Llegó a Nueva York con una idea: intentar darles movimiento a los caballos estáticos de sus pinturas. María Pujato tiene 27 años y, desde que se instaló en esa gran ciudad, meca del arte en el mundo, logró representar la velocidad y la potencia del polo en sus cuadros, que hoy cuadruplicaron el precio que tenían en Buenos Aires.
La joven se dedicó un año entero a desarrollar esta técnica en la New York Academy of Art durante un estudio de posgrado y sus trabajos aparecen expuesto en la página oficial de esta universidad tasados entre los US$70 y los US$2500. Esta formación le permitió exponer en reconocidos circuitos de arte internacional como el Miami Art Bassel y también la posibilidad de generar una red de contactos en la ciudad estadounidense.
Desde su casa actual en Upper West Side, donde vive desde hace un año junto a su novio, María conversa con LA NACION y cuenta que uno de sus cuadros causó furor entre el público americano. "Llegan buscando arte argentino", sostiene.
Desde el plano de la videollamada, se ve un espacio cálido, decorado con colores neutros. El ambiente es prolijo. Al fondo, se alza una de sus obras, que contrasta con el lugar: sobresale la figura de un caballo, rodeado de colores vibrantes, y la marca de su paso, como un registro de por dónde viene y hacia adónde va.
Desde los tres años, siempre pintó y dibujó caballos y, a lo largo de su vida, nunca se alejó de ellos. "Los amo, me encanta dibujarlos. Empecé a hacer caballos de polo porque los copiaba de las revistas, cuando me cansé de dibujarlos comiendo pasto", cuenta. Estos animales forman parte de sus primeros recuerdos de niña, durante su infancia en Córdoba, donde su familia compartía tiempo con unos amigos que corrían carreras. Cuando relata esas memorias, la artista habla de "encanto", como una especie de fascinación a primera vista. Años más tarde, desde la ventana de su habitación en Buenos Aires la joven vería, día tras día, un predio de equitación. Los caballos siempre están cerca.
Mery describe su trabajo como una extensión de su cuerpo. "Es difícil de explicar", dice, pero lo intenta. "Siento que es parte mía, ahí en una pintura", y señala el cuadro que cuelga detrás suyo. Para la joven pintar es su manera de experimentar la libertad y de expresar el modo en que concibe el mundo. "Es parte de cómo soy: bastante alegre, me gusta el color y la vida. Vivo en paz, en la diaria me gustan los colores neutros, pero cuando voy a pintar necesito todo el color y ver algo que a mí me traiga felicidad".
Su carrera
Su formación en el mundo del arte se remonta a su infancia, estimulada fuertemente por su madre. María asistió tres horas por semana a clases de dibujo, pintura y cerámica, como actividades extracurriculares. Momentos que ella describe cargados de júbilo, con una consciencia latente de libertad. "Allí no había bien ni mal, porque quién puede decir que algo está bien o mal en el arte. Era mi momento de relajación".
Cuando terminó el colegio, estudió Diseño Gráfico en la Universidad de Palermo, lo que, según dice, le permitió tener un manejo adecuado del espacio en sus obras. "Todo lo que siempre estudié me enriqueció. La carrera me ayudó mucho a pensar en equilibrios, balance, tamaños", cuenta.
Cuando vivía en Buenos Aires, trabajaba durante el día en una oficina y alquilaba por la tarde noche un estudio para pintar. Tardaba entre tres a cinco meses en terminar un cuadro.
Pero al llegar a la gran ciudad, empezó a escuchar que sus trabajos eran tasados por precios más elevados. Con el paso de los meses, sumado a su experiencia en la New York Academy of Art y las exposiciones internacionales, sus cuadros comenzaron a manejar otros valores en el mercado. "Se vende cuatro veces más caro que en la Argentina", indica la joven.
Este último tiempo, en Nueva York, con el ritmo que le exigió la institución, Mery dedicó los tres meses del verano a preparar su muestra final. "Pinté seis cuadros en tres meses, no es normal. Terminé agotada".
El trabajo que produjo durante ese taller intensivo fue el que luego se expuso a la venta y fue muy bien recibido por el público. "El año pasado, vendí tres cuadros chiquitos, a principios de este año, otros dos, y ahora acabo de vender el cuadro más grande que hice en mi vida, que causó furor. Es enorme, de más de un metro de alto y de ancho. Y varias personas me escribieron para comprarlo". Este último fue tasado y vendido en US$2500, el cuadro más caro de la artista hasta el momento. "Te da un aval haber estudiando acá, haber vendido en Nueva York, haber expuesto en Miami Art Basel. Se va sumando", explica.
Arte argentino
La joven cuenta que son muchos los que llegan a la institución interesados en comprar "arte argentino". "La mayoría son americanos, de Texas, de Nueva York o de los alrededores que siguen a la gente de la academia, buscan argentinian art, como le dicen. Aquí es muy normal comprar cuadros y la sociedad está atenta al mundo del arte. Por ejemplo, todos los jueves se inauguran 50 muestras".
En algunos de sus trabajos aparece la bandera del país. Pero, el polo y los caballos, en particular, forman parte de íconos de la cultura nacional, por lo que llama la atención de aquellos que buscan arte argentino.
Su estilo podría pensarse dentro del expresionismo abstracto, que se caracteriza por tener marcas del desenfreno del artista, de su creación más espontánea a través de las pinceladas -lo que lo diferencia de lo que se conoce como arte figurativo-. "Me aburría a veces que sea un caballo demasiado perfecto, y por eso es que empecé como a intentar replicar el movimiento y a hacer una especie de mezcla, que quede algo medio abstracto, pero que sigas viendo el caballo siempre. Por ahora me encanta".
Respecto al negocio en el mundo del arte, María supo desde siempre que quería pintar caballos y nunca se vio condicionada por modas o tendencias. "Hay muchos artistas que se van adaptando a lo que está de moda, pero yo siempre dije lo que quería hacer: pintar caballos. Los voy rompiendo, los voy haciendo un poco más figurativos, depende de lo que necesite en el momento".
En un principio, tuvo miedo de dedicarse al arte porque no quería verse condicionada por los gustos de los otros. "Me costó saber qué estudiar porque no quería perder esa libertad de hacer lo que quisiera a la hora de pintar". Hoy, eso ya no le importa. "Si a la gente le gustan mis cuadros bien y, sino, también", agrega con determinación.
La artista dice, con una cuota de misticismo, que todos sus planes o proyectos siempre se concretan. "Cuando pienso algo en serio, tarde o temprano llega, por ejemplo, siempre dije que quería pintar en Nueva York". Ahora, su próxima meta es encontrar galerías en la ciudad estadounidense para poder dejar sus cuadros en exposición, porque Mery tiene decidido que quiere vivir en la Argentina.
"Extraño mucho la naturaleza, también la familia y amigos, por eso quiero tener mi base en Buenos Aires. Siento que cuando termine este año voy a haber hecho todo lo que necesitaba", dice. Y concluye: "Nueva York es increíble, pero no tengo caballos en la ventana".
Para conocer más de su trabajo
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