Guillermo Salmerón: "Somos muy injustos con nuestros ídolos"
Desde la calle confunde: algunos piensan que es una unidad básica del PJ. Pero tampoco están tan errados: se trata de Los Incorregivles, un restó de impronta peronista en Villa Urquiza. Podría decirse, también, que es el sueño hecho realidad de cinco amigos que, impulsados más por la cuestión lúdica que de negocios, decidieron "salvar" el lugar donde hacían la previa de su clásica noche de póquer. "Todo esto surgió un poco de casualidad. El dueño de El Secreto de El Polaco, que era el pub que funcionaba antes acá, nos dijo que estaba cansado y que iba a cerrar. Nos miramos entre todos y empezamos a fantasear con la idea de continuarlo. Pero uno del grupo propuso hacer algo temático y el peronismo nos unía a todos, salvo a uno que es militante radical. En mi caso particular me entusiasmó hacer algo temático porque era ponerle una cuota creativa en el armado del lugar", dice Guillermo Salmerón, guionista de El marginal y Sueño Bendito, la serie sobre Diego Maradona para Amazon, y uno de esos cinco amigos que se embarcaron en el sueño del restó propio.
–Siendo guionista, siempre necesitás contar una historia… ¿También te pasó con el restaurante?
–Sí, empezamos a ver cómo contar esta historia. Lo pensamos desde ese lugar. Hay un fotógrafo que hace montajes fotográficos que están buenísimos y después tenemos detalles más lúdicos: cuando entrás en el baño te suena la marcha peronista y tenemos pensadas más cosas, como un rayo peronizador para el no simpatizante… También hay un espacio para cosas culturales, bandas, cantantes, muestras… a mí me gusta cantar y canto acá. Y también me di cuenta de que este lugar se conecta mucho con mi historia. Yo vengo de una familia que tenía un almacén en Morón y yo dormía ahí, me crié dentro del mercadito. En el momento de abrir, aparte de la cosa cultural, me salió esa historia anterior, me siento cómodo en este mundo. Tengo cierto entrenamiento para el detalle que es de estar atendiendo un negocio.
–¿Cómo complementás el restaurante con tu trabajo de guionista?
–Yo vengo casi todas las noches, pero no es una obligación. Si veo que me atrasé con lo mío, no aparezco. Para mí, esto es un complemento. El trabajo de guionista es muy solitario. Que yo me haya vuelto guionista tiene mucho que ver con recluirse. Fue un acto de soledad. Yo había trabajado muchos años en un canal, tenía mucha charla, mucha reunión y un día me cansé y me recluí en la escritura. Hasta que, después de un tiempo muy recluido, tuve que imponerme salir. Tampoco era Jim Morrison, eh, pero el primer año sobre todo estuve muy aislado. Lo que descubrí ahora es que los primeros días me costaba acercarme a una mesa. Pero lo empecé a hacer y vi que la respuesta fue positiva.
–¿Ves alguna relación entre un mundo y otro?
–Lo que me llamó la atención es que hay una apropiación del sitio, la gente viene y se adueña del lugar. Cuando vos escribís, tu trabajo es solitario y después hay un momento en que lo soltás. Y no sabés qué va a pasar con eso. Porque cuando soltás es la gente la que se apropia de la historia. Está el desprendimiento ese y yo un poco con este proyecto también lo siento. Uno imaginaba ciertas cosas y la gente termina haciendo otras. Vino alguien que nos trajo la colección completa del diario La Opinión, y otro viene y dice tengo tal foto de mi papá con Evita, la traigo. Y traela, claro.
–¿En qué se diferencia de otros restós peronistas?
–Más allá de la identidad, la diferencia es que parte de un núcleo muy cercano, fue más importante nuestra unión que la visión de negocios. Es una sociedad virtuosa.
–Hablando de sociedad virtuosa... ¿cómo es trabajar con tu exmujer (Silvina Olschansky)?
–Y… es complicado, pero tenemos una buena relación. Siempre laburamos juntos. Nos separamos en medio de El marginal I. La ruptura tuvo que ver un poco con eso. Cuando vos tenés un trabajo que te gusta mucho es complicado, porque nunca te das cuenta de los momentos en los que estás trabajando. Eso se traslada a la cena, al dormitorio… Hubo un momento en el que nos costó porque nunca nos terminamos de soltar y ahora hemos encontrado un cierto equilibrio [risas].
–¿Cómo fue escribir una serie sobre Maradona? ¿Es cierto que hubo conflictos con Claudia Villafañe?
–Mucho no puedo hablar por el contrato de confidencialidad. Pero hay cosas que pasan en lo mediático que no pasan en la realidad. Por ejemplo, me ha llamado gente conocida para decirme que escucharon que me habían mandado una carta documento y eso nunca pasó.
–¿Contar la vida de alguien tan público del que se sabe prácticamente todo es más difícil?
–Yo que creía conocerlo todo de él, pero cuando te zambullís en su historia te das cuenta de que tiene un montón de aristas desconocidas. Y no nos propusimos hacer algo biográfico, sino transmitir por qué esta persona genera tantas contradicciones. Nuestro equipo estaba formado por gente muy devota de Diego y gente que lo odiaba. Y el termómetro que tuvimos y que nos pareció una buena señal es que la gente que lo odiaba dejó de odiarlo y los que lo idolatraban ya no lo idolatraban tanto. Ahí dijimos: está bien. Con la serie buscamos transmitir qué nos pasa respecto de nuestro ídolo mayor. Los argentinos somos muy inflexibles e injustos con nuestros ídolos. Pelé acá sería un personaje controversial y en Brasil lo protegen, no cuentan un montón de cosas. En cambio, nosotros sacamos los trapitos al sol.
–¿Hablaste con Maradona por la serie?
–Sí, pero no es una biografía autorizada, porque nosotros no quisimos. Si no podíamos contar su historia con total libertad, nos bajábamos del proyecto por más que ya estuviera vendido a un montón de países. Acá no hay veto, sino la revisión legal de lo que contamos tiene su basamento.
–¿Soltaste El marginal? ¿Hacés duelos después de que terminás un proyecto?
–No me imagino haciendo la decimocuarta temporada de nada. Ir pasando de un género a otro y no quedar encasillado es lo ideal. Cuando decliné hacer El marginal III, si bien tenía lo de Maradona y quería ponerme a full con eso, dije ‘‘ya maté mucha gente, no se me ocurren más modos de crueldad. Toda la que tenía la puse ahí’’. En la televisión abierta las cabezas son las mismas y las fórmulas se repiten. Afuera se convoca a la gente, lleva sus proyectos y de ahí salen las grillas de los productos. Acá siempre salen de la misma usina. Yo estuve dos años en la gerencia de contenidos de Telefé y me aburrí. Me suelo aburrir de las cosas. Necesito cambiar porque me canso.
-¿Te sentís un poco el referente local para contar estas cosas que son muy nuestras?
–No sé, nunca me lo puse a pensar. Yo creo que tengo un origen o un recorrido de clase media baja que me ayuda a encarar los proyectos y de tratar con los demás. Cuando me llamaron para hacer lo de Maradona, querían que los que cuenten la historia de él sepan lo que es ser pobre, o caminar por calles de tierra. Yo veo otros colegas que dicen voy a escribir sobre la marginalidad y yo me pregunto ¿qué podés escribir de eso si vas desde el country a la productora?
–¿Seguís pensando que no que hay que ver series porque contaminan la visión del guionista?
–En realidad me empezó a molestar que cuando me contrataban e iba a una reunión me decían ‘‘podría haber un personaje al estilo Breaking Bad’. De repente, todo era una referencia de series que a mí me ponía nervioso. Y también me pasaba que escribía algo y al leerlo decía ‘‘esto ya lo vi’’. Yo trato de que mi trabajo sea genuino y que me lo haya imaginado yo. Pero tampoco miro las series que escribo.
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