Dice Martirio que A Bola de Nieve ha sido el disco más difícil de todos los que grabó en su carrera. Principalmente, por la premisa de "cantar diferente" con la que esta experimentada artista nacida en Huelva entró en los estudios para rendirle homenaje a un cantante, pianista y compositor cubano, cuya singularidad ha redundado en la pleitesía de miles de fans en todo el mundo. Maribel Quiñones (popularmente conocida como Martirio) es una de las admiradoras confesas de un músico extraordinario, creador de un estilo interpretativo reconocible como pocos. Y su entusiasmo con el proyecto quedó reflejado en las declaraciones que hizo poco después del lanzamiento del álbum, en el que contó con un socio de lujo, el pianista Chano Domínguez, famoso por combinar con soltura y buen gusto el jazz y la rica tradición flamenca de su tierra, Andalucía: "Cuando pienso en Bola de Nieve se me viene de inmediato a la cabeza la imagen de García Lorca", aseguró hace poco ella. "Los dos eran creativos y cosmopolitas. Los dos sufrieron rechazo social por la homosexualidad. Y la primera vez que escuché a Bola de Nieve me llegó al alma por su forma tan sincera de cantar, así como me llegó Lorca cuando conocí su poesía".
Hay que decir que la pasión de Martirio por la música de Ignacio Jacinto Villa Fernández, apodado Bola de Nieve por Rita Montaner, otra artista cubana excepcional, se nota en cada uno de los temas del disco: tanto cuando interpreta un bolero cargado de nostalgia como "Vete de mí" (de Homero y Virgilio Expósito) como a la hora de versionar el popular son "El manisero". Fiel a su espíritu libre, esta cantante que nunca abandona la peineta ni los lentes oscuros también se anima con una refinada versión de "La vie en rose", canción insignia de Édith Piaf y parte del repertorio habitual de Bola de Nieve, un artista de alcance internacional que nunca les prestó atención a las fronteras idiomáticas (cantó en español, catalán, francés, inglés e italiano).
Entre los 30 y los 60, Bola de Nieve desplegó una carrera exitosa que se desarrolló primero en Cuba y en México, para proyectarse después a otros países de América Latina, Europa y Asia. Compartió escenario con figuras como Conchita Piquer, Teddy Wilson, Dorival Caymmi y Libertad Lamarque. Visitó la Argentina en 1937 para presentarse en los estudios de LR1 Radio El Mundo.
En todas partes deslumbró por su carisma y su personalidad –armas de seducción innegables en su caso–, pero también por su gran estatura artística. "Tenía una formación clásica como pianista, pero además de ser sutil y finísimo con el instrumento, había incorporado toda la energía vital de la música afrocubana. De hecho, la mano izquierda muchas veces simula los tambores. Fue de los más modernos de su época", sostiene Martirio.
El otro gran hallazgo de Bola de Nieve fue, sin duda, su forma de cantar, expresiva, muchas veces casi exasperada, características poco frecuentes para el bolero. "Cada canción parecía la última; uno lo escuchaba y pensaba que se iba a morir. Casi nadie canta de esa manera", resalta Chano Domínguez, compinche de una aventura musical que apunta directo al corazón, igual que "Ya no me quieres", "No quiero que me olvides", "Ay amor" y otras joyas de un cancionero que permanece tan vivo como cuando apareció en escena de la mano de un artista que merecía largamente un homenaje tan cálido como este.
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