Fiona Pittaluga. “José Ignacio es snob, pero no es solamente eso”
La chica que parece mucho más chica, la que pasa la vida respirando mar y cine es todo un personaje en José Ignacio. Y no precisamente por ser la hija del intelectual/empresario Martín Pittaluga–uno de los fundadores del mítico parador La Huella– sino porque desde su bajo perfil, poesía y pasión creó algo único, que es el Jiiff. Hablamos del Festival de Cine que se hace en el antiguo pueblo de pescadores y al aire libre, algo que comenzó sin pretensiones y hoy, finalizada su décima edición, ya forma parte de la grilla cultural del mundo.
"El cine refleja el planeta convulsionado en el que vivimos; es cultura. Y la cultura debe ser parte de la educación porque dignifica y otorga libertad. Te muestra otros mundos y te hace empatizar; te lleva a cuestionar lo establecido", dice Fiona Pittaluga desde su mar y su arena, paisaje que la habita todo el año y que la vio nacer.
–¿Cómo surgió la idea?
–En 2008 empezamos con un cineclub para amigos que hacíamos en mi casa, "Bajo el Alma". Paralelamente, Franco Bronzini organizaba ciclos de música y uno de los últimos veranos agregó teatro, cine y danza. Me ofreció sumarme con una película y lo hicimos en casa. El invitado para presentarla fue Manuel Antin, director de la Universidad del Cine (FUC). Proyectamos Luces de la Ciudad, de Charles Chaplin. Manuel se entusiasmó tanto que propuso repetir.
–Ya dejaba de ser un programa entre amigos. Fueron creciendo.
–Sí, claro. Del 2008 al 2010 hicimos unos ciclos de cine junto con la FUC y Franco. Invitamos profesores para que seleccionen películas, las presenten y debatan post proyección. Y fue en ese invierno cuando conocí a Pablo Mazzola y María Julia Traynor. Luego se sumó Mariana Rubio y no paramos. Entonces surgió la idea de hacer un festival al aire libre. En enero del 2011 empezamos con una sola proyección de Yo maté a mi madre, de Xavier Dolán. Un año después se unió Martín Cuinat y ya en 2013 fuimos con cinco proyecciones. Así arrancó todo.
–¿Qué es lo que más te emociona de esa movida cultural atípica?
–Disfruto cuando arranca la película y puedo ser un observador externo del momento que creamos. Gozo cuando me puedo sentar para volver a ver las películas, que siempre me gustan más. Me emocionan las charlas y me apasionan las discusiones de cine. Pero, por sobre todas las cosas, disfruto de hacer un festival con amigos.
–¿Cuál es el público del Jiiff?
–En nuestra audiencia hay turistas, locales y cinéfilos, de todas las edades. Buscamos cine que impacte, que sea original y profundo pero también ameno para un festival internacional de verano. Pensamos muy detenidamente cada película y su equilibrio con las demás. Nos lleva todo el año organizarlo.
–¿Qué fue lo más lindo que te dijeron sobre el festival?
–Mucha gente me dice que lo que hacemos en José Ignacio no lo vieron en ningún otro lado. Eso es lo más lindo de escuchar.
–¿Tu gran logro?
–La alianza con Disney; y ahora logramos algo similar con el Marché du Film del Festival de Cannes y con el Short Film Corner, también de Cannes. Además, junto con el ICAU (Instituto de Cine y Audiovisual del Uruguay) logramos llevar adelante una instancia de industria en el marco del nuevo acuerdo de coproducción entre Uruguay y Francia, que llamamos Working Jiiff. Invitamos a productores franceses y uruguayos a participar de este encuentro de networking.
–¿Cómo van cumpliendo las alianzas? ¿Hay más oficina o más encuentros junto al mar?
-–Lograr la alianza con el Festival de Cannes fue un sueño que tuvimos mirando al mar. Y fruto de un anhelo muy profundo. Para poder lograrlo, invitamos a Jérôme Paillard (presidente del Marché du Film) a José Ignacio, le contamos la idea y se sumó instantáneamente. A partir de ahí, se fue materializando todo con el apoyo del ICAU y la embajada de Francia. Después se nos ocurrió hacer una competencia de cortometrajes junto con la Fundación Diciembre, para realizadores emergentes. Como decía Manuel Antin, "hay que animarse a dar un paso mas".
–¿Recordás la primera película que viste? ¿Y la última?
–Uff, la primera imposible… además tengo muy mala memoria. Películas que me marcaron fueron Paris, Texas, de Wim Wenders; y todas las de Bergman. En especial El séptimo sello y Escenas de un matrimonio. Casualmente la última película que vi y me gustó mucho fue Historia de un matrimonio, de Noah Baumbach, que me hizo acordar a la de Bergman.
–¿Soñás con dirigir?
–Hice un corto el año pasado, una precuela de un largometraje que escribí. El protagonista es mi hermano Bambou. No es mi sueño ni mi prioridad, pero es algo que me gustó hacer y si llega el momento y la inspiración, feliz de dirigir mi ópera prima.
–Sos hija de empresario gastronómico, bastante poeta y aventurero. ¿Qué heredaste de él?
–La independencia, el esfuerzo por el trabajo, a pensar por mí misma. Y también el amor por José Ignacio (yo nací en Montevideo), Leonard Cohen... Muchas de estas cosas también las heredé de Cocó, mi madre.
–¿Qué te inspira?
–Ir al parador en invierno, sentarme en la barra y tomar un trago me hace feliz. Viajar, desde ya. Descubrir cosas interesantes que están pasando en otras partes. Siempre pienso en la posibilidad de aplicarlas o adaptarlas en mi país. Nada como desayunar en la mesa redonda de Bajo el Alma, con mate y diario en mano. También soy de picnic en la playa. Podría decir que es mi almuerzo preferido. Para las cenas invernales, adoro la estufa. Alguna carne, algún zapallo con queso y verdes.
–¿Cuál es tu ruta de cine o teatro? ¿Libros?
–En Uruguay no hay muchas opciones, ahora la Cinemateca abrió nuevas salas en Montevideo y están divinas. Tengo el recuerdo de cuando fuimos a estrenar mi primera película como productora a la Berlinale, que se proyectó en una sala de cine increíble llamada Kino International. Al teatro no voy mucho. La última obra que vi y me encantó fue La Desgracia, en el Galpón de Guevara.El libro que leí últimamente me lo regaló mi abuela Elenota, que es mi mentora. Es de Coetzee y se llama Siete cuentos morales.
–Hablando de moral. ¿Te altera el prejuicio ajeno?
–Por supuesto que me altera. Y pasa con el festival. Entonces mi reacción es invitarlos para que vean. José Ignacio es snob, pero no es solamente eso. Tiene el éxito que tiene por la calidad de propuestas, porque es un lugar increíble desde el punto de vista de la naturaleza y porque hay un grupo de vecinos que trabajan y luchan el día a día contra la mirada a corto plazo. Los políticos y mucha gente ve el lugar como una oportunidad y no les importa el futuro del pueblo, solo el beneficio inmediato.
–¿Cómo es un día en tu vida?
–Vivo con Martín Cuinat, mi pareja y socio. Tenemos un terreno en El Caracol, un área protegida de Rocha. Ahí vamos a construir este año, para ya quedarnos. Desde que nos conocemos trabajamos juntos. Empezamos siendo amigos, luego socios en el festival y finalmente en la productora de cine que tenemos en Argentina y Uruguay, que se llama RMD Films. Estamos terminando nuestro cuarto largometraje, El perfecto David, ópera prima de Felipe Gómez Aparicio y por empezar el rodaje de Picutzy, de Mariano Contreras. Y somos felices. Nos complementamos, algo para nada menor.
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