
Un museo donde podemos espiar lo que nunca te muestran
En Róterdam, el Boijmans Van Beuningen abre el depósito y da acceso a toda su colección
4 minutos de lectura'

Con mucha suerte, cuando vamos a visitar museos tenemos la posibilidad de ver menos del 10% de las obras que poseen. El grueso de sus acervos se mantienen bien asegurados e inexpugnables, en depósitos obviamente cerrados al público.
Esa tradición se rompió en Róterdam, Países Bajos, cuando el 5 de noviembre de 2021 el rey Guillermo Alejandro inauguró el depósito del museo Boijmans Van Beuningen. Se trata del primer museo del mundo que permite el acceso público a toda su colección (que consta de miles de obras), y que además cuenta con espacio suficiente como para almacenar colecciones privadas y corporativas (el 15% del espacio destinado al arte está reservado para ese propósito).
El diseño del Depot (así se lo conoce, aunque en un principio lo llamaron het Collectiegebouw, es decir, edificio de colecciones) es obra del estudio de arquitectura neerlandés MVRDV y hoy, a pesar de su juventud, se ha transformado en ícono del skyline de Róterdam. Cómo se inspiraron para diseñar esa estructura esferoide y espejada es digno de contarse.
Un día de 2013, los integrantes del estudio intercambiaban ideas sobre el proyecto mientras almorzaban. ¿Qué fue lo que los inspiró? Pues la vajilla. Más precisamente, una ensaladera llamada Blanda Blank, de Ikea. Ellos construyeron una igual, pero de 40 metros de altura.
En declaraciones a The Guardian, Winy Maas, el travieso líder de MVRDV, contó que “estaba buscando algo redondo”. Fue así como una ensaladera de 3,99 euros inspiró una obra que costó 94 millones.
En su circunferencia más ancha, el Depot tiene 60 metros. Consta de planta baja y seis pisos, con una superficie construida de 15.441 metros cuadrados. El edificio contiene 1664 paneles de espejo (una superficie total de 6609 metros cuadrados).
Un acto de magia que deslumbra puede perder el encanto en el instante en que vemos el truco desde la trastienda. Lo mismo puede pasar cuando seguimos una obra de teatro entre bambalinas. Con el Depot ocurre todo lo contrario: es la cocina lo que admiramos.
Toda la colección del museo está allí estibada. Hay catorce compartimentos equipados con estantes y vitrinas para todo tipo de obras de arte y piezas de diseño. Es decir, para pinturas, objetos metálicos, materiales orgánicos e inorgánicos, fotografías blanco y negro y a color, etcétera. Lo curioso es que las piezas no están agrupadas por años, escuelas o disciplinas, sino por los grados de temperatura y humedad que cada material requiere para su conservación. Por eso es posible ver una pareja de amantes de hace tres siglos junto a un teléfono del XX.
Con solo apretar un botón ubicado al lado de los enormes ventanales, los compartimentos se iluminan para que los aprecien los visitantes. También desde los pasillos, las escaleras y los ascensores pueden verse obras dispuestas fuera y dentro de los compartimentos.
La fiesta se completa cuando, acompañados por un guía, se puede ingresar a los espacios de almacenamiento y ver las obras a corta distancia durante un lapso de 11 minutos.
Pero acaso lo más emocionante sea ver el tratamiento que los especialistas dan a las obras. Observar a un restaurador trabajando delicadamente en una pieza o apreciar la intervención de expertos en documentos y fotografías es algo que no estamos acostumbrados a ver.
El museo Boijmans Van Beuningen se inauguró en 1849. Le debe su nombre a quienes fueron sus dos donantes: Frans Jacob Otto Boijmans y Daniël George van Beuningen. Desde su fundación ha incorporado más de 155.000 piezas, de las cuales unas 89.000 son grabados y dibujos. Solo el 8% de su colección pudo exhibirse en el edificio principal del museo.
En una recorrida el visitante encuentra obras de Van Gogh, Dalí, Magritte, Fra Angelico, Man Ray, Max Ernst, Yves Tanguy, Francis Picabia y muchísimos grandes artistas más.
En la terraza del Depot hay un jardín donde funciona el restaurante Renilde, con mesas para 120 personas. Dado que el edificio está ubicado en un sitio privilegiado de Róterdam, como es el Museumpark, las vistas desde ahí son impagables.
El edificio del museo refleja el paisaje del barrio y se deja ver a gran distancia. Sacarse una selfie reflejado en ese contorno espejado parece un must para todos los visitantes.






