llamado entonces “Provincia Cisplatina”.
Ese año, empresarios porteños, con el aval del gobierno de Buenos Aires, financiaron una cruzada revolucionaria para recuperar la provincia. Estuvo comandada por Juan Antonio Lavalleja. Esa “cruzada” se recuerda como la gesta de “Los 33 orientales”, aunque no era esa la cantidad de hombres ni eran todos orientales.
“¡Argentinos orientales! Aquellos compatriotas nuestros, en cuyo pecho arde inexhausto el fuego del amor patrio y de que más de uno ha dado relevantes pruebas, entusiasmo y su valor, no han mirar con indiferencia el triste cuadro que ofrece nuestro desdichado país bajo el yugo ominoso déspota del Brasil”, dijo Lavalleja tras cruzar el Río Uruguay para enfrentar a las fuerzas brasileñas.
La expresión “argentinos orientales” muestra cuál era el sentido de pertenencia de esos hombres: no hay una “y” que separe ambos gentilicios.
Por si hubiera dudas, Lavalleja cerró aquella proclama del siguiente modo: “Las provincias hermanas solo esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar vuestros derechos. La gran nación argentina, de que sois parte, tiene gran interés en que seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no trepidará en asegurar los vuestros”.
Esa cruzada logró victorias ante tropas brasileñas y el 25 de agosto reunió en Florida a la Sala de Representantes, que votó tres leyes: la primera se presenta como “Ley de Independencia” y eso es usado para generar la confusión. Sin embargo, las leyes votadas ese día dejan claro que se trataba de independizarse de Brasil y de todo “poder extranjero”, pero, a la vez, de reasumir la pertenencia a “la nación argentina” y poder levantar su bandera como propia.
La nación argentina no era “un poder extranjero” sino su casa, que además había sido responsable de esa cruzada.
Tras la primera ley (“de Independencia”), la segunda ley (“de Unión”) declara “que su voto general, constante, solemne y decidido es y debe ser por la unión con las demás Provincias Argentinas, á que siempre perteneció por los vínculos más sagrado que el mundo conoce”.
Es claro: el pronunciamiento político del 25 de agosto de 1825 decide la reincorporación a la nación Argentina, lo que nada tenía que ver con la creación de un Estado independiente.
El caso es que Brasil no se resignó a perder la Provincia Cisplatina y la guerra entre las dos naciones grandes del Conosur se hizo tan intensa que afectaba el comercio por los ríos y el Reino Unido inició una mediación.
La propuesta del embajador Lord John Ponsonby fue que Brasil y la Argentina resignaran el territorio disputado y que en ese lugar se creara un Estado independiente, con la observación de los tres países participantes en la Convención Preliminar de Paz de 1828. Así, se encomendó a los orientales constituir una asamblea para redactar la Constitución y poner nombre al nuevo país.
El 18 de Julio de 1830 se juró la Constitución en Montevideo, y unos días después en otras ciudades del país. Se hicieron elecciones para senadores y diputados y se instaló la primera Legislatura, que eligió al primer presidente del Uruguay, Fructuoso Rivera.
En 1834, el Poder Legislativo votó la primera ley de fechas patrias, con dos centrales: el 25 de mayo (por 1810, Revolución de Mayo) y el 18 de julio (por 1830, jura de la Constitución), “más dos medias fiestas”: el 20 de febrero (por la Batalla de Ituzaingó de 1827) y el 4 de octubre (por 1828, canje de ratificaciones de la Convención Preliminar de Paz que dispuso la Independencia del Uruguay). Con el tiempo, 25 años después, se votó otra ley para incluir al 25 de agosto como fecha patria central, y más adelante se le incorporó la expresión de “independencia”.
Al acercarse “el Centenario”, el Congreso abrió un debate sobre la fecha a tomar en cuenta y los intereses de blancos (o nacionalistas) y colorados, chocaron por la referencia de sus figuras históricas. Los blancos tomaban 1825, por la figura de Lavalleja, y los colorados 1830, por su caudillo Rivera. Sin acuerdo posible, el gobierno, controlado por el Partido Colorado, zanjó la discusión con la construcción del Estadio para el primer Mundial de fútbol –de 1930– y le nombró “Centenario”, para marcar la fecha del 18 de julio. Pero la fecha del 25 de agosto perduró y quedó como la de “independencia”.
“¿Tiene sentido mantener el equívoco?”, se preguntó Sanguinetti cuando propuso el proyecto de ley para designar las fechas correspondientes y dejar al 25 de agosto como una fecha patria, pero con su real significado.
Este año se cumple el bicentenario de aquella fecha, que merece consideración, pero no que se mantenga la falsedad creada en el tiempo. No hay lugar a confusión ni puede forzarse la interpretación de un acto que emitió tres leyes que dejan claro su intención y fundamento. No fue aquello la independencia de un Estado propio ni la creación del Uruguay.
El 2025 ofrece la chance a Uruguay de abandonar la mentira y hacer el ejercicio de sinceridad con su gente, con los estudiantes, con el mundo, para corregir los errores del relato histórico.