El verano, estación para vestirse: la consagración de los shorts, un gran clásico
Llega al fin el momento justo para olvidarse, saludablemente y para siempre, de la moda, de las tendencias, del se usa/no se usa y, sobre todo, de lo que se usa o no en los Estados Unidos o en las Europas o cualquiera de las otras sedes centrales del consumismo y entregarse al placer de vestirse para sí misma. Es el verano, la estación propicia para hacer que coincidan en armonía y con soltura el cuerpo y las prendas, la piel y las telas, la vibración física y la intención estética.
No se trata en absoluto de desnudar la mayor cantidad posible de centímetros cuadrados de epidermis. Al contrario. Cubrirse es la consigna, como bien nos advierte todo un coro griego de dermatólogas debidamente resguardadas bajo capelinas de paja tejida, detrás de gafas oscuras y envueltas en blancas túnicas ligeras. Durante el día, amén del protector solar, de cuidadosa aplicación cotidiana a lo largo del año en nuestras latitudes, se hacen imperativas las mangas largas, como las de tres cuartos en un ensemble intemporal, si bien de los 50, de Cristóbal Balenciaga, llevado en una foto emblemática de Louise Dahl-Wolfe por la exquisita Suzy Parker que sería una buena idea hacer copiar en el tejido que se te ocurra, siempre que sea orgánico. Todo lo que fue nuevo deviene clásico, que es el modo en que una moda nunca deja de ser actual.
El verano resulta ser la estación soñada para quienes profesan el culto el estilo sin solemnidades ni melindres. La reducción del vestuario a algunas piezas esenciales obliga a ejercitar la imaginación, subir el tono de cada prenda y jugar a fondo con los efectos de colores, texturas y contrastes, poniendo el acento en la noción de juego. Hacer del vestirse un modo de celebración del cuerpo cobra pleno sentido en la temporada en que los días brillan y las noches también.
Este verano también debería consagrar con el estatus de gran clásico a una prenda hasta ahora si no desdeñada sí seguramente subestimada: los shorts. ¿Será a causa de su brevedad? ¿O su facilidad de uso? ¿O quizá porque se les asocie a su versión más popular y accesible, los jeans tijereteados? Pueden sin embargo hacerse sofisticados y son numerosas las variaciones sobre el tema del short du soir. Ya en 1966, Yves Saint Laurent mostró uno de sus célebres smokings de mujer con pantalones por encima de la rodilla – y una blusa negra transparente.
Y aunque, a pesar de su ductilidad, su encanto inmediato y su funcionalidad, raramente se les incluya entre las listas de aquellas pocas prendas sin las cuales no se puede vivir, no cabe duda de que los shorts están destinados a una larga vida en infinidad de guardarropas.
La razón es doble: por un lado, la preeminencia en el vestir de hoy de lo que llamaría el minimalismo sport, prendas de formatos básicos y vocación de practicidad que no dejan sin embargo de resultar atractivas, y por otra parte, esencial, el hecho de que los shorts llevan a un primerísimo plano la zona corporal que hace ya medio siglo define la moda contemporánea: las piernas.
Todos los shorts valdrán, y garparán, este verano: desde los muy extremos hot pants, que como sabe quienquiera los haya llevado, suelen causar ciertas turbulencias, a los de estampados africanos, irresistibles y raros por estos parajes, a los de algodón orgánico de corte impecable en blanco crocante para titilar al sol o los de talle alto con pinzas en crêpe negro para tomar baños de luna.