El elegido
Ella tiene un cheque al portador. O al menos eso parece, porque si es por estar, está dispuesta a todo. Y todo significa eso: todo.
En cada hombre que conoce cree ver al amor ideal. Y mientras los primeros encuentros con ellos quedan suspendidos en eso, primeros encuentros, su cheque al portador tiembla, ansioso de ser finalmente entregado a su destinatario definitivo.
Ella no prejuzga, no rechaza a priori, no censura ninguna posibilidad. Cada uno de los hombres que se atraviesan en su búsqueda merece un trato igualitario, la misma intensidad de seducción y expectativas.
Los imagina proporcionadamente sensibles, cariñosos, apasionados, amantes de los niños, eventuales compañeros de ruta. Les perdona la falta de belleza, o de dinero. Piensa que quizás le lleven flores a la primera cita o en un descuido de ella aparezca un poema sobre el mantel, entre las copas de vino a medio beber.
Después del encuentro inicial, invariablemente, el encantamiento se desploma. Todo lo que ella había esperado del sujeto ocasional se resquebraja.
Aunque, como ella es una esperanzada sin remedio, tras la decepción su cheque al portador vuelve a engalanarse en espera del próximo. Podría ser el último. Podría ser el mejor. Podría ser el elegido.
(*) La autora es subeditora de la Revista
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