Reseña: Dissipatio H.G., de Guido Morselli
“El peligro esencial –el hombre– no está más. El resto, aquello que vive, es inofensivo: es la naturaleza, en mí y en torno a mí”, se dice hacia el final el narrador de Dissipatio H.G, novela de culto del italiano Guido Morselli (1912-1973).
El misántropo protagonista, que vive apartado en la cueva de una zona montañosa, toma la decisión de eliminarse en un lago donde nunca sería encontrado. Fracasa, pero en su retorno descubre que no hay rastros de la pareja campesina con la que tenía contacto y, al bajar a la ciudad más próxima, la encuentra desierta. H.G. resume “Humani Generis” (Género humano). Dissipatio significa desaparición. En efecto: los seres humanos se han esfumado.
Ese eclipse humano súbito, ocurrido un día puntual de junio, es un enigma absoluto. “El cadáver todavía caliente” de la ciudad que recorre este sobreviviente a su pesar parece un set abandonado. Hay autos en las calles, con signos inequívocos de haber sido dejados a las apuradas. En una cafetería se ven sobre las mesas botellas de cervezas, restos de hot dogs, revistas. En el hotel en que se introduce se multiplican las señales contradictorias: tal vez simplemente los habitantes huyeron en masa o –como probarían las llamadas telefónicas sin respuesta a ciudades lejanas por parte del personaje– la humanidad se hubiera simplemente volatilizado. Solo quedan vivos, aquí y allá, algunos animales.
Si hubiera sido contado hoy por un escritor del montón, el argumento de Dissipatio H.G. se inclinaría por los lugares comunes del peligro y el suspenso adrenalínico, si no de la ecología. Morselli, un autor casi inédito en vida –algunos lectores lo recordarán por las originalísimas Divertimento 1889 y Roma sin Papa, que circularon por Anagrama hace décadas–, no es dado a las fórmulas repetidas. Su novela, escrita hace medio siglo, es menos posapocalíptica que existencial. No apunta al lamento por una hipotética extinción, sino al pasmo de la soledad. La falta de gente –para el huraño radical que es el único personaje– es un misterio, pero también una solución que despierta mil y un interrogantes sobre sí mismo, incluido su trato anterior con un psiquiatra.
Las deambulaciones del narrador no lo llevan a la acción desesperada (ni al miedo), sino a la deriva y a monólogos sin concesiones donde florecen las marcas filosóficas, teológicas y culturales (aparece nombrado Borges, pero también Pelé).
Escrita con un estilo personalísimo, algo que la traducción subraya con la adhesión algo excesiva a algunos vocablos o giros del original italiano, Dissipatio H.G. es también el escalofriante canto de cisne de un suicida. Después de escribirla, Morselli –que como su personaje vivía retirado en el campo– se pegó un tiro con su Browning 7.65, a la que cariñosamente llamaba (también se la nombra así en la novela) “la muchacha del ojo negro”.
Dissipatio H.G.
Por Guido Morselli
Edhasa. Trad.: Diego Bigongiari
152 páginas, $ 6950