Carlos Sosto en su templo italiano del Botánico. Allí, antes de preguntar qué se podía comer, los clientes ya se encontraban con un desfile de platos en su mesa. Los precios también eran una sorpresa: en la época dorada del local, la cuenta llegaba en un papel, escrita con birome, con un número improvisado por Sosto.

Guido’s Bar. El restaurante de culto donde el dueño decidía qué comía cada cliente: “La gente no sabe leer el menú”

Carlos Sosto en su templo italiano del Botánico. Allí, antes de preguntar qué se podía comer, los clientes ya se encontraban con un desfile de platos en su mesa. Los precios también eran una sorpresa: en la época dorada del local, la cuenta llegaba en un papel, escrita con birome, con un número improvisado por Sosto.
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