Fotos y texto de Ana Karina Delgado Díaz*
Bajo los techos de plástico, aquel chico limpiaba una pistola arrodillado frente a su chaleco táctico, un fusil, un par de granadas de mano, una cuchara y fotos de gente que no vive más.
Algunos jugaban al fútbol con botas de caucho entre el fango en que se había convertido la sabana por la lluvia. Otro, inspirado, escribía canciones junto con la Kalashnikov, que colgaba de una estaca.
En la noche, con las boinas al estilo del Che, varias parejas bailaban cumbias y, aquel, entre largas pitadas a su cigarrillo, contaba que si todo hubiera sido distinto habría conseguido ser futbolista, titular en el América de Cali o en el Barcelona.
Para ese momento, en septiembre de 2015, aún nadie sabía si llegaría a ser cierto aquello de decirle adiós a la tropa, a toda la guerrillerada.
En el marco de otra guerra, que es en realidad la misma que sigue encendida hasta hoy, a mitad de los 60 nació la guerrilla de las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Ahora hay otras FARC, el partido político legal resultado del proceso de negociación: Fuerza Alternativa Revolucionaria el Común.
Después de varios intentos históricos de transitar la salida dialogada a la guerra, la guerrilla de las FARC se sentó durante seis años a conversar con representantes del gobierno colombiano y, en 2016, lograron firmar un acuerdo para dejar las armas y pasar a la vida civil.
Las fotos que componen este ensayo fueron hechas durante el desarrollo de "Crónicas desarmadas", un proyecto editorial digital que se propuso contar el inicio de la implementación de aquellos acuerdos.
Con pequeñas películas, crónicas escritas y fotografía documental, contamos historias desde aquellos rincones de la Colombia rural donde la guerrillerada se reunió para dejar las armas, y también desde afuera de esos campamentos, donde las comunidades civiles (campesinas, negras e indígenas) siempre han vivido, a pesar de la guerra que los ha dejado sin tierras y en medio de las balas.
El proceso con la ex guerrilla continúa en medio de obstáculos políticos, jurídicos y morales, y miles de personas, que estaban antes alzadas en armas, recuperaron su identidad y ciudadanía, nacieron niños y niñas tras levantarse el veto a la maternidad, se constituyen familias, gente se titula de secundaria, aprende oficios o regresa a sembrar la tierra.
Hoy, en aquellos lugares donde se juntó la guerrilla, esos mismos donde se ha escenificado y se sigue escenificando la guerra, muchos van construyendo la vida. A lo mejor, el chico que limpiaba la pistola, los que jugaban fútbol, el que escribía canciones y los que bailaban en la noche sabanera siguen allí: la mayoría de ellos continúan en el proceso.
Unos retornaron a la tierra de la que salieron antes de tomar las armas; alguno habrá regresado a hacer la guerra "al monte" y, otros, como aquel que quería ser futbolista, como tantos otros, exguerrilleros o civiles, han ido muriendo, asesinados en tiempos de "paz", porque en Colombia la vida después de la guerra se inventa en medio de las balas.
*ANA KARINA DELGADO DÍAZ
Se formó en Psicología, pero a mitad de la carrera huyó a estudiar Cine en la Universidad Nacional de Colombia. Pasó por la UBA para cursar Guion. Actualmente, se desempeña como fotógrafa y videógrafa documental. Escribe ficción y no ficción. Desarrolla proyectos narrativos, investiga y construye historias al alrededor de los fenómenos sociales asociados a la guerra, la pobreza, las luchas por la autonomía y los territorios, la vida rural, las identidades étnicas y los conflictos ambientales en su natal Colombia, el resto de Latinoamérica y África. Trabaja de manera independiente y sus historias se han publicado en medios colombianos como El Espectador, Semana, Vice, Pacifista, y también en El País (España) y Global (Puerto Rico), entre otros. En 2018, fue seleccionada por la FNPI para participar del taller de libros periodísticos dictado por Martín Caparrós.
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