Inés Efron. "Ya no quiero hacer más de adolescente"
Regresó a la comedia con Voley, su última película en cartel; también da clases de teatro y dice estar lista para nuevos desafíos
Junto con su cumpleaños número 30 llegó el cambio. Ella cree que ahora es tiempo de contar historias más afines a su madurez emocional, de transitar personajes con deseos propios de una etapa más adulta. La pareja, la maternidad, el compromiso. "Ya no quiero hacer más de adolescente", confiesa Inés Efron en una especie de grito sordo. Su última participación en Voley (una comedia de enredos para un público joven) acaso pueda ser el cierre de un ciclo. O de varios, porque fue el llamado de su director y amigo, Martín Piroyansky, lo que terminó de definir su regreso a Buenos Aires después de unos meses de introspección en México D.F. Allí estaba Efron en su búsqueda, en el intento de redescubrir sus raíces -la ciudad donde nació debido al exilio de sus padres- cuando recibió la propuesta. Y con esta película, casi como una chanza, llegó el remate de un set decisivo. La actriz de imagen frágil pero de una fuerza actoral que atropella, a la que muchos aún recuerdan por su rol protagónico en XXY, de Lucía Puenzo, está lista para otro partido.
-¿Qué fuiste a buscar a México D.F. y con qué te encontraste?
-Mis papás estuvieron exiliados allá y cuando yo nací; en 1984, regresaron a la Argentina. Sólo viví cuatro meses, pero el año pasado tuve la necesidad de viajar. Nunca había vuelto a México, sentía que era algo pendiente, quería ver cómo me sentía. Y encontré una cultura muy diferente, muy rica y, al mismo tiempo, tremenda. La masividad, la vida y la muerte conviviendo casi del mismo lado. Sentí que me era muy ajena su forma de ver las cosas, la cotidianeidad, la vida. Generé buenos vínculos laborales, me acerqué a la música, a la escritura, al teatro. Pero volví. Quería volver.
-¿Tenías ganas de hacer comedia?
-Podría decir que lo más fácil para mí es hacer comedia, es el medio en el que nos formamos con Nora Moseinco. Ella tiene una mirada muy graciosa de la actuación, con el foco puesto en lo ridículo. Y muchos de los que actuamos en Voley tenemos encima esa misma escuela. Cuando recibí el guión de la película me gustó mucho, y a Martín lo respeto mucho como director.
-Son parte de un dream team con mucha afinidad. ¿Qué señas particulares compartís con esa generación de actores?
-Es difícil decirlo porque estoy adentro. Con Martín (Piroyansky), Violeta (Urtizberea), Justina (Bustos), Vera (Spinetta) y el Chino (Darín) tenemos todos la misma edad, y aunque no venimos del mismo lugar puede ser que compartamos una formación menos tradicional, más fresca, a través del juego. Todos nos acercamos a la actuación desde un lugar muy lúdico. Y creo que eso, tal vez, es lo que nos hizo distintos, lo que llamó la atención en un determinado momento.
-¿Seguís aún refugiándote en el juego para encarar tus papeles?
-Fue un refugio en un momento, cuando era más chica y no me preocupaba para nada, y así salieron bien algunas cosas. Por suerte. Pero ahora ya no es así. Desde que comencé a dar clases tomé otro compromiso, otra responsabilidad. Me tomo más tiempo para el estudio, con más seriedad que antes podría decir.
-¿Te gusta la docencia?
-La verdad es que nunca pensé que iba a dar clases de teatro. Pero empezó en un momento de inestabilidad de este trabajo, era un período donde nadie me llamaba o me llegaban cosas que no me daban ganas de hacer. Lo pensé como una opción de libertad, donde yo puedo ser dueña de mi proyecto. Hacer lo que me gusta, una forma de independencia. Y descubrí que dar clases me gratifica mucho. A mí siempre me emocionó el vínculo que yo tuve con mis docentes, y cuando me lo propuse fluyó naturalmente. Lo siento como un regalo.
-¿Cómo ves la evolución de la línea de tiempo de Glue o XXY, a Voley?
-Lo que veo es que tuve mucha fortuna de haber hecho proyectos lindos. Nunca en toda mi carrera como profesional hice algo que no me gustara. Y hubo oportunidades de hacer cosas distintas. ¡Pero ya no quiero hacer más de adolescente!
O de chica joven que arrastra su adolescencia en la mochila [risas].
-¿Y ahora dónde está el nuevo desafío?
-Quiero interpretar a mujeres más grandes, contar historias que sean más afines a la madurez emocional que aparece en una mujer de 30 años. Quiero ponerles el cuerpo a otros temas como la maternidad, los hijos, la pareja, el compromiso.
-Poner el cuerpo a personajes difíciles fue lo que hiciste más de una vez, como en XXY o El niño pez. ¿Nunca sentiste que eras chica para cruzar algún límite?
-Era chica, sí. Esos dos papeles precisamente fueron los más duros, donde yo estaba muy expuesta, ponía todo en juego, siempre iba a fondo. Lo hacía desde una mirada de puro entusiasmo y mucha inocencia. Con los años he construido nuevos pudores.
-¿Cuáles?
-El desnudo, obviamente. Antes lo hacía sin ningún problema. Había que desnudarse y listo. No tenía ningún rollo. Ahora me preocupa estar en estado [se ríe], por eso estoy haciendo gimnasia.
-¿Lo exige tu próximo personaje?
-Hay una propuesta de un director mexicano, todavía estamos viendo. Es un papel comprometido, muy duro, pero me gusta tanto el guión que no me preocupa. Los que se angustian mucho cuando me ven sufrir son mis papás. Se ponen muy mal por más que sea una película. -Pero ya están curados de espanto...
-La verdad que sí, por eso ahora cuando fueron al cine a ver Voley, que era una comedia, estaban muy relajados.
-¿De quién heredaste la curiosidad por la actuación?
-Mi papá es mecánico dental y mi mamá, fonoaudióloga. Pero ellos siempre me estimularon mucho. Iba a talleres de danza, de títeres, de todo. Cuando era adolescente no me hallaba en mi grupo del colegio. Entonces me anoté en un curso de teatro para tener nuevos amigos. Y nunca paré.
-Pregunta obligada. ¿Para cuándo un personaje para una tira de TV?
-No sé. Es algo muy argentino, en otros países ni se cuestiona. Los actores de cine en Europa no hacen televisión, hasta está mal visto. Acá la tele te da masividad, es un símbolo de pertenencia. A veces agradezco no estar ahí, pero no estoy cerrada. Bueno, en realidad, amo la TV. La verdad: ¡nunca me llamaron!