Ir de lo urbano a lo rural, la inversión del clásico itinerario moderno
En los últimos quince años, "irse a vivir al interior" ha pasado a formar parte del horizonte de posibles de la clase media urbana y suburbana argentina. Hijo de la crisis de 2001, el fenómeno constituye una forma de migración interna atípica: por su dirección -que invierte el itinerario moderno, yendo ahora de la ciudad al campo-, su composición social, sus condiciones y motivaciones; los neorrurales no migran en busca de mejores condiciones económicas ni arrastrados por una oferta laboral. Más bien lo hacen buscando un modo de vida que el capitalismo moderno supo relegar y destruir. Frente a la dinámica del progreso, procuran la del regreso: regresar al vínculo con la naturaleza, a lazos de pequeña escala, a economías autosuficientes.
La apuesta encierra grandes desafíos, porque el campo tiene tanto de naturaleza como de cultura, y puede ocurrir que el neorrural vaya más preparado a conectar con lo primero que con lo segundo. No es casual que el migrante sienta especial admiración por los ancianos de ese nuevo lugar donde eligió vivir: a sus ojos, el puestero que sigue bajando a caballo o la doña que prepara remedios caseros son portadores de una cultura local que imagina auténtica; en contraposición, las rutinas y deseos de las nuevas generaciones -que ansían comprar la moto en cuotas- representan los signos de su enajenación.
Desde un punto de vista antropológico, la pregunta que el neorrural tiene ante sí es: ¿qué modos de relación y transformación está dispuesto a construir? ¿Qué vínculo va a tejer con esa ruralidad concreta, cuyas controversias y aspiraciones están también signadas por las encrucijadas del "progreso"?
La tarea requiere ejercitar la curiosidad sociológica para con uno y para con el otro. ¿Qué significa esto? Para el neo, empezar a pensarse relacional y posicionalmente en el tejido social: quiénes somos, de dónde venimos, qué dejamos, qué traemos. El neorrural deja la ciudad llevándose capitales propios de su procedencia; ellos se traducen, por poner un caso, en los saberes que le permiten convertir su arrope de algarroba en un producto orgánico a los ojos del turista. Bien: ¿qué y cómo hace con su arrope y de su arrope el nacido y criado? Lo que equivale a preguntar (y estar dispuesto a escuchar): quién es el nacido y criado; de dónde viene; qué trae; a dónde va... Escuchar quiere decir encontrar "saberes" donde no esperábamos encontrarlos; abrir la posibilidad de que nuestras certezas sean puestas en duda. O la escucha, o "un nuevo hombre blanco poblando un nuevo lugar" otra vez.
Julieta Quirós