El Maldonado por dentro. La historia del mayor arroyo subterráneo porteño, que se llena de basura cada año y “no se inunda más”
LA NACION pudo ingresar al túnel largo del Arroyo Maldonado, que la semana pasada había sido vaciado para poder ser limpiado; un 40% de su capacidad estaba ocupado por basura y sedimentos de la calle
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“No se inunda más. No se inunda más, carajo”. La icónica frase de Mauricio Macri en el cierre de campaña presidencial 2019 todavía se usa para memes y stickers de Whatsapp. Con tan solo escuchar la frase, muchos saben a quién adjudicársela, pero no tienen idea a qué obra se refiere, qué es lo que no se ha vuelto a inundar.

Se trata de la avenida Juan B Justo. Por debajo circula el Arroyo Maldonado, que a principios del ‘30 había sido entubado y soterrado para que dejara de desbordarse, pero que, pese a las obras, había seguido inundando la ciudad durante décadas. La situación cambió cuando el gobierno de la Ciudad impulsó dos obras, en 2011 y en 2012, para solucionar el problema.
“Es cierto, el arroyo no volvió a colapsar”, dijo Lucrecia Panizoni, subsecretaria de Mantenimiento Urbano del gobierno porteño, mientras bajaba el jueves pasado en un carro de grúa hacia el interior del túnel largo del Arroyo Maldonado, que ha sido cortado temporalmente para poder limpiarlo. El Maldonado no se inunda más, pero para que eso se mantenga así, es necesario hacer tareas de limpieza quinquenales, que incluyen el cierre de compuertas, para desviar el agua y lograr una superficie seca, grúas de más de cinco toneladas, retroexcavadora y unos 50 trabajadores especializados.
“La basura afecta el drenaje. ¿Ves esa marca en la pared del túnel? Hasta ahí llegaba la basura y los sedimentos hasta ayer, que empezamos con la limpieza. El 40% del conducto estaba limitado. Es toda basura que sale de la calle, parques, plazas, veredas. Entró por los sumideros y llegó hasta acá. La última vez que limpiamos sacamos 115 contenedores. Con la limpieza, volvés a tener un 100% de capacidad. Si no lo limpiamos, puede llegar a rebalsar”, afirmó Panizoni durante el recorrido subterráneo.

Las tareas de limpieza todavía no habían cesado cuando LA NACION bajó a conocer por dentro el gigante de hormigón, de 9,8 kilómetros de largo. Latas de gaseosa, botellas de plástico, barbijos, resaltadores, fundas de celular. Todo acumulado en grandes montañas, mezclado con barro y ramas, para después ser sacado en contenedores. “Miren, hasta hay una pata de un sommier”, comentó, asombrada, Carla Vidiri, Directora General del Sistema Pluvial.
El Maldonado: el antiguo márgen de la ciudad
La ciudad de Buenos Aires tiene 12 arroyos subterrános, siendo el Maldonado el más importante. Pero entre los porteños, especialmente los más jóvenes, existe un desconocimiento generalizado sobre la existencia de estos cauces y su historia. Muchos no saben, por ejemplo, que hasta hace 135 años, era el curso serpenteante del arroyo Maldonado el que marcaba el límite norte entre la provincia y la ciudad de Buenos Aires. La capital tenía otras dimensiones: la población no superaba los 440.000 habitantes, y Belgrano y Flores todavía eran municipios bonaerenses.

Las fotos del arroyo en esa época, cuando todavía no estaba cubierto por un techo de hormigón, evidencian el cambio: el extenso caudal de agua estaba rodeado en algunas zonas por casillas rurales, chacras y campo abierto, y lo cruzaban algunos puentes, más y menos elaborados, que fueron mejorando con el paso de las décadas.
En verano, como se ve en las fotos históricas, los porteños se bañaban en sus aguas y los niños jugaban. Pero la postal no era siempre así de alegre. Los niveles de agua variaban de manera abrupta según la temporada y las condiciones meteorológicas. Así, el arroyo tenía períodos de sequía en los que se entrecortaba y se reducía a pequeños charcos. Y también -los más preocupantes- períodos de grandes crecientes, generadas por las precipitaciones invernales. “El Maldonado llegó a crecer en forma amenazadora, provocando inundaciones de extensas zonas con su secuela de animales y personas ahogadas o desaparecidas”, escribió hace unos años Arnaldo J. Cunietti-Ferrando, historiador y numismático.

Pero el agua no era limpia, al menos no en las últimas décadas. Según se afirma en la página web del gobierno porteño, con el crecimiento demográfico de la ciudad, el arroyo Maldonado empezó a enturbiarse cada vez más. Su cauce pasó a ser un depósito de basura que ingresaba por los sumideros.
La misma página web describe a la antigua zona del arroyo (hoy Palermo, Villa Crespo, Caballito, Villa Mitre, Villa Santa Rita, y más, en línea recta hacia La Matanza) como un “arrabal de malevos y pobreza”. Y agrega: “El arroyo en sus crecidas arrastraba consigo las miserables casillas de los ribereños y envenenaba el aire de la ciudad con los hedores del agua”.
Maldonado, ¿canal navegable?
El proyecto de entubado, que se desarrolló entre 1929 y 1933, no fue la única opción que se contempló. Años antes, hubo una iniciativa para construir un canal navegable en el cauce del Maldonado que estuvo a punto de desarrollarse. El proyecto, que llevaba la firma de la empresa Wenceslado Villafañe y Cia, apareció por primera vez durante la presidencia de Juárez Celman. Incluía, a su vez, el trazado de dos rutas paralelas al canal, empedradas o macadamizadas, con una hilera de pasto y árboles, además de la construcción de una ribera, avenidas, puentes y hasta un servicio de tranvías, según destaca Cunietti-Ferrando.

La iniciativa fue aprobada por el gobierno, pero nunca se llevó a cabo debido a la crisis de 1890. La misma idea volvió a reflotar unas décadas después, pero tampoco tuvo éxito. Cunietti-Ferrando creía que el fracaso del proyecto era una bendición, ya que la idea era hacer que el canal del Maldonado empalmara con el Riachuelo a la altura de Puente Alsina. “Si observamos el estado de contaminación actual del Riachuelo, podríamos imaginarnos cuál hubiera sido hoy el destino de este canal, en medio de una ciudad”.
Todavía existen proyectos en páginas como Change.org para “desentubar” el Maldonado, pero ninguna ha tenido gran visibilidad. Por ahora, la única solución viable para evitar nuevas inundaciones es la de limpiar los tres túneles del Maldonado cada unos cinco años, lo cual viene funcionando, aseguran desde el gobierno porteño. “No podemos estar más de quince días con el túnel largo cerrado porque tenemos el empuje del túnel corto, que hace fuerza sobre toda la estructura. Además, porque tenemos que ver que no llueva. Si llueve, inundamos media ciudad”, dijo Vidiri durante la visita de LA NACION.

Clara Muzzio, ministra de Espacio Púbico e Higiene Urbana, destaca la importancia de las tareas de limpieza y mantenimiento: “Evitan que la basura, los plásticos y los metales que llegaron al arroyo no pasen al Río de la Plata. Es fundamental no tirar residuos en la vía pública y que en cada casa se dispongan correctamente los residuos para evitar que contaminen el agua”.
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