Era un pensamiento que lo inquietaba durante el día y no lo dejaba descansar por la noche. Todos los años lo mismo: ¡tantos útiles escolares desperdiciados! Su contacto con las necesidades de los chicos había estado presente desde siempre. Había comenzado sus estudios de trabajo social en la Universidad de Buenos Aires y, luego de unos meses de haber viajado como mochilero por Europa, decidió finalmente asentarse en Ginebra, Suiza.
Criado en Villa Ballester, provincia de Buenos Aires, en esa localidad había conocido a Mariela Hernández, quien luego se convertiría en su esposa y con quien compartiría tantos proyectos y aventuras. Juntos, de hecho, emprendieron un viaje sin fecha de regreso en el que confirmaron sus deseos de compartir sus vidas. "El viaje como mochileros nos permitió conocer lugares muy interesantes y nos abrió los ojos para proyectarnos a un posible futuro en alguno de ellos. Cuando digo mochileros, me refiero a los mochileros de antes: hicimos nuestro viaje con un presupuesto acotado, montábamos nuestra carpa en campings, con marmita, parrilla, etc. Y salíamos a descubrir las ciudades, los paisajes, el arte, la arquitectura, la gente, los bares...nos había encantado Barcelona, entre otras ciudades, sin embargo, terminamos en Ginebra", relata Gustavo Hymon.
Una vez en asentado en esa ciudad europea, finalizó sus estudios en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de Madrid y revalidó su título en Suiza. Su perseverancia y compromiso con el bienestar del otro lo llevaron a conseguir un puesto como trabajador social en el Hospice général, una institución de acción social con más de 400 años de existencia. "Aunque formalmente no empecé mi carrera profesional allí, trabajé en otras estructuras de acompañamiento de adolescentes en ruptura social y con distinto tipo de enfermedades mentales".
Tanto Gustavo y Mariela pudieron abrirse camino en sus profesiones -ella dirige su propio estudio de arquitectos- pero había una preocupación que él no podía correr de su mente. "Terminado el ciclo escolar, veía que los chicos guardaban, o en el peor de los casos, tiraban sus útiles escolares. Cabe aclarar que acá, en las escuelas estatales, los niños reciben al comienzo del año los útiles, cuadernos y libros que van a necesitar durante los meses de clases. Casi cometo el error de decir que son gratuitos, pero no es así, cada uno los paga con sus impuestos".
Y una noche, mientras intentaba conciliar el sueño, finalmente tuvo un hermoso recuerdo, tan vívido como revelador. De pronto la imagen de su abuelo materno, Mario, le dio el impulso que necesitaba. "Mi abuelo tenía un almacén en Villa Ballester. Era el típico almacén de barrio que vendía forrajes, papas, batatas. Ahí pasaba mis tardes, dibujando en la vereda con un pedazo de carbón. Y me di cuenta que lo que buscaba era un proyecto tan simple y complicado a la vez: ¡reciclar y dar una segunda vida a muchos materiales de escritura y dibujo, pero también crear y compartir los dibujos y los mensajes de los niños! Se trata de comprender que con tan poco podremos volver a las bases y participar al intercambio entre niños que tal vez no tengan la misma suerte que los nuestros".
Inmediatamente se levantó de la cama, tomó lápiz y papel y comenzó a esbozar su proyecto al que bautizó Crayons Copains. ¿El objetivo? Que los materiales de escritura y dibujo llegaran a niños que no los poseen y que pertenezcan a estructuras con falta de recursos, que los eduquen y/o acompañen en su desarrollo intelectual y creativo. Escuelitas de frontera, talleres de dibujo y/o escritura con pocos medios, guarderías especializadas, talleres terapéuticos. "Para ello nos ponemos en contacto con estructuras, escuelas u otras asociaciones que estén desarrollando proyectos con y para la infancia desfavorecida, de manera de encontrar una ayuda a la altura de nuestras posibilidades".
Nueva vida
Para recuperar y reciclar los materiales de dibujo y escritura Gustavo se puso en contacto con los municipios y les pidió autorización para instalar las cajas de recuperación de la asociación (en cuya parte superior se dejan los materiales y en la inferior los dibujos).
El proceso de reciclado de los útiles que Gustavo y sus socias reciben comienza a partir de las donaciones que reciben: todos los útiles son controlados, y preseleccionados según su funcionamiento correcto. A su vez, una vez que les sacan punta, los lápices son clasificados por tamaño. Son los más fáciles de reciclar y pueden viajar a cualquier parte del mundo, ya que se trata de madera y minas, materiales biodegradables o que no afectan al medioambiente en su gran mayoría. "Las biromes y fibras no forman parte de esta familia: hay muchos países que las rechazan porque saben que no podrán reciclarlas. Estamos poniéndonos de a poco en contacto con otras asociaciones para poder desarrollar una política de comunicación paralela a los intercambios para informar de las distintas maneras de reciclar estos materiales. Otro de las variables a analizar es la pertinencia de enviar ciertos útiles a los distintos destinos. Por ejemplo, las fibras en los países tropicales se secan muy pronto y no sirve de mucho enviarlas".
Hasta el momento, todos los envíos se han hecho gracias a amigos o conocidos, o contactos de conocidos de amigos, que viajaban y llevaron personalmente las cajas llenas de lápices y dibujos. Una caja de zapatos llena de lápices pesa entre 4 y 5 kg. Además se envían dibujos, porque sensibiliza a los chicos al intercambio y a compartir. "Les pedimos a todos que nos manden dibujos hechos por ellos. Y luego de integrarlos informáticamente a nuestra base de datos, los enviamos a niños de otros puntos cardinales con la caja de útiles. Los dibujos son libres, aunque nosotros les proponemos contar algo sobre ellos para comunicar con otros niños del mundo. Y constatamos que los chicos describen en ellos sus vivencias, sus realidades, su barrio, pueblo, ciudad, rincón preferido. Obviamente no siempre respetan esa pauta, y es eso lo que da lugar a un arte tan rico y puro, como es el dibujo de un niño".
Tres consignas parten con los envíos. La primera de manera explícita, las otras dos, de manera implícita. Para empezar, la espera de los dibujos o las cartas en respuesta, que parten con otros envíos hacia distintos puntos cardinales. En segundo lugar, el mensaje de respeto de las diferencias de los otros, de otras culturas, de otros idiomas, de otras maneras de ser, de escribir o dibujar, de utilizar los colores. Finalmente, el respeto de nuestro planeta, para concientizar a cada niño del problema de la superproducción que va desgastando los recursos naturales o contaminando sin sentido.
Senegal, Burkina Faso, Gambia, Angola, Colombia, Chile, y Argentina fueron los primeros países en recibir cajas. Así se van tejiendo lazos entre los distintos lugares. "Creemos y sostenemos la convicción de que cada niño debe contar con el tiempo y los medios creativos que le permitan imaginar, crear, y expresarse libremente para desarrollarse".
La voz del especialista
Agustina Besada, exploradora de National Geographic y Profesional de la Sustentabilidad especializada en economía circular y estrategias sistémicas de triple impacto, con foco en ciclo de vida de los materiales. En 2018, cruzó el Océano Atlantico en un velero de 11 metros para explorar de primera mano la realidad de los plásticos en el océano y estudiar soluciones internacionales. Además es fundadora de Unplastify, una organización que, con foco en Latinoamérica, busca promover información y soluciones para repensar la relación humana con el plástico, a partir de la exploración, educación y acciones de impacto.
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