Derribar las barreras arbitrarias
Aun antes de nacer, el cuerpo humano entra en la cultura binaria de los sexos. Cuanto más avanza la tecnología, más tempranamente se lo interpretará como varón o mujer y se le asignarán características masculinas o femeninas ancladas en esa interpretación; principalmente (aunque no exclusivamente) a partir de los genitales. Pero el sexo biológico es más que la genitalidad: incluye cromosomas (XX o XY), hormonas (andrógenos o estrógenos), gónadas (testículos u ovarios) y otros rasgos que no siempre agotan las posibilidades ni se organizan del modo binario. Incluso nuevas explicaciones neurocientíficas que hablan de "cerebros masculinos y femeninos" deben admitir que no son deterministas en relación al género. Aun así, desde el comienzo de la vida quienes han sido asignados como niños y niñas viven espacios sociales diferenciados (nombres, colores, ropa, juguetes, baños y roles sociales según sexo).
Quienes confrontan este paradigma, travestis, transexuales, intersexuales, y diversas identidades "trans" que no se anclan en el binario, han sido hostigadas, reprimidas y criminalizadas. Desde esos lugares identitarios, como una forma de activismo, elaboraron el término "cisexual" para las personas que sí encajan y están satisfechas con la asignación recibida. Rompen así la centralidad de quién clasifica y quién es clasificadx. El verdadero cambio debe producirse en toda la sociedad: contemplar la complejidad de la sexualidad humana (sexo, género, orientación sexual, prácticas sexuales) con la diversidad que tiene, sin establecer jerarquías ni marginalidades, reflexionando sobre los modos en que se construyen todas las sexualidades (también las hegemónicas). Y derribar las barreras arbitrarias con que nos clasificamos, para incluirnos en el universal de los derechos humanos no sólo en el resultado sino en el debate mismo acerca de su enunciación.
Directora del Observatorio de Género en la Justicia del Consejo de la Magistratura de la Ciudad de Buenos Aires
Diana Maffía
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