A veces no hay que viajar cientos de kilómetros para respirar aire fresco y desconectarse de la rutina. A veces alcanza con animarse a lo nuevo, apostar por los intereses personales y dejarse llevar por el curso de la propia historia. Eso fue lo que experimentó Juan Ignacio (45) cuando en 2010 sintió que estaba atravesando una etapa de desconcierto afectivo. No podía negar que tenía un trabajo estable -ejercía como abogado en la Secretaria de Niñez, Adolescencia y Familia de una dependencia gubernamental de la provincia de Córdoba- y vivía sin mayores preocupaciones. Pero algo en su interior le decía que necesitaba hacer un cambio.
Decidió entonces que iba a empezar por concretar aquellos asuntos pendientes que tenía hacía ya algunos años y que, por una u otra razón, siempre postergaba. Investigó, consultó precios y finalmente se anotó en ese curso de portugués online que iba a abrir un nuevo capítulo en su historia. Completó los formularios, descargó los materiales y tomó contacto con la profesora que le habían asignado. Ella se llamaba Adriana, vivía y trabajaba en San Pablo, Brasil y lo iba a estar guiando en las clases virtuales.
"Primero mantuvimos un tiempo de contacto por mail. Intercambiábamos correos donde ella me indicaba algunas correcciones y, además, para que yo practicara, me mandaba letras de canciones y charlábamos sobre el clima y las costumbres en nuestros países. Pasaron algunos meses y empezamos a hablar por Skype. Además de las clases, nos preguntábamos sobre nuestras vidas y trabajos y, sin darnos cuenta, el contacto comenzó a ser diario", recuerda Juan Ignacio.
A través de la cámara de Skype, Adriana se mostraba siempre alegre y bien dispuesta. Él, por su parte, solo dejaba que ella escuchara su voz. "Mi compu era de esa viejas con monitor analógico, había que adicionar una cámara, cosa que me negaba a hacer, pero no por eso dejaban de ser divertidas nuestras conversaciones que se extendían por muchas horas durante la madrugada. Y tengo que confesar que también yo era bastante tímido para mostrarme. Cada vez que hablábamos sentía mucha atracción por ella, me parecía interesante y bonita. Y me di cuenta que me gustaba demasiado y que me había enamorado".
Pasó un año hasta que lograron concretar un encuentro. Adriana había viajado a Buenos Aires para ocuparse de algunos trámites personales. "Yo quería ir para allá, pero me era imposible durante la semana porque en el trabajo no me dieron los días, entonces la invité a Córdoda, creyendo que tal vez no aceptaría. Hasta que recibí un mensaje cerca de las seis de la tarde: era Adriana y me avisaba que estaba en vuelo directo para aquí y que estaría en el aeropuerto en una hora. Salí de mi trabajo y tomé un taxi. Cuando llegué, ella ya había desembarcado y me esperaba en la entrada de la terminal. Estaba muy nervioso, sentía que el corazón se me salía por la boca. Nos abrazamos bien fuerte por un rato largo y solo le pude hablar cuando llegamos a mi departamento".
¿Tenés hambre?, fue lo único que logró balbucear en medio de un nudo de nervios en el estómago y la sorpresa de estar junto a la mujer con la que venía soñando hacía meses.Sí, dijo ella. Y ese fue el puntapié para pasar un fin de semana inolvidable en todo sentido.
Se dejaron llevar por el impulso. Adriana estaba dispuesta a darlo todo y mucho más. Vendió todas sus pertenencias en San Pablo y se instaló en Córdoba para empezar una vida junto a Juan Ignacio. Soñaron en grande y quisieron arrancar de cero. Eligieron Ushuaia, en el sur del país, como el lugar donde sellarían su amor. Él renunció a su trabajo y emprendieron el viaje. "Pero no soportamos el clima y la forma de vida de aquella ciudad, Adriana estaba acostumbrada al sol y al calor. Yo nací en un pueblo del sur de Santiago del Estero y fui con 17 años a estudiar a Córdoba, me recibí y me quedé allá, nunca había ido a otro lugar. En Ushuaia sentimos que, probablemente por el clima, las personas eran más distantes y eso decidió que optáramos por volver juntos a San Pablo y allí vivimos dos años hasta que nació nuestra hija Antonia".
Adriana y Juan Ignacio regresaron a Córdoba, donde empezaron. "Nos complementamos, ella es una luchadora, siempre está decidida, tiene coraje para todo y es emprendedora. Además de ser hermosa y muy cariñosa, ha hecho que me sienta amado y yo la amo".
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